El regreso del viajante
Reeditadas obras del polémico dramaturgo estadounidense coincidiendo con el centenario de su nacimiento, que se cumple hoy
En el centenario de su nacimiento, las editoriales reeditan los principales textos de Arthur Miller, uno de los autores más importantes de la literatura norteamericana del siglo XX, perseguido por la caza de brujas maccarthista.
Nació en Nueva York el 17 de octubre de 1915 y falleció el 10 de febrero de 2005 en Roxbury, Connecticut. Se cumple ahora un siglo. Vivió intensamente noventa años acumulando en su biografía referencias profesionales que aún no hemos olvidado: el Premio Pulitzer, la exitosa evolución de su Muerte de un viajante (1949), la brillantez de Cristales rotos y la persecución de la que fue objeto en la década de los ochenta, víctima de la caza de brujas.
A pesar de recibir múltiples presiones –para empezar le retiraron el pasaporte– jamás reveló los nombres de los componentes de aquel círculo literario sospechoso de tener vínculos con el Partido Comunista. Él mismo, aun sin ser comunista, firmó varios manifiestos de apoyo y asistió a reuniones clandestinas. Consecuencia de una honda reflexión sobre el órdago macartista fue su crítica en Las brujas de Salem (1952), furia desatada de toda una comunidad. Ahora, con motivo del centenario de su nacimiento, la editorial Tusquets lanza un volumen titulado Teatro reunido, cinco de las piezas teatrales más importantes del dramaturgo, y reedita Vidas rebeldes. También ha publicado Tusquets un cuento infantil del mismo autor, La manta de Jane, ilustrado por el dibujante norteamericano Al Parker.
No fue, la suya, la vida que esperaba. Circunstancias personales determinaron su polémica personalidad y alimentaron su leyenda negra. Su primer matrimonio, en 1940, con “la novia del colegio” – la hija de un vendedor de seguros con la que tuvo dos hijos– resultó fallido. El segundo, tormentoso matrimonio con la actriz Marilyn Monroe (entre 1956 y 1961) a la que –según ella– “aniquiló humanamente y humilló públicamente”, le dejó
sentimentalmente exhausto. La misma Marilyn protagonizó Vidas rebeldes dirigida por John Huston en 1960, en la que fue primera incursión en el cine del mítico Miller. El tercero no fue mejor: se casó con la fotógrafa Inge Morath y vivieron juntos entre 1962 y 2002. Pero de ese matrimonio nació un hijo con síndrome de Down que fue internado a los pocos días de nacer en una institución pública, circunstancia que el autor nunca quería recordar.
Hijo de una familia de inmigrantes judíos de clase media, Arthur Miller vio con ojos de adolescente de catorce años cómo su padre, que poseía una próspera empresa textil, se arruinaba con el crack del 29. La familia tuvo que mudarse de Manhattan a un modesto apartamento de Brooklyn. El mismo en el que se inspiró Miller para construir Muerte de un viajante, epopeya del viajante de comercio Willy Loman que, ante el derrumbe de su vida, se pregunta qué ha hecho mal. Con el tiempo, Muerte de un
viajante ha acabado siendo el símbolo de la tragedia de un hombre corriente inmerso en una sociedad que lo aniquila. ¡Y de la inutilidad del sacrificio! El propio Miller conocía bien el esfuerzo: se pagó sus estudios de periodismo en la Universidad de Michigan con el dinero ganado en un almacén de recambios para automóvil. Manifiesto fue su activismo social denunciando, entre otras cosas, la intervención de EE.UU. en Corea y Vietnam mientras reconocía públicamente “todavía me sorprende que la injusticia me provoque insomnio”.
En la década de los años cincuenta el interés, en España, por las propuestas escénicas de Arthur Miller, principalmente entre algunos grupos de teatro alternativo, fue en aumento. Hasta llegar a los grandes escenarios. Cuando en 1956 José Tamayo, director del teatro Español de Madrid, decidió poner en escena la polémica obra de Miller, Las brujas de Salem, contaba con un favorable antecedente: el estreno, el 10 de enero de 1952, también bajo su dirección, de otro de los textos del dramaturgo norteamericano. La gran acogida de los espectadores y de la crítica hacia el montaje de La
muerte de un viajante, interpretada por la Compañía Lope de Vega, y en el teatro de la Comedia de Madrid, significó de hecho un éxito comercial, manteniéndose en cartelera durante meses.
Explicaba Mario Gas, que dirigió la obra en 2009 en el Teatro Español, en qué consistía ser “un Loman”: “Cualquier persona que vive una vida de ficción totalmente alienada, a favor de un sistema que cuando ya no le sirve le arroja a la cuneta y que, encima, no sabe qué lugar ocupa, no sabe reaccionar ni tener un compromiso consigo mismo, es hoy por hoy un Loman”. Los encontramos por todas partes, añadía. También ha habido muchos Loman en escenarios y pantallas, de Dustin Hoffman a John Malkovich, de Jordi Boixaderas a José Sacristán.
Sus personajes, atormentados por la culpabilidad, arrastrados por celos y sospechas, reflejan su propia vida. Algo que se proyecta, por ejemplo, en Panorama desde el puente (1955), otra de las obras clave del dramaturgo y guionista rescatadas por Tusquets. Una pieza que, en palabras del escritor Eduardo Mendoza, “enfrenta al espectador (o lector) a un constante dilema: enjuiciar una conducta que uno sabe censurable pero que difícilmente puede condenar sin reservas”. No menos vigente resulta, aún hoy, Todos
eran mis hijos (1947)una de sus primeras obras, dirigida en su estreno por Elia Kazan, que incide en un tema recurrente para Miller: las conflictivas relaciones entre padres e hijos, la responsabilidad social e individual, la necesidad o no de vivir según unos principios. Y como siempre, los fantasmas del pasado, al fin.
Tusquets lanza un volumen titulado ‘Teatro reunido’, cinco de sus piezas teatrales más importantes Sus personajes, atormentados por la culpabilidad, por celos y sospechas, reflejan su propia vida