La frutera que llegó a Supernova
LA SUPERMODELO AMIGA DE PUTIN, NATALIA VODIANOVA, HA PASADO DE VENDER FRUTA PARA SUBSISTIR A SER UNA DE LAS RUSAS MÁS RICAS E INFLUYENTES DEL PAÍS
La fortuna de Vodianova aumenta en 4,8 millones de dólares cada año según Forbes
El acento ruso está de moda en el mundo de la pasarela. Venidas del frío, un selecto grupo de bellezas rusas pisan fuerte en capitales de la moda como París, Milán o Nueva York. Entre las modelos de la armada rusa –así se las llama– destaca con luz propia Natalia Vodianova. En Rusia, Londres o París, si quieres darle el máximo relieve a un evento, debe figurar entre sus invitadas la afamada modelo. Como si se tratara de una luminosa explosión estelar, se la reconoce en el mundo de la moda con el sobrenombre de Supernova. Su influencia llega al mismísimo Kremlin, dada su gran amistad con el presidente Vladímir Putin.
Las rusas sueñan con ser Vodianova. No en vano, su vida parece sacada de un cuento de hadas. La hoy supermodelo, nacida en Nizhni Nóvgorod en 1982, otrora vendió frutas para ayudar a su madre Larisa a sostener a sus dos hermanas pequeñas, una de las cuales padece parálisis cerebral. A los 11 años se metió a frutera, primero ayudando a su progenitora en un puesto ambulante, y luego junto a una amiga en un puesto propio. “Teníamos que rendir cuentas a la mafia y a la policía: era muy arriesgado”, recuerda ahora. Esos miedos y esas dificultades la empujaron a los 15 años a acudir a una academia de modelos buscando un milagro; allí le indicaron que para triunfar en el mundo de la pasarela debía aprender inglés sí o sí, cosa que hizo en apenas tres meses. Por aquel entonces su novio le ayudó a costear la academia.
Con 17 años se trasladó a la meca de la moda, París, gracias a un billete pagado por su abuela, que siempre ha sido su referente en su vida. En la ciudad de la luz empezó a trabajar para la agencia Viva Management Paris. Pronto destacó por su belleza y por su enorme parecido a Romy Schneider. Calvin Klein, uno de sus principales valedores, confesó estar “enamorado” de esa rubia de ojos azules “humilde, sin apenas aires de grandeza”. Como imagen de marca ha trabajado para firmas como el citado Calvin Klein, pero también con L’Oréal, Etam, Yves Saint Laurent, Givenchy y Guerlain, entre otras, y ha desfilado para firmas como Sonia Rykiel, Vivienne Westwood, Donna Karan y Christian Dior. Todo ello hasta hoy, que es reconocida como una de las supermodelos más importantes e influyentes. Forbes estimó sus ingresos anuales en 4,8 millones de dólares (entre mayo del 2007 y abril del 2008) y está catalogada como una de las modelos mejor pagadas del mundo.
Instalada en lo más alto de la cima, Natalia trata de no olvidar sus humildes orígenes y se ha convertido en una activa filántropa. En el 2005, tras la masacre de la escuela de Beslán, fundó Naked Heart Foundation, organización que construye parques infantiles urbanos en Rusia y que ella preside y a la que se dedica en cuerpo y alma. También ayuda a familias con hijos discapacitados. Recientemente, Natalia tiró de Facebook para denunciar el trato vejatorio del propietario de un restaurante hacia su hermana Oksana, que padece autismo y parálisis cerebral, y a la que expulsó de su local junto a su madre y una enfermera argumentando que asustaba a los demás clientes por su enfermedad. La denuncia de la modelo despertó una oleada de solidaridad entre los rusos indignados con el deleznable comportamiento del dueño del local.
Natalia, que se deja querer y tiene robado el corazón a medio mundo, no sólo se ha metido en el bolsillo a los más humildes, sino también a la aristocracia rusa, inglesa y francesa, con la que se codea con total naturalidad. Su relación con el presidente de la Federación Rusa, Vladímir Putin, ha sido motivo de no pocos comentarios. Putin la define como “una gran amiga” y quiere convertirla en la viva imagen de Rusia en general y del Mundial de Fútbol del 2018 en concreto. Tras la designación en Zurich, a la que Natalia acudió abanderando a su país, declaró: “Lo celebraré con Putin al estilo ruso”. También reconoció que, instantes previos a la ceremonia, pasó nervios “porque era una decisión muy importante para Rusia”. Natalia es madre de familia numerosa. En el 2001, con apenas 18 años, tuvo su primer hijo, fruto de su relación con el aristócrata británico Justin Portman, con quien se casó y tuvo dos hijos más antes de separarse. El año pasado nació su cuarto hijo, primero de su relación con el francés Antoine Arnault, hijo del fundador del conglomerado de lujo LVMH, Bernard Arnault.