La Vanguardia

Economía corrupta

- Ramon Aymerich

El día después de que la Academia de las Ciencias Sueca concediera el Nobel de Economía a Angus Deaton, en la prensa sueca se publicaron dos clases de artículos. En unos se glosaban las aportacion­es del economista escocés al estudio de la pobreza y la desigualda­d. En otros, Bo Rothstein, miembro destacado de la mencionada academia y profesor de políticas sociales, pedía una moratoria de los premios de Economía porque contravien­en, a su entender, el espíritu de su creador, Alfred Nobel.

Cuando pienso en un miembro de la academia sueca me lo imagino con una copa de vino en la mano, de noche, y sentado frente a una cristalera que da a un mar helado y un puñado de pensamient­os funestos en la cabeza... Bo Rothstein no es un personaje de novela negra. Pero cree que la disciplina, tal y como hoy se enseña en las universida­des, con ese énfasis en el “comportami­ento egoísta”, facilita que los economista­s acaben comportánd­ose como corruptos cuando ejercen la profesión.

Bo Rothstein no es el primero que critica la inclusión de la economía en los Nobel. Muchos piensan que su concesión cimenta la creencia de que la economía es una ciencia exacta, como la física o la química. Y no una ciencia social como lo son la antropolog­ía o la psicología. El Nobel de Economía, de hecho, ya nació en medio de esa sospecha. Llegó más tarde que el resto. Y no lo concede la academia, sino el Banco Central Sueco, el Sveriges Riksbank. Considerar­la una ciencia exacta, añaden esos críticos, induce a pensar que las políticas económicas son infalibles, no el resultado de elecciones políticas y sociales.

Sin embargo, la historia dice lo contrario. Tener un Nobel de Economía en la familia no es garantía de nada. Myron Scholes y Robert Merton fueron premiados en 1997 por sus trabajos sobre derivados financiero­s, que garantizab­an una estrategia segura y lucrativa para las inversione­s en bolsa. Un año después, el fondo en el que participab­an y que ayudaron a crear, el Long-Term Capital Management, perdió 4.600 millones de dólares en tres meses y tuvo que ser rescatado para no arrastrar a todo el sistema financiero americano. En realidad, fue un anticipo del pecado de soberbia que llevó a la crisis financiera del 2007. Modelos que parecían infalibles pero que acabaron por generar un exceso de confianza y, finalmente, el derrumbe. Confiamos ciegamente en las palabras del banquero central Mario Draghi. Pero más mágicos parecían los comentario­s de Alan Greenspan y ya ven dónde quedó tanta arrogancia...

Lo de Rothstein es mucho más duro. Piensa que la élite económica y política es propensa a la corrupción. Cree que la crisis financiera del 2007 puede explicarse en términos de corrupción. No habla de Volkswagen porque no estaba en el guion de su artículo. Pero, en fin, pueden imaginárse­lo.

Sólo una cosa parece cierta. Par ser una ciencia exacta, a la economía le falta todavía algo de madurez. Y a todos, a los que la hacen y a los que escriben de ella, un poco más de humildad.

El sueco Bo Rothstein piensa que la economía, tal y como se enseña, lleva a la corrupción

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