De Luis Suárez a Companys
“La primera a la izquierda y después todo recto”. “Al fondo a la derecha”. “Yo lo sigo a él…”. Diputados deambulando con un plano y el número de su escaño, haciendo cola para la foto oficial, asesores despistados en busca de orientación o ejerciendo de guías improvisados... Cuando 82 diputados se estrenan en un Parlament de 135, las familias orgullosas se multiplican por los pasillos y la circulación física, y sobre todo política, se complica.
La legislatura arranca pero las dudas se multiplican más allá de si la negociación entre Junts pel Sí y la CUP prospera antes del 9 de noviembre, plazo máximo para convocar un debate de investidura. Se cubre una etapa, se arranca otra... Mientras, una caja fuerte misteriosa toma posiciones en la estrategia de la oposición por mucho que un ruidoso silencio se haya instalado en las filas independentistas intentando poner el proceso soberanista por delante de la procesión judicial en El Vendrell.
Un 3% no es suficiente para tapar la ilusión que Raül Romeva considera obligada ante el inicio de la legislatura –“mientras hay partido hay vida”– y que contrasta con la tensión latente de la competición de guante blanco entre Jordi Turull y Josep Rull por ser los padrinos de una Convergència renacida. Mucho más con la soledad autoimpuesta o padecida de Germà Gordó. Mientras todos los diputados de Junts pel Sí se han pasado al ala izquierda del hemiciclo, el conseller es el único diputado que, como miembro del Govern en funciones, ha ido a parar al extremo derecho.
Oriol Junqueras es el único que parece vivir en paz consigo mismo. Si le preguntan cómo van las negociaciones entre Junts pel Sí y la CUP responde: “Muy bien, todo muy bien”. Como si estuviera a punto de seguir la conversación con un cortés ¿y su familia, qué tal?. Se entretiene lanzando piropos a Luis Suárez por echarse el Barça a la espalda frente al Eibar aunque el fútbol y él no parezcan tener sentido en la misma frase; y atiende al alcalde republicano de Solsona emocionado cuando enseña el pañuelo que, según asegura ante la estupefacción de los presentes, Lluís Companys llevaba en el bolsillo del pantalón cuando fue detenido hace 75 años por agentes de la Gestapo en Francia y entregado al régimen franquista.
La cuenta atrás hacia el debate
de investidura está en marcha y no sólo la figura del president mantiene a Convergència lejos de la CUP. También el lenguaje y las formas. Los diputados de Junts pel Sí asumen el cargo poniéndose a disposición del nuevo Parlament para ejercer la autodeterminación del pueblo y proclamar el estado catalán libre y soberano. Los diez de la CUP, brazo en alto, no sólo cantan Els Segadors mucho más fuerte, sino que se comprometen con la ruptura y a iniciar el proceso constituyente hacia la república catalana. Los matices arrancan ahí y se extienden ampliados hasta la presidencia de la Generalitat.
No habrá pleno antes de la investidura ni declaración de inicio del proceso antes de las elecciones generales si alguien no da su brazo a torcer, o directamente se rompe el brazo. La CUP votó a Carme Forcadell como presidenta del Parlament y ella gritó “visca la república catalana”, pero los cuperos no fueron más allá en sus concesiones del primer día. Votos nulos pero simbólicos para la fundadora del POUM Antònia Adroher, la anarcosindicalista Teresa Claramunt, la fundadora de la Maternidad de Elna Elizabeth Eifenbenz, la libertaria Julia Romera Yáñez, la dirigente vecinal de la Barceloneta Emília Llorca, las escritoras María Mercè Marçal y Montserrat Roig y la actriz Margarida Xirgu.
¿Y Artur Mas? Ayer fue el destinatario de un voto perdido a secretario de la Mesa. Necesita dos para la presidencia de la Generalitat, pero esos son otra cosa…