Viva Alemania
Los seguidores ingleses miran con admiración y envidia a la Bundesliga, con sus estadios llenos al 95%, sus precios asequibles y facilidades para los jóvenes y los jubilados
Entre ingleses y alemanes no existe precisamente amor, ni físico, ni platónico, ni romántico, ni de ningún tipo. Demasiadas guerras, demasiados insultos, demasiados partidos de Mundiales y Eurocopas decididos a los penaltis, por no hablar de los bombardeos de Coventry y Dresden en la Segunda Guerra Mundial. Que hagan causa común no es fácil, como está descubriendo Cameron cuando pide a Angela Merkel que le eche una mano para reformar la Unión Europea al gusto británico y que el Reino Unido “no tenga que irse”.
Pero la canciller de hierro, aunque parezca que tenga un poco de corazón en el tema de los refugiados sirios, no le da nunca nada a nadie (que se lo pregunten a los griegos), al contrario que Manuel Neuer y la defensa del Bayern en el partido de Champions League de la semana pasada en el estadio de los Emirates, donde se escenificó la nueva entente cordiale entre hinchas ingleses y bávaros. Que algo anormal pasaba quedó claro cuando iban tres o cuatro minutos de juego, y el sector reservado a los seguidores visitantes estaba medio vacío.
Todo quedó aclarado en seguida. La mitad de los fans del Bayern habían permanecido en el pasillo al comienzo del encuentro en señal de protesta, y aparecieron con una gran pancarta que decía en perfecto inglés: “64 libras por entrada, pero sin seguidores el fútbol no vale un penique”. Todo el estadio irrumpió en una espontánea ovación, porque el Arsenal tiene los precios más caros de toda la Premier League –seguido de cerca por el Tottenham–, y para ver al equipo de Guardiola los mejores tickets en la zona VIP costaban 260 euros.
El Bayern podría haber respondido cobrando también a los gunners 83 euros por cabeza para sentarse en el Allianz Arena de Munich la semana que viene, ojo por ojo, diente por diente. Pero no lo ha hecho, y los seguidores del colíder del campeonato inglés que viajen al sur de Alemania sólo tendrán que pagar 50 euros por entrada, que tal como están las cosas en este país es un chollo, lo que te hace desembuchar el Crystal Palace por ver al Sunderland, y menos de lo que cuesta ir a la tribuna principal del West Ham para el partido contra el Stoke City.
El módico coste de las localidades de la Bundesliga –sobre todo para jóvenes y jubilados– da envidia a los hinchas ingleses, que han visto cómo las clases trabajadoras han quedado prácticamente marginadas y han de conformarse con ver los partidos por la televisión, mientras los estadios (sobre todo en Londres) están llenos de nuevos ricos y de hinchas escandinavos, belgas, holandeses, norteamericanos, del Lejano Oriente y de Oriente Medio para quienes es lo mismo cuarenta libras que cuatrocientas.
Las asociaciones de seguidores llevan tiempo presionando a los clubs para que abaraten los precios, sin éxito alguno. Un abono del Bayern para toda la temporada se puede conseguir por 180 euros, mientras que uno equivalente del Arsenal exige desembolsar 1.300 euros para empezar a hablar. El resultado es que los campos del Newcastle o el Aston Villa raramente se llenan, mientras que al del Saint Pauli en Hamburgo sólo se puede acceder a través de la reventa. Son culturas diferentes, y la Inglaterra de Cameron no sólo rinde culto al libre mercado, sino que quiere convertirlo en el dios falso de toda la UE.
Mientras los hinchas del Arsenal tienen que pagar esos descomunales precios para ver cómo Olivier Giroud falla goles hechos y Mesut Özil se lo toma generalmente con bastante calma, su propietario norteamericano, Stan Kroenke, se ha pagado a sí mismo cuatro millones de euros en concepto de “consultoría”. Eso sí que es un buen tres per cent...
Un abono del Bayern se puede tener por 180 euros, mientras que el más barato del Arsenal sube a 1.300