La vía escocesa
Sturgeon no quiere una consulta si no es obvio que la ganará
Aunque la independencia sigue siendo la razón de ser del partido, el SNP ha decidido anteponer estratégicamente la política social a la convocatoria de un segundo referéndum.
Aunque la independencia sigue siendo su razón de ser, el Partido Nacional Escocés (SNP) ha decidido anteponer estratégicamente la política social (medicina, educación, vivienda...) a la convocatoria de un segundo referéndum, porque en caso de perderlo las aspiraciones soberanistas podrían quedar congeladas para varias generaciones como ha ocurrido en Quebec.
El objetivo de Nicola Sturgeon, que sucedió como líder a Alex Salmond tras la derrota en la consulta de septiembre del 2014, es obtener un refrendo a su gestión y a su programa en las elecciones autonómicas de la próxima primavera. Pero no piensa utilizar una victoria rotunda, ni aunque sea con más del cincuenta por ciento de los votos, para exigir otro referéndum.
“Ir de nuevo tan pronto a las urnas no sería justo para quienes votaron que no (un 55%), hay que respetar su voluntad –ha dicho en la conferencia anual del partido, la más multitudinaria de su historia, ante tres mil quinientos delegados, un millar de observadores y periodistas de todo el mundo–. Para convocar otra consulta hemos de tener claro que vamos a ganar, hemos de persuadir a los que se quedaron en casa y a los que se pronunciaron negativamente”.
Sturgeon estableció sin embargo cuatro excepciones que “posiblemente” obligarían a otro referéndum: la salida del Reino Unido de la Unión Europea, el incumplimiento flagrante de las promesas del Gobierno británico a Escocia en materia de autonomía, un incremento dramático de las medidas de austeridad, y la renovación del arsenal de misiles nucleares de la clase Trident. Esta última es la más complicada y la que más tensiones internas genera, porque es muy probable que el parlamento de Westminster opte por la modernización del arsenal atómico bajo recomendación del gobierno de Cameron y con el apoyo de numerosos diputados laboristas, a pesar de la oposición de su líder Jeremy Corbyn.
Su predecesor, Alex Salmond, hombre fuerte del partido en el grupo parlamentario, ha dado en cambio un giro de ciento ochenta grados desde que, antes del referéndum anterior, dijera que era un “momento único en la historia” y la derrota aparcaría las aspiraciones soberanistas por varias décadas. En vista del auge de la popularidad del SNP, que ha elevado su número de afiliados a más de cien mil, es ahora partidario de acelerar una segunda consulta y utilizar como detonante la renovación de los Trident, que tienen su base en el río Clyde cerca de Glasgow, y a cuya presencia se opone la gran mayoría de escoceses, tanto independentistas como unionistas.
La economía del país se ha deteriorado sustancialmente desde la consulta de hace trece meses como consecuencia de la caída de los precios del petróleo de 113 a 47 dólares el barril. Tan sólo desde julio hasta ahora han desaparecido veinte mil puestos de trabajo relacionados con el sector energético, y las cuentas que hizo el SNP en su día para garantizar la prosperidad de una Escocia independiente han sufrido una severa dentellada. Aún así, la popularidad del grupo se mantiene intacta, y ni siquiera el giro del Labour a la izquierda con la aparición de Corbyn ha impactado negativamente sobre su abrumador dominio de la escena política. De cara a las autonómicas, los sondeos le otorgan un apoyo del 51%, muy delante del 21% para el laborismo y el 19% para los conservadores.
La caída del precio del petróleo afecta a la economía escocesa, que ha perdido 20.000 empleos en tres meses