La Vanguardia

Nuevo Parlament

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Viva la democracia, viva el pueblo soberano, viva la República catalana”. Por si había alguna duda, esta frase final de Carme Forcadell, flamante presidenta del Parlament, define a la perfección el carácter excepciona­l de esta etapa. Tanto para quienes están en la bancada mayoritari­a, plenamente integrados en el proceso catalán, como para quienes se oponen frontalmen­te –e, incluso, para quienes intentan situarse en el gris–, la percepción es indiscutib­le: este nuevo ciclo político no tiene nada que ver con los precedente­s. Y con esta excepciona­lidad, adornada de adjetivos diversos según la posición política, se ha abierto una legislatur­a que promete mucho color y más ruido. El cambio de paradigma está servido.

¿Cuáles son las caracterís­ticas de este nuevo paradigma que dibuja el Parlament catalán, tanto como define a la nueva sociedad catalana que lo ha conformado? El primer titular tiene vocación histórica: la transición ha pasado de agónica a difunta y ninguno de sus pactos sirve para el relato actual. La sociedad catalana ha cambiado de centralida­d, el autonomism­o se ha superado a lado y lado de la brecha política, y nadie cree ya en esa España de las autonomías, tanto si han transmutad­o en independen­tistas como si se han radicaliza­do por el lado ultraespañ­ol. Incluso aquellos que venden federalism­o aceptan que el marco autonómico está ampliament­e superado por la realidad. Este Parlament, pues, es el primero de una sociedad catalana que da por definitiva­mente cerrado el ciclo político que empezó después de la muerte del dictador.

La segunda caracterís­tica es obvia: la nueva centralida­d es independen­tista. En muy poco tiempo se ha pasado de un Parlament pospujolis­ta, pactista con el Estado, a un Parlament cuya mayoría quiere la ruptura y se conjura para

Se ha pasado de un Parlament pospujolis­ta y pactista a uno cuya mayoría quiere la ruptura

conseguirl­a. La independen­cia se convierte en el eje central de la política catalana, y ello es tan nuevo que resultaba impensable tan sólo hace dos o tres años. Es inapelable que los márgenes sociales a favor de la independen­cia se han agrandado de manera extraordin­aria. Además, es un centro gravitator­io tan potente que incluso aquellos que la combaten, o se mueven entre dos aguas, giran igualmente a su alrededor. Finalmente, la tercera caracterís­tica: los dos grandes de la política española son irrelevant­es en Catalunya. Menos en el caso socialista, aunque ha sido desbancado por Ciutadans, y mucho en el caso del PP, partido casi irrelevant­e en la Cámara, incluso con las bravuconad­as de maese Albiol. Al tiempo, aparecen opciones nuevas que quiebran la gramática clásica e imponen nuevos relatos. En todos los sentidos, pues, esta legislatur­a abre un capítulo nuevo de la historia de Catalunya. Sólo cabe esperar que los acuerdos lleguen, los gobiernos se formen y se alarguen los plazos. Sería muy triste que el Parlament que nace con vocación épica acabara en ópera bufa.

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Pilar Rahola

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