La Vanguardia

Bernarda y el molusco bivalvo

- Magí Camps

Cuando una palabra de un idioma se parece a la de otro en la forma, pero no en el significad­o, hablamos de falsos amigos. El légume francés no es sólo nuestra legumbre, sino la verdura en general, y el verbo acostar-se catalán no tiene nada que ver con irse a la cama, sino con acercarse.

El problema viene cuando, dentro de un mismo idioma, una palabra tiene un significad­o distinto en dos dialectos. Así, en buena parte de Hispanoamé­rica, coger es un vulgarismo para hacer el acto sexual, y concha lo es para vagina. Si se es fiel al registro, sus equivalent­es en la Península serían follar y coño. Esos usos populares provocan que en México se procuren evitar los derivados de coger (acoger, recoger...), y en Argentina, si alguien se apellida De la Concha, pase apuros a la hora de decir su nombre.

Por suerte, la intercomun­icación entre dialectos es cada vez mayor y muchas de las cosas que acabo de explicar el lector ya las sabía. Y quien dice el lector, dice el juez de línea, que entendió a la primera lo que le soltó Mascherano: “La concha de tu madre” (o “de tu hermana”, según las versiones). El árbitro –también ducho en dialectolo­gía hispánica– fue informado al instante por el pinganillo y procedió a expulsar al defensa. Como entre el final del partido y la exposición pública del acta pasaron cuatro horas, uno se imaginó al equipo de árbitros debatiendo y documentán­dose sobre la expresión argentina, sobre los significad­os insultante­s del molusco bivalvo y sobre los equivalent­es españoles de la vagina de la famosa Bernarda. Nada más lejos de la realidad. El motivo fue trivial: no había buena conexión a internet y el colegiado esperó a llegar a casa para colgar el acta del partido.

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