La Vanguardia

La autora del titular: “The war’s begun”

LA PERIODISTA QUE PUBLICÓ LA EXCLUSIVA DEL INICIO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL CUMPLE 104 AÑOS TRAS HABER CUBIERTO LOS CONFLICTOS BÉLICOS MÁS RELEVANTES DEL ÚLTIMO SIGLO

- ALBA HUERGA Barcelona

“Mil tanques se han congregado en la frontera con Polonia, hay diez divisiones listas para el gran golpe”. El 1 de setiembre de 1939, este titular que cambió el transcurso de la historia salió a luz en el periódico inglés The Daily Telegraph. Las tropas nazis se acumulaban en la frontera polaca listas para invadir Varsovia. Pero allí, solo había una persona para contarlo: Clare Hollingwor­th. El hito del periodismo que el pasado sábado cumplió 104 años, cogió entonces el coche de un cónsul británico en Katowice y al descubrir la emboscada llamó a su amigo Robin Hankey, segundo secretario de la embajada británica en Varsovia, y le dijo: “The war’s begun! (La guerra ha empezado)”. Dos días después, la primicia de una periodista que no llevaba más de una semana trabajando, desencaden­ó el estallido de la Segunda Guerra Mundial; el Reino Unido declaró la guerra a la Alemania nazi.

El día de su último cumpleaños, que celebró en Hong Kong, el Club de Correspons­ales Extranjero­s recordó su valerosa gesta como correspons­al internacio­nal y como personaje ilustre. Y es que Clare ha estado en primera línea de fuego en los acontecimi­entos más trascenden­tes de la historia. Incluso antes de su primer trabajo como periodista, ayudó a rescatar a 3.000 fugitivos del fuego alemán disfrazánd­olos de lugareños en la ciudad polaca de Katowice. La hazaña le valió a la joven de Leicester el apodo de Pimpinela Escarlata en la prensa británica. Más tarde, fueron sus scoops o exclusivas, su pasión por los conflictos bélicos, los que hicieron a Hollingwor­th una valiente que se adentraba en las zonas peligrosas que otros no querían pisar. El coraje y los conocimien­tos de la guerra que la periodista demostró a lo largo de su carrera, se deben a las lecciones de vida que su padre le contó durante la I Guerra Mundial. En el 2009 Clare contó para The

Guardian, cómo su padre le explicaba “quién atacaba qué y por qué, los errores y las razones de la guerra – una guerra que de hecho, fue y ha sido siempre, una extensión de las políticas y del resultado fallido por parte de los estados de mantener la paz”.

Los periodista­s que tuvieron el honor de trabajar con Hollingwor­th durante sus años de gloria la definen como una mujer “casada con su trabajo” o “una ídolo para las reporteras”. Sin embargo, para ella el género nunca ha sido una barrera. No tuvo hijos, su carrera siempre era lo primero. Esto le valió el divorcio de su primer marido, Vandaleur Robinson, un importante miembro de la entonces Sociedad de Naciones –donde la periodista también trabajó–, porque como ella indicó poco después de perder la vista en 1995: “Cuando estoy en una historia, estoy en una historia. Al diablo con mi marido, mi familia o quien sea. No descansaré hasta que llegue al fondo del asunto”.

Un compañero de correspons­alías, Alan Watson, contó a Buzznews: “Cuando ella empezó en este mundo, no había casi reporteras y a nadie le parecía raro”. Fue pionera en el mundo del reporteris­mo, y lejos de competir con las otras profesiona­les del gremio, su gran sentido de la noticia le avisaba que era mejor cooperar. Por eso construyó una red de mujeres periodista­s entre El Cairo y el norte de África, en la que se encontraba­n nombres ilustres como Eve Curie, hija de Marie Curie o Martha Gellhorn, esposa de Hemingway. La inglesa sabía que trabajaba en una profesión dominada por hombres. Aun así, poseía las mejores fuentes: desde generales a primeros ministros. Esto le dio el privilegio de ser testigo ocular durante las guerras indo-pakistaníe­s y de haber sido la primera persona acreditada para entrar en Pequín después de la revolución cultural china. Su protagonis­mo en la industria de la informació­n subió como la espuma durante la revolución argelina (1954-1962), donde participó en el rescate del periodista John Wallis, que había sido secuestrad­o por rebeldes argelinos. Entonces, sumó a su lista el apodo

de Juana de Arco. Hollingwor­th guió al resto de la prensa al lugar donde tenían cautivo a Wallis diciendo: “Vamos chicos, ellos no dispararán a todos los periodista­s del mundo”. Además, la correspons­al fue una supervivie­nte del atentado sionista al Hotel King David en Jerusalén que acabó con la vida de 91 personas. Allí, se encontraba con su segundo marido, el periodista del Times Geoffrey Hoare, que murió años después de un ataque al corazón.

La mujer que “prefiere estar en un avión que lanza bombas que en un sofá viendo un partido de futbol” se retiró de la prensa oficialmen­te en 1981, aunque siguió trabajando como correspons­al en Hong Kong más de una década. Ahora con 104 años declara que a veces duerme en el suelo para asegurarse que no se ha vuelto blanda. Su equipaje de aventuras siempre fue una máquina de escribir, un cepillo de dientes y un revólver para defenderse de nazis, espías soviéticos o secuestrad­ores argelinos. Ahora los familiares y conocidos de Clare llevan a cabo una campaña para recordarla: #celebrateC­lare. Porque no debe olvidarse el nombre de una mujer centenaria que aún guarda su pasaporte y los zapatos cerca de la cama por si hay alguna guerra que cubrir.

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MIKE CLARKE / GETTY Las exclusivas de Hollingwor­th alertaron a las autoridade­s de seguridad, e incluso el MI5, el servicio de inteligenc­ia británico, creyó que la periodista era, en realidad, una espía
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