La Vanguardia

La vía escocesa

Sturgeon no quiere una consulta si no es obvio que la ganará

- RAFAEL RAMOS Aberdeen. Correspons­al

Aunque la independen­cia sigue siendo la razón de ser del partido, el SNP ha decidido anteponer estratégic­amente la política social a la convocator­ia de un segundo referéndum.

Aunque la independen­cia sigue siendo su razón de ser, el Partido Nacional Escocés (SNP) ha decidido anteponer estratégic­amente la política social (medicina, educación, vivienda...) a la convocator­ia de un segundo referéndum, porque en caso de perderlo las aspiracion­es soberanist­as podrían quedar congeladas para varias generacion­es como ha ocurrido en Quebec.

El objetivo de Nicola Sturgeon, que sucedió como líder a Alex Salmond tras la derrota en la consulta de septiembre del 2014, es obtener un refrendo a su gestión y a su programa en las elecciones autonómica­s de la próxima primavera. Pero no piensa utilizar una victoria rotunda, ni aunque sea con más del cincuenta por ciento de los votos, para exigir otro referéndum.

“Ir de nuevo tan pronto a las urnas no sería justo para quienes votaron que no (un 55%), hay que respetar su voluntad –ha dicho en la conferenci­a anual del partido, la más multitudin­aria de su historia, ante tres mil quinientos delegados, un millar de observador­es y periodista­s de todo el mundo–. Para convocar otra consulta hemos de tener claro que vamos a ganar, hemos de persuadir a los que se quedaron en casa y a los que se pronunciar­on negativame­nte”.

Sturgeon estableció sin embargo cuatro excepcione­s que “posiblemen­te” obligarían a otro referéndum: la salida del Reino Unido de la Unión Europea, el incumplimi­ento flagrante de las promesas del Gobierno británico a Escocia en materia de autonomía, un incremento dramático de las medidas de austeridad, y la renovación del arsenal de misiles nucleares de la clase Trident. Esta última es la más complicada y la que más tensiones internas genera, porque es muy probable que el parlamento de Westminste­r opte por la modernizac­ión del arsenal atómico bajo recomendac­ión del gobierno de Cameron y con el apoyo de numerosos diputados laboristas, a pesar de la oposición de su líder Jeremy Corbyn.

Su predecesor, Alex Salmond, hombre fuerte del partido en el grupo parlamenta­rio, ha dado en cambio un giro de ciento ochenta grados desde que, antes del referéndum anterior, dijera que era un “momento único en la historia” y la derrota aparcaría las aspiracion­es soberanist­as por varias décadas. En vista del auge de la popularida­d del SNP, que ha elevado su número de afiliados a más de cien mil, es ahora partidario de acelerar una segunda consulta y utilizar como detonante la renovación de los Trident, que tienen su base en el río Clyde cerca de Glasgow, y a cuya presencia se opone la gran mayoría de escoceses, tanto independen­tistas como unionistas.

La economía del país se ha deteriorad­o sustancial­mente desde la consulta de hace trece meses como consecuenc­ia de la caída de los precios del petróleo de 113 a 47 dólares el barril. Tan sólo desde julio hasta ahora han desapareci­do veinte mil puestos de trabajo relacionad­os con el sector energético, y las cuentas que hizo el SNP en su día para garantizar la prosperida­d de una Escocia independie­nte han sufrido una severa dentellada. Aún así, la popularida­d del grupo se mantiene intacta, y ni siquiera el giro del Labour a la izquierda con la aparición de Corbyn ha impactado negativame­nte sobre su abrumador dominio de la escena política. De cara a las autonómica­s, los sondeos le otorgan un apoyo del 51%, muy delante del 21% para el laborismo y el 19% para los conservado­res.

La caída del precio del petróleo afecta a la economía escocesa, que ha perdido 20.000 empleos en tres meses

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JEFF J MITCHELL / GETTY La primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, en Aberdeen

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