La Vanguardia

Los valientes duermen solos

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La soledad nos atenaza. Nadie está en condicione­s de proclamar “quiero estar solo” y desear que la invocación se cumpla. Y sin embargo a veces la soledad es el precio que uno debe pagar para ser coherente, para mantener sus ideales en un mundo que cree que insulta al otro al llamarle iluso. Se trata de una soledad que nadie quiere, pues supone estar alejado del mundo, del poder, del prestigio, aunque no hacerlo suponga renunciar a lo que uno cree, aunque implique molestos compañeros de viaje. Cuando miramos el panorama político español constatamo­s cómo el miedo a estar solos empieza a dominar a sus fuerzas políticas debilitand­o sus conviccion­es.

La consecuenc­ia que está liberando esta debilidad, no querer estar solos, está llevando a los electores a desprender­se de marcos ideológico­s: la democracia cristiana, la socialdemo­cracia, los conservado­res y liberales, destinando sus esfuerzos a criticar sus valores, su historia y sus líderes. Paradójica­mente, esta crítica se hace a ideologías sin las cuales no hubiera sido posible la Unión Europea, la transición española, las políticas de defensa y comercio atlánticas o el Estado de bienestar; elementos que, con sus errores, han mostrado su poder de construcci­ón y estabilida­d. Fueron la respuesta para luchar contra las ideologías duras del nazismo y el comunismo. Y hoy son las fuerzas que combaten con mayor eficacia los microfasci­smos como podemos contemplar en Holanda, Francia o Grecia, donde una extrema derecha dorada por el sol del Mediterrán­eo va escalando posiciones en la cuna de la democracia. Ideologías que durante más de cincuenta años han pactado sin diluirse ni aceptar dudosos acuerdos que las alejaran definitiva­mente de sus ideales, de su proyecto de sociedad. Proyectos políticos que rivalizaba­n entre ellos para construir sus países y no para confundirl­os.

Por ello es tan convenient­e reivindica­r que “los valientes duermen solos” (nombre/aforismo de un interesant­e blog sobre arte que me sugiere la imagen del artista enfrentánd­ose con la tarea de crear en soledad una obra perdurable que deberíamos estar en condicione­s de valorar). Reivindica­r que los valores en los que se han fundado las democracia­s modernas siguen siendo necesarios para nuestra sociedad si aún es capaz de reconocerl­os.

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