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La confección de las listas electorales de los dos grandes partidos tradicionales de cara a las generales de diciembre; y el preocupante aumento de la violencia entre palestinos e israelíes, al borde de una tercera intifada.
LA nueva oleada de violencia palestina que se registra desde primeros de octubre, y que algunos califican ya de inicio de la tercera intifada, preocupa seriamente a Israel. El primer ministro, Beniamin Netanyahu, ha expresado ya su intención de reunirse con el líder palestino, Mahmud Abas, y con líderes árabes para frenar una más que probable escalada de los atentados y actos violentos, que ayer se recrudeció en varios puntos de la región. El número de muertes, hasta ayer, es de treinta palestinos y siete israelíes, mientras que los heridos se cuentan por centenares.
La nueva revuelta palestina, a diferencia de las anteriores, está protagonizada por jóvenes aislados, sin vínculos aparentes con organizaciones radicales, que actúan como lobos solitarios, atacando a los ciudadanos israelíes con armas blancas... Son estudiantes o trabajadores aparentemente normales, que viven en el propio Israel, y que probablemente reciben consignas o se radicalizan a través de internet. Constituyen una nueva amenaza difícil de prevenir y de combatir, ya que contra ella poco puede hacer el ejército. De ahí la psicosis de pánico entre los israelíes.
Los expertos se preguntan qué es lo que impulsa a estos jóvenes a agredir a los israelíes a expensas de su propia vida. Algunas respuestas apuntan a la desesperanza y la frustración por la ocupación israelí y la imposibilidad de tenerunavidamejorqueladesuspadressinocambianlas cosas. Paradójicamente, la nueva oleada de violencia protagonizada por los jóvenes palestinos empezó poco tiempo después de que el presidente Mahmud Abas declarase, en la Asamblea General de las Naciones Unidas celebrada en septiembre, que quedaban sin aplicación los acuerdos de Oslo de 1993, como consecuencia de la ruptura de las negociaciones con Israel que se arrastra desde el año 2004. Estos acuerdos son los que posibilitaron la creación de la Autoridad Nacional Palestina y los que permitían tener algún tipo de esperanza en un futuro mejor. Los actuales jóvenes palestinos, conocidos precisamente como la “generación perdida de Oslo”, han crecido entre esfuerzos fallidos para lograr la paz en Oriente Medio, y la suspensión de los citados acuerdos, ante la intransigencia de Israel, les ha cerrado toda esperanza de lograr algún día un Estado palestino.
Beniamin Netanyahu quiere lograr con Abas algún tipo de acuerdo que permita desactivar la actual escalada de violencia, que ha sido del todo inesperada para la población israelí, como demuestra el hecho de que el problema palestino no fuera uno de los asuntos principales de las elecciones del pasado mes de marzo. Pero el primer ministro israelí, en esta ocasión, deberá comprometerse algo más de lo que ha hecho hasta ahora, porque no tiene armas ni muros para defenderse de la nueva amenaza terrorista de los lobos solitarios fruto de la frustración de la juventud palestina. Lo grave es que la política seguida hasta ahora por Netanyahu, de no ceder ni un paso, ha dejado contra las cuerdas al propio Abas y al resto de las facciones moderadas de la Autoridad Nacional Palestina.
Una tercera intifada (revuelta popular) palestina está a punto de encenderse, con el riesgo de provocar un efecto llamada de terroristas islámicos de la región. Es importante que Netanyahu y Abas lleguen a acuerdos que eviten un nuevo estallido de violencia de consecuencias imprevisibles. Para ello, la presión internacional es imprescindible y, en este marco, son claves las reuniones que esta semana Netanyahu tendrá en Berlín con Angela Merkel y con el jefe de la diplomacia estadounidense, John Kerry.