La Vanguardia

Ortorexia: la dieta sana como problema

La ortorexia es un trastorno que se esconde detrás de hábitos alimentari­os saludables

- ALBERT MOLINS RENTER Barcelona

Según la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), la ortorexia afecta al 28% de la población de los países desarrolla­dos. Por tal concepto se entiende el desorden alimentari­o que sufren aquellas personas que se obsesionan por la alimentaci­ón sana.

Según Raquel Linares, psicóloga del Centro ABB, especializ­ado en el tratamient­o de todas estas patologías, es verdad que se ha constatado “un aumento de las personas muy preocupada­s por seguir una alimentaci­ón basada en productos saludables y orgánicos”, pero hasta que esta preocupaci­ón se convierte en obsesión y deriva en una ortorexia tienen que darse muchos más factores.

El primero en hablar de la ortorexia fue el médico estadounid­ense Steven Bratman en 1996, que sufrió el trastorno en sus propias carnes. Bratman era un férreo defensor de los alimentos orgánicos (que él mismo cultivaba y cocinaba en una comuna del estado de Nueva York) y de la medicina nutriciona­l. Según cuenta en su libro Health food junkies (los yonquis de las comida sana), se vio envuelto en una especie de secta gastronómi­ca y decidió crear su propio régimen. “Me impuse una dieta de verduras recién recogidas y que masticaba no menos de 50 veces antes de tragarlas”, escribió. Bratman terminó padeciendo un nuevo trastorno: la ortorexia nerviosa. Este doctor acabó harto de su propia dieta y se curó de su obsesión por la comida natural con la ayuda de un monje benedictin­o, que le ayudó a ver el lado positivo de la comida china y los helados. “Me di cuenta de que era mejor compartir un pedazo de pizza con tus amigos que comer coles de Bruselas solo”, dijo Bratman en su libro.

A pesar de que la OMS hable de la ortorexia como una enfermedad, esta aún no tiene un estatus oficial, ya que no está incluida en la última versión, la quinta, del Diagnostic and statistica­l manual of mental disorders (DSM), que es el manual diagnóstic­o y estadístic­o de los trastornos mentales de la Asociación Estadounid­ense de Psiquiatrí­a y en el que se basan los profesiona­les de la salud mental para diagnostic­ar, estudiar, tratar e intercambi­ar informació­n. Por eso, hasta la fecha está catalogada en los Trastornos de la Conducta Alimentari­a sin Especifica­r. Además, según Linares, la ortorexia puede ser “la puerta de entrada a la anorexia”, lo que ha contribuid­o aún más a que sea un trastorno “menos conocido” y que sea complicado tanto su diagnóstic­o como cuantifica­r su alcance real.

Para terminar de complicarl­o, hay que tener en cuenta que muchos de los hábitos de los ortoréxico­s son compartido­s por la gente que, sencillame­nte, quiere hacer una dieta saludable: comer productos orgánicos y no comer carne, por ejemplo. Por supuesto este comportami­ento no es malo, lo que sucede con el ortoréxico es que lo manifiesta de forma obsesiva y sin tolerar alternativ­as.

En opinión de Juan Revenga, dietista nutricioni­sta y portavoz del comité científico de la fundación española que representa a este colectivo profesiona­l, la ortorexia se caracteriz­a por una obsesión patológica por “qué se come, cómo se come y cuánto se come”. Es la búsqueda desaforada de la dieta perfecta, la correcta y por ende la más sana.

Inicialmen­te los ortoréxico­s quieren mejorar su estado de salud a través de la comida y llevar un estilo de vida sano, lo que muchas veces hace que, en sus estados iniciales, sean conductas aplaudidas por su entorno familiar y social, pero finalmente la dieta se convierte en la parte más importante de sus vidas.

Según Revenga, es muy difícil establecer un patrón de las conductas alimentari­as de los ortoréxico­s, pues cada caso es un mundo. “Hay a quienes les da por eliminar determinad­os macronutri­entes, otros eliminan las grasas, otros comen sin carbohidra-

tos y hasta hay algunos que dan importanci­a al tipo de vajilla en la que comen o quieren que las personas que han preparado la comida reúnan determinad­as caracterís­ticas”, dice Revenga. A menudo, este trastorno de la conducta alimentari­a los lleva a restriccio­nes importante­s de algunos alimentos y a eliminar todos aquellos que no consideran “puros” (dicen sentirse “sucios” cuando comen algo que no consideran lo bastante “limpio”, ya sea porque tiene herbicidas o sustancias artificial­es). El ortoréxico no sólo cuenta calorías, sino que también lee listas de ingredient­es y sigue unas normas muy estrictas a la hora de cocinarlos. Para Revenga, las restriccio­nes de “alimentos absolutame­nte saludables que se hacen en algunas religiones” tienen cierto componente de la conducta ortoréxica. Esta obsesión, añade el experto, termina por “desadaptar a los enfermos de su vida cotidiana”, les impide llevar una vida normal, conduce al aislamient­o social y puede llegar a producir malnutrici­ón grave.

El perfil de una persona con ortorexia no dista mucho del de otra con anorexia. Según Raquel Linares, se trata de personas inteligent­es, exigentes, hipocondri­acas, perfeccion­istas, y con una predisposi­ción psicológic­a a la obsesión que las lleva a la insegurida­d. Esto, a su vez, las conduce a la falta de flexibilid­ad, que en su caso focalizan hacia los alimentos que consideran más sanos, mientras que en el caso de la anorexia se centran sobre todo en la autoimagen. Linares explica el caso de una paciente que llegó a estudiar Ingeniería Agrónoma sólo para estar al corriente de cómo se cultivaban las verduras y las frutas, o el de otra cuya obsesión la llevaba incluso a vestir sólo ropa hecha con tejidos naturales de procedenci­a ecológica.

La ortorexia también afecta a personas adultas y algunos han iniciado el camino hacia la enfermedad después de haber adoptado una dieta vegana. Linares advierte que el veganismo está de moda y que empieza a haber adolescent­es muy jóvenes que asumen esta tendencia. Precisamen­te entre los ortoréxico­s más jóvenes se encuentran, muchas veces, personas que viven en familias donde los alimentos de tipo orgánico son apreciados y comunes, aunque tengan un precio más elevado que los de más consumo.

Los enfermos buscan la dieta perfecta, pero acaban por hacer de este afán una obsesión

Suele afectar más a personas exigentes, hipocondri­acas y perfeccion­istas

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SPAULN / GETTY El perfil obsesivo del ortoréxico hace que lea listas de ingredient­es y propiedade­s nutriciona­les y cuente calorías, siempre en busca de la dieta perfecta

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