Consumidos
La idea de Colau de retrasar el encendido de luces navideñas y el consiguiente enfado de los comerciantes nos recuerda lo muy veletas que somos: por increíble que parezca, unas lucecitas de más o de menos son capaces de lanzarnos a la calle con la tarjeta en la boca, dispuestos a hacer peligrar el presupuesto familiar del mes e incluso del año. Tanta volubilidad da un poco de miedo: la estudian los expertos en mercadotecnia, cuyos estudios nos explican que el más sutil estímulo puede dar al traste con una campaña millonaria para vender un producto. O para votar a un partido. Son ellos quienes afirman que, si como consumidores somos así de impulsivos, como votantes no somos muy distintos. Visto así, el colorido despliegue patriótico del 11-S sería al 27-S lo que el encendido de luces es a las compras navideñas: un incentivo irresistible para lanzarse a votar en clave plebiscitaria. Votantes y consumidores somos igualmente maleables, pero las comparaciones se acaban ahí.
Como consumidores somos mucho más felices. Al llegar a casa por la noche, pongamos con un besugo, con nuestro impulso de compra hemos proporcionado una gotita de poder al sector pesquero. No necesitamos ver estadísticas sobre cuántos han comprado besugo y cuántos merluza para sentirnos satisfechos de nuestra elección, puesto que ni él ni ella van a representarnos en un escaño. Nuestro besugo no nos decepcionará, a no ser esté un poco pasado, porque el besugo está de verdad a nuestro servicio, así que con la compra accedo a una gratificación instantánea, algo que como consumidores impacientes que somos, cada día nos gusta más. Como votante, no. En el mejor de los casos, he de esperar meses o años para comprobar si mi elección ha sido acertada. En casos excepcionales como el que nos ocupa, incluso he de esperar para ver cuál ha sido el resultado del resultado, al verse los “ganadores” obligados a formar gobierno en una de las alianzas más estrambóticas e incongruentes que se puedan imaginar. Por si fuera poco, se ningunea de la manera más sorprendente lo que se ha prometido hace tan sólo cuatro días: Romeva se hartó de decir que iba de número uno para que quedara claro que investir a Mas como president era lo de menos: y ahora resulta que, desde la llegada de la citación judicial por el 9-N, todos hacen lo imposible para que la CUP apoye la investidura cuando en realidad no ha sucedido nada nuevo: bien sabían que a los imputados les iba a llegar la citación. Será que los elegidos, si no es que mienten, son tan volubles como lo somos los votantes o los consumidores. En fin, se conoce que en todas las encuestas sobre el tema la mayoría de encuestados afirman sentirse más influyentes como consumidores que como votantes, y no me extraña. Esta vez salí a votar. La próxima vez, me compraré un congrio.
Por increíble que parezca, unas lucecitas de más o de menos son capaces de lanzarnos a la calle con la tarjeta en la boca