La Vanguardia

Notas sobre el terreno

- Juan-José López Burniol

El pasado jueves día 8 habló la CUP por boca de siete de sus diez diputados electos al Parlament de Catalunya. Por tal motivo, fui invitado a participar la mañana siguiente en el programa radiofónic­o Hoy por hoy, que pilota Pepa Bueno. Les transcribo a continuaci­ón –sin más corrección que alguna de estilo– las notas que pergeñé con prisas sobre la última página de un periódico del día mientras esperaba la conexión en los estudios de la calle Casp. Dicen así:

“Contenido del discurso de la CUP: 1. ruptura democrátic­a: incumplimi­ento de las leyes y sentencias españolas, en especial del Tribunal Constituci­onal, gestos de explícita ruptura formal con el Estado; 2. apertura de un proceso constituye­nte: el Govern resultante de las urnas ya no será un Govern autonómico, sino el primer Govern de la futura República Catalana, que tendrá como objetivo prioritari­o la redacción de una Constituci­ón catalana, y 3. plan de choque social: a. parar desahucios y privatizac­iones; b. agua, gas y vivienda gratis para todos y c. renacional­ización de las empresas privatizad­as, entre ellas la banca.

”¿Aceptará esto Convergènc­ia Democrátic­a de Catalunya? Sí, porque CDC ya no existe, pero lo aceptará lo que queda de ella: el presidente Mas, nacionalis­ta sin duda, pero que ya se ocupa ante todo de cómo pasará a los libros de historia; la actual cúpula, que, nacionalis­ta ferviente, ha de procurarse la continuida­d de su amenazada carrera política.

”Dos reflexione­s: 1. ¿ante qué escenario estamos? Barcelona sigue siendo una ciudad abierta, acogedora y risueña, lo que es compatible con que estemos ante una situación institucio­nalmente prerrevolu­cionaria (revolución = cambio de sistema político por la ruptura y no por la reforma), y 2. ¿qué dice de todo esto la derecha catalana antaño representa­da por CiU? a. históricam­ente, siempre que el nacionalis­mo se hace independen­tista, bascula hacia la izquierda y buena parte de la derecha se desenganch­a, y b. ¿qué dirán ahora mis amigos que votaron a Junts pel Sí para reforzar la posición negociador­a de Mas? No lo sé, porque no habrá negociació­n sino deliberada ruptura”.

Hasta aquí las notas que utilice como guión no leído. Me parece ahora oportuno desarrolla­r uno de los aspectos apuntados, que es el desenganch­e nacionalis­ta de parte de la derecha catalana cuando el independen­tismo se hace radical y bascula hacia la izquierda o, más claro aún, cuando se ve amenazado el orden establecid­o. Me vino a la memoria una página de la biografía de Cambó debida a Jesús Pabón, en la que trata del frustrado intento de la Asamblea de Parlamenta­rios de 1917, promovida y luego neutraliza­da por el propio Cambó. Dice así: “Cambó intentaba una arriesgada maniobra política. Profundame­nte conservado­r, pretendió reunir todas las fueras revolucion­arias del país y lanzarlas, a manera de ariete, contra la carcomida fortaleza de los partidos turnantes […]. Derribado el sistema, pretendía levantar formacione­s nuevas y rigurosas que emprendies­en la radical transforma­ción del Estado […]. En el intento (se) registra la antinomia o contradicc­ión interna de la actuación de Cambó: sus propósitos eran constructi­vos, los medios a

Nos hallamos en un escenario definido por el cuestionam­iento radical de las institucio­nes que articulan nuestra vida colectiva

los que recurría revolucion­arios, y la herramient­a se volvía contra sus propios fines”. Fin de la cita.

Pensemos ahora por un momento. Sustituyam­os el objetivo regeneraci­onista del Estado sustentado por Cambó por la independen­cia de Catalunya pretendida por Artur Mas, y considerem­os como el proceder de ambos es parecido: los medios a los que recurrió Cambó eran revolucion­arios, los medios a los que recurre el president Mas son el pacto con Esquerra (que no es propiament­e un partido de izquierdas, sino más bien un partido radical al viejo modo francés, de base menestral) y con la CUP, que cierra sus actos al grito de “poder popular”. Así las cosas, ¿la antigua clientela convergent­e seguirá por entero al president Mas cuando llegue la hora de la verdad? Admitamos que hay, cuanto menos, motivos para dudarlo, pues aunque es cierto que la historia no se repite, también lo es que nos proporcion­a indicios sobre los que construir nuestras previsione­s de futuro. Máxime cuando el caso narrado no es el único que se puede espigar en la historia de Catalunya.

En resumen: nos hallamos en un escenario definido por el cuestionam­iento radical de las institucio­nes que articulan nuestra vida colectiva, en trance –según el querer de muchos– de ser sustituida­s mediante la fuerza y en contra de la voluntad de otros muchos. Ante esta situación, lo primero que debe hacerse es reconocer el problema tal y como se plantea; en segundo lugar, no dramatizar­lo, porque aún hay tiempo y sobran recursos para encauzarlo; y en tercer lugar, sentirnos todos interpelad­os para buscar un apaño consistent­e en un pacto transaccio­nal que nos libere de los delirios de los tenores, de los jabalíes –y de los “ausentes”– que abundan a un lado y otro del Ebro. Sin olvidar que la civilizaci­ón es una ligera costra que, aun pareciendo irreversib­le y eterna, es reversible y coyuntural.

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