Cultura 'start-up'
Los emprendedores intentan hacerse un hueco en el ecosistema 'start-up' con proyectos artísticos, incubadoras especializadas y plataformas como Factoría Cultural y Artsy
Las start-up relacionadas con la cultura y la
creatividad empiezan a hacerse un hueco en el panorama español, aunque todavía les queda mucho para llegar a los niveles de
otros sectores, como el e-commerce y
el fintech, por ejemplo. Hay muchas herramientas para los emprendedores culturales, como incubadoras
y aceleradoras específicas, y, por supuesto, muchísimas ideas innovadoras en las que cultura y tecnología van de la mano.
Una de estas incubadoras es la madrileña Factoría Cultural, en Matadero Madrid, un vivero de industrias creativas que acaba de cerrar la convocatoria de su programa Emprendemusica. Ya han realizado con éxito otros programas específicos, como los dedicados a la edición digital y a la arquitectura.
El responsable de Emprendemusica y coordinador general adjunto de Factoría Cultural, Santiago Mazarrasa, asegura que su objetivo en este último año y medio ha sido “crear un vivero de empresas especializado en industrias creativas para dar todo el apoyo necesario a los proyectos, con el fin de que tengan un buen plan
de negocio y de comunicación, por ejemplo, o para ayudar a los emprendedores a comercializar sus productos y a internacionalizarse”.
PROYECTOS DISRUPTIVOS
Intentan apoyar a los emprendedores en diferentes fases del proyecto, por lo que en Factoría Cultural entran
propuestas bastante desarrolladas
o, simplemente, ideas geniales. “Primero estudiamos si la propuesta es viable y tiene visos de convertirse en algo real, y luego hacemos un estudio de sus necesidades”. Al vivero se puede acceder a través de una cuota, por becas o con unos programas de incubación específicos para cada sector cultural.
En este momento tienen dos proyectos relacionados con la arquitectura y la salud, en colaboración con la compañía de seguros DKV y la Universidad Politécnica de Valencia, una campaña colectiva de crowdfunding y una convocatoria abierta de becas de diseño y comunicación junto a la Fundación Mahou San Miguel. Además, están diseñando un programa específico para artes escénicas
y preparando la segunda edición de
Emprendelibro, para start-up focalizadas en la edición digital, con el que el año pasado ya incubaron diez propuestas, en colaboración con la Fundación Germán Sánchez Ruipérez.
Para la edición de Emprendemusica de este año, cuyo programa se desarrollará entre octubre y marzo, se presentaron más de treinta proyectos, de los que se escogerán cuatro, los más disruptivos: “Algunos emprendedores culturales aplican modelos que han funcionado en otros sectores, y a veces no funciona. Nuestro objetivo es impulsar proyectos que
propongan nuevas fórmulas sostenibles, monetizables e innovadoras”. Para Mazarrasa, uno de los problemas fundamentales de un emprendedor cultural es “la falta de conocimientos empresariales.
Hay un divorcio entre lo cultural y la empresa, querido por ambos. Esta es una de las razones por las que se creó Factoría. Hay que tomar conciencia de que la gestión de un proyecto es como un abecedario. Tienes que conocer las herramientas para gestionar un proyecto, tener el control
sobre el dinero, saber dónde se producen las cosas y qué necesitas”.
DE LA FURA A LA 'APP' Para este experto, existen algunos nichos de mercado que pueden funcionar muy bien en el sector cultural, y uno de ellos es la gestión de públicos, “cómo fidelizarlo y darle un buen contenido, cómo aprovechar las nuevas tecnologías sin tener que pasar por las redes sociales más básicas, como Facebook y Twitter”. Además, a nivel sectorial, “la edición digital tiene mucho futuro por delante porque estamos al principio de la cueva. La literatura 2.0, el hipertexto y los transmedia aún no son el pan de cada día, pero sí lo serán en diez años, y hay que estar preparados”. Precisamente, el público es el protagonista del proyecto Kalliópê, que desarrollan tres emprendedores en el vivero de la Fàbrica de Creació Fabra i Coats ,de Barcelona, y que ha conseguido una de las becas europeas CreatiFi en 2014. Pep Gatell es uno de sus fundadores, vinculado a La Fura dels Baus, y recuerda que el proyecto es fruto de la unión entre el arte y la tecnología. Todo empezó con su último espectáculo, M.U.R.S., que ellos mismos llamaron “el primer smartshow de la historia”, en el que se usaba una aplicación móvil creada por Pelayo Méndez, otro de los fundadores de Kalliópê, para interactuar con los
espectadores. “Vimos que era una herramienta muy útil, que tenía muchas posibilidades”, afirma Gatell.
Lo testaron en el Festival Novum,
sobre ciencia, y en el Bona Nit Festival, los dos en Barcelona, y ahora han empezado un proyecto con un hospital de Barcelona para
socializar a pacientes, familiares y personal del centro.
Kalliópê es una plataforma vinculada a una aplicación móvil que puede usar un artista para generar interactividad con el teléfono de los espectadores, por ejemplo. “Es un conjunto de canales que puedes usar como quieras. Nosotros hemos hecho, de momento, proyectos más
lúdicos, gincanas
interactivas con los niños, impulsando también el concepto de
second screen,
porque la aplicación no interactúa solo con los móviles, sino con otras pantallas que, en función de lo que quieras, pueden mostrar una cosa u otra”, explica Pedro Lorente, el tercer fundador.
También serviría, recuerdan, para comunicarse con los asistentes a una feria o un concierto, en directo, a través del móvil personal de cada uno. La aplicación es siempre la misma, pero cambian los contenidos según el proyecto. “Es una forma de construir historias a partir de muchas variantes”, destaca Lorente, y tiene tantas posibilidades como se puedan imaginar: “Es una herramienta muy abierta. También funciona por geolocalización, y puedes recibir un mensaje en el móvil según donde estés”.
LA FOTOGRAFÍA ONLINE
Otro proyecto cultural que ha aparecido estos últimos meses es MeMo Magazine, revista creada por los fotógrafos Manu Bravo, Fabio Bucciarelli, José Colón, Diego Ibarra Sánchez y Guillem Valle. “Estábamos en una crisis de la profesión muy
dura. Todo el mundo se quejaba, y nosotros decidimos aportar algo”, recuerda Valle. Casi todos habían cubierto la guerra de Libia, “y al regresar no teníamos nada demasiado claro, debíamos ubicarnos de alguna manera y comenzar a crear nuestro camino”, añade Valle. Y ese hacer algo se convirtió en una cooperativa que creó Me-Mo Magazine, una revista de reportajes fotográficos y de vídeo a través de tabletas que publica trabajos de fotógrafos internacionales y con números temáticos, como los dos primeros:
Miedo y Desintegración. Utilizan una tecnología innovadora, creada para ellos en Italia, que empezaron a desarrollar gracias
aun crowdfunding que hicieron en 2014. “Era muy complicado publicar proyectos largos y mostrarlos como queríamos”, explica Valle. Por este motivo, en Me-Mo publican “trabajos sólidos con texto, vídeo y fotografías”, y ya en el segundo número apostaron por el documental. Además, cuidan todos los detalles, tanto desde el punto de vista del fotógrafo como del espectador, ofreciendo una
plataforma innovadora.
“No queremos entretener; se trata de contar historias, y con Me-Mo podemos experimentar mucho. Ofrecemos una fórmula con un contenido, pero el contenido es relamente nuestro trabajo”, defiende Valle. Ya hacen exposiciones por todo el mundo, y “ahora nuestro reto es crear una estructura que funcione y se asiente en el mercado, definir el modelo de
negocio y desarrollar el concepto de comunidad”, concluye.
"Hay un divorcio entre lo cultural y la empresa querido por ambos. Es una de las razones por las que
se creó Factoría" "No queremos entretener; se trata de contar historias, y con 'Me-Mo' podemos
experimentar"