La Vanguardia

Pueblo y ley

- Fernando Ónega

El drama o la realidad de este tiempo de España se visualizó ayer en dos discursos políticos. En el Parlament de Catalunya, el de la nueva presidenta, Carme Forcadell, que terminó sus palabras con un vehemente “¡Viva la República catalana!”. En el palacio de la Moncloa, el del veterano presidente, Mariano Rajoy, que acusó a la Generalita­t de deslealtad con la Constituci­ón y siguió hablando de cumplir la ley. En un examen telegráfic­o y provisiona­l de la evolución del “mayor problema político de España”, como lo reconoció el presidente, se puede establecer que el independen­tismo sigue avanzando al menos en las palabras y ayer dio un paso más al hablar de República catalana en sede institucio­nal. El Gobierno sigue instalado en lo mismo que dijo hasta ahora: hay que cumplir la legalidad.

Con esas tomas de posición comienza el periodo electoral en el conjunto de España. Todo se dijo el mismo día en que se disolvían las Cortes y se iniciaba oficialmen­te la carrera hacia las urnas del 20 de diciembre. Y hay que decirlo, aunque sea elemental: las posturas son más distantes que nunca. Las diferencia­s, si ya parecían irreconcil­iables, desde ayer lo son mucho más. A efectos catalanes, las imágenes transmiten la misma impresión: medio Parlament aplaude de pie a Carme Forcadell, la otra mitad permanece sentada. La división se consolida y tiene su foto. La tensión se agrava y tiene sus palabras. Los libros de historia recogerán estos momentos y estas expresione­s.

Hasta aquí, lo visto y lo oído en Barcelona y Madrid. Lo que está por escribir es lo que vendrá después. Por lo escuchado al presidente Rajoy, tiene en su nevera mental “esas medidas en las que usted está pensando”. Así le respondió a un periodista en su rueda de prensa. ¿Cuáles pueden ser? Obviamente, las previstas en el artículo 155 de la Constituci­ón. ¿En qué momento se pueden adoptar? Supongo que cuando se termine el circuito de decisiones independen­tistas-recursos unionistas al Constituci­onal y el soberanism­o responda con la desobedien­cia civil. ¿Y después? No lo sé ni lo puedo adivinar. Sólo sé que ayer Forcadell habló del pueblo soberano y Rajoy habló de la ley. Ese es el conflicto.

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