Terremoto sobre una guerra
Un seísmo mata a más de trescientas personas en Pakistán y Afganistán
JORDI JOAN BAÑOS Un fuerte terremoto con epicentro en Afganistán sacó ayer de sus casas a los habitantes de cuatro capitales asiáticas. Sin embargo, fue en la remota cordillera del Hindu Kush y en los distritos fronterizos de Pakistán donde se registraron casi todas las víctimas mortales, al menos 236 en un recuento muy provisional debido a las dificultades de acceso.
Era la hora de comer cuando las calzadas de Delhi se llenaron súbitamente de vecinos alarmados, tras el segundo temblor en menos de cinco minutos. Como sucedió hace seis meses, muchos pensaron que algo espantoso se acababa de desencadenar en el Himalaya. Pero esta vez la onda sísmica no provenía del este –del valle de Katmandú– sino del oeste, de la cordillera que históricamente ha separado el mundo indio del mundo centroasiático (y hoy en día separa Pakistán de Afganistán).
En Islamabad, bastante más cerca del epicentro, la alarma de Delhi se convertía en verdadero susto, al igual que en la vecina Rawalpindi, donde los viaductos del metrobús temblaron como un flan. En Afganistán no se registraba un terremoto de esta magnitud –7,5 grados en la escala de Richter– desde hacía más de sesenta años y en Kabul, pese al carácter bregado de su población, hasta el presentador del telediario, en el canal Ariana News, abandonó el plató en directo. También en la capital tayika, Dushambé, hubo salidas precipitadas de edificios.
El origen del sismo, según el servicio geológico estadounidense, se encuentra en la provincia afgana de Badajshán, más concretamente, en las estribaciones montañosas –a más de 3.000 metros de altitud– del distrito de Juram, cerca de varios seismiles. Por fortuna, una zona escasamente poblada pero que plantea sus propios retos.
A las dificultades del terreno hay que añadir las derivadas de la guerra civil. Aunque las aldeas cercanas al epicentro son total o parcialmente tayikas, con minorías uzbekas, generalmente adversas a los talibanes, éstos han conseguido avances y hasta han tomado varios distritos aledaños, lo que podría dificultar el acceso de unidades gubernamentales de salvamento y comprometer seriamente la seguridad de los cooperantes internacionales, excepto los de la Cruz Roja. No obstante, según recoge Efe, un portavoz talibán habría garantizado la seguridad de las operaciones.
Por otro lado, la precariedad de las construcciones puede haber dejado a miles de personas sin techo a las puertas del duro invierno. En Kunar, provincia de más fácil acceso, se han contado 1.500 viviendas destruidas y treinta muertos.
Pese a la intensidad del seísmo, el número más abultado de víctimas en un solo incidente fue producto del pánico. Nada menos que una docena de niñas perecieron en una estampida mientras evacuaban la escuela a toda prisa, en la provincia de Tajar. Otras treinta se encuentran heridas. Al otro lado de la frontera –donde hubo que cerrar la carretera del Karakorum, que une Pakistán con China, y la red telefónica cayó en varios lugares– el balance es todavía más trágico.
En el valle de Swat, hogar de la Nobel Malala Yousafzai, doscientos heridos inundaron el hospital central en cuestión de minutos. Sin embargo, la tragedia se cebó en Chitral –con decenas de fallecidosy otras zonas tan idílicas como remotas de la provincia pastún de Pakistán, donde se contabilizaban a última hora 167 muertos, según un responsable civil. También sufrieron las demarcaciones tribales fronterizas como Bajaur.
La cifra de víctimas en Pakistán superaría los 200 muertos y el millar
Afganistán no sufría un seísmo tan fuerte desde hacía seis décadas Doce niñas perecen en una estampida mientras evacuaban su escuela
de heridos, incluidos los de zonas reclamadas por India, como Gilgit-Baltistán. Mientras, en la Cachemira bajo control indio dos mujeres mayores murieron de un infarto. Sumando los 84 muertos –y 300 heridos– confirmados en Afganistán, la cifra de víctimas mortales ronda ya los tres centenares.