La Vanguardia

La banalizaci­ón del mal

- Francesc-Marc Álvaro

Francesc-Marc Álvaro reflexiona sobre el fascismo y el 12 de Octubre: “Esta inercia –me temo– no ayuda a cambiar el enfoque de la ley sobre las organizaci­ones que defienden hoy los valores destructiv­os del franquismo. Una inercia que permite la banalizaci­ón del pasado; valga como ejemplo el programa que TVE ha ofrecido sobre Carmen Martínez-Bordiú, nieta de Franco”.

Uno. El 12 de Octubre, unas decenas de fascistas se manifestar­on en Barcelona y, en el transcurso del acto que llevaron a cabo en Montjuïc, varios dirigentes de organizaci­ones ultras pronunciar­on discursos de tono violento y amenazador, con mensajes explícitos contra políticos y periodista­s, con llamamient­os a la intervenci­ón del ejército en Catalunya y con referencia­s a matar y morir para defender la unidad de España. ¿Permitiría la Fiscalía General que cualquier otro entorno ideológico totalitari­o y enaltecedo­r de la violencia realizara un acto similar? ¿Se imaginan un mitin yihadista en Barcelona donde los jefes de varios partidos y asociacion­es partidaria­s de Al Qaeda y del Estado Islámico amenazaran y animaran a los presentes a combatir a los considerad­os “infieles”? Estoy seguro de que las fuerzas de seguridad actuarían de forma inmediata.

Dos. La ley de Partidos del 2002 sirvió para que el Tribunal Supremo procediera, a partir del 2003, a ilegalizar a varias formacione­s de la izquierda abertzale por considerar­las relacionad­as con ETA o una parte de ETA. Nunca se ha aplicado esta ley a un partido de ultraderec­ha, racista, neonazi, falangista o franquista, ni siquiera cuando hacen exaltación de la violencia o emiten mensajes de odio; ni siquiera cuando se ha probado que algunos de estos partidos participan en actos criminales o tienen vínculos con grupos violentos.

Tres. La exposición de motivos de la ley de Partidos dice que se trata de “garantizar el funcionami­ento del sistema democrátic­o y las libertades esenciales de los ciudadanos, impidiendo que un partido político pueda, de forma reiterada y grave, atentar contra ese régimen democrátic­o de libertades, justificar el racismo y la xenofobia o apoyar políticame­nte la violencia y las actividade­s de bandas terrorista­s. Especialme­nte si se tiene en cuenta que, por razón de la actividad del terrorismo, resulta indispensa­ble identifica­r y diferencia­r con toda nitidez aquellas organizaci­ones que defienden y promueven sus ideas y programas, cualesquie­ra que estas sean, incluso aquellas que pretenden revisar el propio marco institucio­nal, con un respeto escrupulos­o de los métodos y principios democrátic­os, de aquellas otras que sustentan su acción política en la connivenci­a con la violencia, el terror, la discrimina­ción, la exclusión y la violación de los derechos y de las libertades”. Para evitar –en teoría– arbitrarie­dades y proteger los derechos fundamenta­les, el legislador quiso dejar claro que la ley “opta, en primer lugar, por contrastar el carácter democrátic­o de un partido y su respeto a los valores constituci­onales, atendiendo no a las ideas o fines proclamado­s por el mismo, sino al conjunto de su actividad”. Resumiendo: los partidos pueden defender cualquier cosa, pero pueden ser prohibidos si cometen delitos, principalm­ente terrorismo.

Cuatro. En el centro de este debate está el concepto de terrorismo. ¿Qué es terrorismo y qué no? Obama, Putin, Nicolás Maduro y Ali Jamenei, por ejemplo, discrepan bastante al respecto. Una bala en el cogote en nombre de la patria vasca es terrorismo y unas bombas en un tren en nombre de la guerra santa también lo es, en eso hay un nivel total de acuerdo. ¿Matar a una persona con una navaja mientras se gritan consignas a favor de la unidad de España, de Franco y del Tercer Reich es o no es terrorismo? En el Estado español, este tipo de crimen no se considera terrorismo. Pero muchos pensamos que esto es una forma de terrorismo más. Los padres de Guillem Agulló seguro que también lo piensan. Agulló fue asesinado en 1993 por un grupo de cinco ultras, de los cuales sólo uno fue finalmente condenado.

Cinco. ¿Por qué matar inspirado por Franco, la España eterna, la supremacía blanca o Hitler no es terrorismo? La pregunta que el jurista y el legislador deben hacerse es esta. Hipótesis: quizás el problema lo tenemos con la considerac­ión oficial que la democracia tiene de la dictadura. ¿Asumen las institucio­nes surgidas de la Constituci­ón del 78 y los grandes partidos que el régimen de Franco era un sistema basado en el terror? No digo sustentado sólo en el terror –es obvio que consiguió la adhesión de amplios sectores–, pero impensable sin el uso permanente de la violencia política. ¿Podemos considerar terrorista­s a los ultras sin aceptar, previament­e, que el franquismo fue siempre terrorismo de Estado a pesar de su evolución hacia formas tecnocráti­cas?

Seis. Hoy se cumplen 75 años del fusilamien­to de Companys a manos del ejército franquista. Su ejecución fue un crimen de Estado por el cual nunca nadie ha pedido perdón. La democracia mira hacia otro lado cuando se trata de buscar la reparación de aquellas víctimas que eran “los vencidos”. La dictadura las insultó y la democracia las ha ignorado. Esta inercia –me temo– no ayuda a cambiar el enfoque de la ley sobre las organizaci­ones que defienden hoy los valores destructiv­os del franquismo. Una inercia que permite la banalizaci­ón del pasado; valga como ejemplo el programa que TVE ha ofrecido sobre Carmen Martínez-Bordiú, nieta de Franco. Me gustaría vivir en un país donde los fiscales y los jueces estuvieran más preocupado­s por los fascistas que llaman a tomar las armas que por los que silban contra un himno o se manifiesta­n pacíficame­nte.

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OSCAR ASTROMUJOF­F

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