Libertad de comercio sí, libertad de movimiento no
Una cosa es que Cameron no haya escrito todavía su carta a los Reyes Magos bruselenses, y otra cosa es que no sepa lo que quiere. Quererlo, lo quiere todo: 1) que los parlamentos nacionales puedan bloquear la legislación europea; 2) compensaciones por el creciente federalismo de la UE; 3) desarrollo de un mercado único menos burocrático; 4) limitación de la libertad de movimiento; 5) restricciones de los beneficios sociales a los ciudadanos de los nuevos miembros de la Unión Europea; 6) transcurso de cuatro años desde la llegada de un inmigrante y el momento en que puede empezar a solicitar ayudas; 7) garantías de que a los países (como el Reino Unido) que no forman parte de la moneda única no se les van a imponer decisiones en materia de política monetaria que les afecten; 8) recuperación de competencias en materia de Interior, Justicia, derechos humanos y derechos de los trabajadores; 9) exención de cualquier intento de “crear una unión más estrecha entre los pueblos de Europa”; 10) que pase lo que pase no haya represalias contra la City. El problema es que el líder británico no se atreve a meterla en el buzón por miedo a la respuesta de Melchor (Merkel), Gaspar (Hollande) y Baltasar (Juncker). Y hasta de los pajes de sus Majestades. Los contactos diplomáticos de los últimos meses han dado pocos resultados. Y aunque Berlín y París no se han cerrado en banda a algún tipo de reformas (sobre todo si no requieren cambios de los tratados), los socios de la Europa del Este se oponen a medidas migratorias que ven (con razón) dirigidas contra sus ciudadanos. Londres prefiere no dar ningún paso hasta la celebración de las próximas elecciones legislativas en Polonia, porque ha tenido más de un encontronazo con el actual gobierno. La diplomacia europea no es la mejor cualidad de Cameron, que cree contar con el apoyo de los países ricos del norte (Holanda, Dinamarca, Alemania...) para rediseñar una Unión Europea acorde a la ideología neoliberal, con más énfasis en el libre mercado y la flexibilidad laboral, menos romanticismo, menos federalismo, menos sueños de integración y menos derechos de los trabajadores, inmigrantes y asilados políticos.