Los reyes de las farras
La farra dramática de Lamar Odom en el Love Ranch, burdel del estado de Nevada, tiene mucho de déjà vu. Cada uno se destruye a su modo. Todo ha sido extremo en los 35 años de vida de esta figura de los Lakers, que acumuló en la niñez suficientes desgracias para merecer hoy indulgencia.
Se ha puesto de moda –los patrocinadores han puesto de moda, para ser exactos– esperar de los deportistas de élite una conducta modélica. Uno, modestamente, discrepa: los santos, en el santoral. Hay algo de cínico y ajeno a la realidad cuando olvidamos que la alta competición –ese circo que tanto nos gusta a todos– es el olimpo de los mejores. ¿Acaso Pablo Picasso era un dechado de virtudes? ¿Por qué exigimos más a jóvenes cuya especialidad es una habilidad que a artistas, actores o banqueros?
La alta competición es lo contrario al “deporte formativo” en boga. Cuando los equipos de infantiles se preocupan más porque todos jueguen el mismo tiempo... ¿estamos enviando el mensaje adecuado a los chavales? La vida es bella pero no va de esto. Y se devalúa un valor clave en el deporte formativo: el afán de superación. ¿Si todos los chavales tienen garantizados los mismos minutos para qué esforzarse en los entrenamientos o gestionar las frustraciones que están por llegar en sus vidas?
Los deportistas de élite tienen una misión: dar espectáculo. Cabe esperar, eso sí, que no sean un ejemplo especialmente negativo. El desarrollo de las tecnología televisivas y la educación impiden ya ciertas conductas, no hace mucho habituales (y jaleadas por el público): escupitajos, insultos, agresiones disimuladas... Aquellos tipos patibularios del fútbol de mi infancia
La alta competición, que tritura a tantos, es lo contrario al “deporte formativo” en boga
hoy no durarían un telediario. El quid está en la conducta fuera del terreno de juego.
¿Qué se puede esperar de un chaval cuando se compra un Ferrari? ¿Que vaya por las rondas a 80 kilómetros por hora? Esperar conductas intachables es no conocer la naturaleza humana. Mejor hubiera sido, por ejemplo, elegir a un electricista para aquel “No a las drogas” de un anuncio institucional que protagonizó...Diego Armando Maradona.
Yo me maravillo de que la mayoría de deportistas de élite sean tan buenos chicos. Bajo la presidencia de Montal en el Barça decidieron poner un detective en los desplazamientos. Cuando se perdía, hecho no infrecuente, la junta directiva se sumía en una santa indignación a la vista de las infracciones disciplinarias detectadas por el informador...
Después de una gran victoria, el detective volvió a informar que algunos jugadores se habían escapado de noche del hotel.
–¡Hombre! ¡Son jóvenes!