El emprendedor del Nilo
amuda goueli ESTE INMIGRANTE QUE DESCONOCE SU FECHA DE NACIMIENTO, PUDO LLEGAR A ESPAÑA EN AVIÓN, SIN SALTAR VALLAS EN MARRUECOS NI JUGARSE LA VIDA EN UNA PATERA. FUNDÓ UN PORTAL DE VIAJES QUE VENDE EN 25 PAÍSES DESDE UNA BUHARDILLA EN LAVAPIÉS
Nació en Nubia, o según dice el propio Amuda Goueli en “tierra de nadie”, un antiguo reino independiente al sur de Egipto y al norte de Sudán, a lo largo del valle del Nilo, concretamente entre la primera y la sexta catarata. No vio una bombilla eléctrica hasta lo 8 años y a los 9 dejó su pueblo y se trasladó con su padre y sus hermanos a El Cairo para iniciar sus estudios. Iba al colegio por la mañana, trabajaba por la tarde y estudiaba por la noche. Además, le tocaba lavar la ropa y cocinar para su familia.
Goueli cuenta que precisamente de la cocina (uno de sus hobbies preferidos) extrajo herramientas que le han servido posteriormente en la gestión del día a día de Destinia, la empresa que fundó en 2001 junto a su socio Ian Webber, un músico australiano que había tocado en la orquesta de Sarasate. A ambos les apasionaba viajar y hablando, hablando decidieron crear una página web para compartir con los amigos todo lo que ellos sabían. Esa página, Interhotel.com, fue la que más tarde se convirtió en el negocio que hoy es Destinia.
Llegó a España gracias a una beca del Instituto Cervantes para perfeccionar el español, que ya estudiaba en El Cairo. “Estudié español porque era algo diferente a lo que estudiaba el resto y porque era barato. Un curso me costaba 5 euros”, dice Amuda Goueli. Después de varios viajes de ida y vuelta, al final se quedó para estudiar Marketing, justo en el momento en el que empezaba la “batalla de internet” y explica que fue de los primeros “en darme cuenta del potencial de negocio que había en la red de redes.
Aparte del impacto cultural que supuso pasar de Egipto a España, una de las cosas que más le sorprendieron al llegar y que aún le dejan perplejo, parafraseando a Miguel de Unamuno cuando escribió que “la envidia es la íntima gangrena del alma española” es el conformismo y el poco aprecio de los españoles para con los empresarios de éxito. “No pasa en ningún otro país como aquí que tener éxito en cualquier ámbito genere rechazo y envidia”, dice Goueli, que recuerda que también le sorprendió que cuando llegó a España “el sueño de muchos españoles fuera ser funcionario” y se lamenta de que las cosas hayan cambiado tan poco en ese aspecto.
Reivindica la cultura y la figura del emprendedor como alguien que aúna “conocimientos, curiosidad, inquietud y riesgo”. Aunque en su opinión la crisis está haciendo que la gente se arriesgue más, cree que en general existe demasiado miedo al fracaso. “Fracasar es necesario, porque te hace ver las cosas de otra manera y te enseña a trabajar duro siempre”. Sabe perfectamente de lo que habla, porque “en muchos proyectos que he iniciado, he perdido mucho dinero”. Entre ellos uno de sus primeros intentos de negocio fue una empresa dedicada a facilitar que la gente pudiera compartir el coche, lo que hoy es Bla Bla Car.
Es un inmigrante que no tuvo que jugarse la vida par llegar a Europa y al que, sin duda, las cosas le han ido bien, pero como nadie mejor que él sabe lo que le ha costado, no está dispuesto a tolerar actitudes como las que le llevaron a replicar a la presentadora de televisión Mariló Montero cuando esta dijo que “a los negritos había que enseñarles a labrar la tierra en lugar de darles dinero”. Dice que cuando escuchó a la presentador decir eso en un programa de Telecinco, se sintió “con la obligación moral de responder, porque aunque haya que respetar la opinión de todo el mundo, hay que defenderse contra la ignorancia y contra lo que se empieza a decir casi como una broma o con condescendencia y termina convertido en opiniones y comportamientos racistas, que hay que cortar de raíz”. Siempre ha sido una persona políticamente comprometida. Uno de los motivos por los que se fue de Egipto fue porque durante su etapa universitaria se significó en la lucha contra el régimen de Mubarak, por lo que llegó a pasar tres meses en la cárcel. “Es verdad que cuando llegué a España me desconecté un poco de lo que pasaba en Egipto, pero cuando se produjo la revolución de la plaza Tahrir, me impliqué de nuevo. Vi esperanza en la gente, pero también que no tenían medios”. Así que decidió regresar a Egipto y quedarse allí durante las protestas, para asesorar y ayudar financieramente a los opositores a Mubarak y en especial al grupo de jóvenes que animaron, desde una página de Facebook, a la gente a salir a la calle el 25 de enero de 2011.
No dice nunca su edad. No es por coquetería, pero si por vergüenza. “No tengo ni idea del año, ni del mes, ni del día en que nací. Cuando llegamos a El Cairo, mi padre se inventó la fecha de mi partida de nacimiento y cuando me preguntan en qué año nací, si digo esa fecha se me cae la cara de vergüenza porque sé que estoy mintiendo”, dice Goueli entre carcajadas.