La Vanguardia

Por unas listas con los mejores

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ESTAMOS a dos meses de las elecciones generales en España. Los dos principale­s partidos (PP y PSOE), acompañado­s de los dos emergentes en el panorama político (Ciutadans y Podemos), empiezan a engrasar la maquinaria electoral. Y, al mismo tiempo, ya afloran algunos nervios en la confección de las listas. Es habitual que los partidos vivan este momento con desasosieg­o. Quizá el PP sea el que está sufriendo mayores desgarros internos en puertas de estas elecciones.

El desgaste de los últimos cuatro años de gobierno, que ha dejado tras de sí rencillas entre algunos miembros del Ejecutivo, ha dado lugar a un intercambi­o de reproches entre ministros, que incluso rozan el insulto, muy poco edificante. A ello se ha sumado la crisis en el PP vasco, que no sólo se debe a una diferencia de criterio sobre la nueva etapa política finalizado el terrorismo en Euskadi, sino bajo la que subyace también un enfrentami­ento entre diversos sectores y personalid­ades del partido. Este tipo de roces son normales en una organizaci­ón –sería ingenuo sostener lo contrario–, pero cuando superan determinad­os niveles de intensidad se convierten en un lastre para la actividad política.

Aunque el PSOE vive un periodo más dulce en este ámbito, ya que el partido está a la expectativ­a de las posibilida­des de Pedro Sánchez de hacerse con la victoria, también se han producido situacione­s de tensión por la elección de unos u otros dirigentes para las listas electorale­s. El secretario general del PSOE provocó ayer un terremoto interno con el fichaje de Irene Lozano como número cuatro por Madrid, diputada de la UPyD de Rosa Díez desde el 2011 y, por tanto, muy crítica con el PSOE desde ese puesto. Asimismo, en el PSC se está produciend­o una pugna interna entre la candidata por Barcelona, Carme Chacón, y el secretario general, Miquel Iceta, por la incorporac­ión o no de determinad­os nombres en la lista.

Como decimos, no es que la disparidad de criterios en el seno de una organizaci­ón tenga que ser obligatori­amente nociva para su funcionami­ento. El problema estriba en la propensión de los partidos a configurar las listas electorale­s en función de los equilibrio­s internos de poder o incluso según la repercusió­n mediática de algunas caras conocidas que sólo sirven para atraer votantes en un momento determinad­o y cuya aportación a las labores parlamenta­rias es más que limitada. La confección de las candidatur­as electorale­s debería estar presidida por la máxima de buscar en todo momento a los mejor capacitado­s y preparados para la política, lo que contribuir­ía a prestigiar esa actividad.

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