Ignazio Marino
Corrupción y mafia en una capital con alcalde dimisionario
ALCALDE DIMISIONARIO DE ROMA
Un doble asesinato ha sido el último golpe para Roma, que atraviesa una delicada crisis municipal. Su alcalde, Ignazio Marino (60), se vio obligado a dimitir hace dos semanas por un caso de corrupción, pero ahora se resiste a dejar el cargo.
Roma vive un momento muy delicado, en vísperas de la avalancha de peregrinos con motivo del jubileo extraordinario de la Misericordia. Golpeada por los escándalos de corrupción y la presencia de tramas mafiosas, con un alcalde dimisionario que podría dar marcha atrás en su decisión, la capital italiana volvió a ser noticia ayer por un doble asesinato.
Dos hombres, de 26 y 35 años, murieron por disparos en Ponte di Nona, un barrio periférico del este de la ciudad. Ambos tenían antecedentes penales. La policía maneja varias hipótesis, desde que se trató de un ajuste de cuentas entre traficantes de droga hasta el móvil pasional.
El doble homicidio llevó al principal diario romano, il Messaggero, a evocar en su web la película Suburra, uno de los estrenos de más impacto este otoño, un filme apocalíptico en el que se narra la sangrienta lucha sin cuartel entre clanes mafiosos vinculados al poder político y hasta al Vaticano, de quienes dependen para gestionar lucrativos negocios. Suburra (así se llamaba el barrio del vicio en la época romana) se rodó cuando ya había estallado el caso Mafia Capitale, en el que afloraron las redes delictivas que explotaban, en connivencia con políticos y funcionarios municipales, diversas actividades que rendían muchos beneficios, como la gestión de los albergues para inmigrantes, la manutención de campamentos para gitanos y la limpieza de jardines. El sistema criminal estaba dirigido por un exterrorista de ultraderecha, Massimo Carminati, que también había pertenecido a la banda de la Magliana, una mafia local que hizo estragos.
La crisis se agravó aún más hace un par de semanas con la dimisión del alcalde, Ignazio Marino, obligado a renunciar por sus propios correligionarios del Partido Demócrata (PD). Marino, un cirujano especializado en trasplantes de hígado que realizó una brillante carrera profesional en Estados Unidos, ganó con comodidad las elecciones municipales de la primavera del 2013. Pero luego fue superado por la realidad de una ciudad compleja, caótica, corrupta y muy mal administrada en el pasado por alcaldes de todos los colores políticos. Marino también cometió graves errores. Al final lo pillaron en un asunto aparentemente menor: las facturas de restaurante que cargó al Ayuntamiento no se correspondían, aparentemente, a comidas y cenas institucionales, sino a ágapes con su familia.
La renuncia de un alcalde, según las leyes italianas, no se hace efectiva hasta al cabo de 20 días, pasados los cuales el interesado debe ratificar la dimisión o retractarse. En el caso de Marino, el plazo expira el próximo 2 de noviembre. El aún alcalde está flirteando con la idea de no confirmar la renuncia. Ahora sostiene que las facturas fueron manipuladas por su secretaría. Su versión sobre los almuerzos y cenas ha cambiado tantas veces que no resulta muy creíble, pero da la sensación de que quiere resistir. El domingo pasado hubo una manifestación a su favor ante el Ayuntamiento. Le pidieron que no se vaya. “No os defraudaré”, dijo desde el balcón, micro en mano.
Si Marino decide resistir, es casi seguro que su propio partido lo echará en una moción de censura. Quizás prefiera terminar así, presentándose como mártir de una ciudad que él trató, en vano, de sacar del infierno.
El mortal tiroteo evoca la película ‘Suburra’, que acaba de estrenarse y dibuja una urbe apocalíptica