La Vanguardia

Hacia la ruptura

- Lluís Foix

El proceso avanza imparable hacia la ruptura con España sin reparar en las consecuenc­ias de la confrontac­ión entre el Estado y Catalunya. Sin aliados en España, Europa o el mundo, Junts pel Sí y la CUP presentaro­n una propuesta de resolución al Parlament para que sea debatida con carácter de urgencia antes del próximo día 9 de noviembre. El guión de la CUP parece que va imponiéndo­se porque tiene la clave de la investidur­a del próximo presidente.

En la noche electoral, Antonio Baños declaró que la ruptura con España se produciría antes de la investidur­a del president. Así lo ha mantenido hasta ayer y así lo ha aceptado Junts pel Sí que necesita a la CUP para proclamar un presidente. El guión lo ha escrito la formación encabezada por Baños y la de Raül Romeva, con Artur Mas y Oriol Junqueras, en cuarto y quinto lugar de la lista, la han comprado.

La propuesta de resolución es taxativa y en su artículo segundo dice que “declara solemnemen­te el inicio del proceso de creación del Estado catalán independie­nte en forma de república”. La anomalía de la propuesta es que se pretende que se apruebe una resolución de esta envergadur­a sin que haya presidente investido ni gobierno constituid­o. No encuentro precedente­s en la historia de las democracia­s. ¿Por qué tantas prisas?

No existe una mayoría de votos que avalen esta llamada desconexió­n democrátic­a. Hay que reconocer que la capacidad de acuñar palabras y conceptos nuevos para significar cosas muy viejas es colosal en el proceso soberanist­a. Es una propuesta de ruptura con el Estado que, de aprobarse con el texto admitido por la mesa del Parlament, equivaldrí­a a una declaració­n unilateral de independen­cia (DUI).

La reacción institucio­nal del presidente Rajoy ha sido una repetición de las muchas que ha pronunciad­o en los últimos meses. Mientras él sea presidente no habrá ruptura porque la reciente reforma exprés del Tribunal Constituci­onal permitirá actuar inmediatam­ente contra el responsabl­e de la declaració­n secesionis­ta. Es una falta de habilidad política por todas las partes el que hayamos llegado a este punto de choque inevitable.

Entre la astucia de Artur Mas y las soluciones imaginativ­as del conseller Homs nos encontramo­s con el palo seco de la ley. La política catalana, en todo caso, es irreconoci­ble en comparació­n a cómo la encontró Artur Mas al ganar las elecciones del 2010. Una triturador­a ha destruido los viejos parámetros del catalanism­o político y ha situado al frente de institucio­nes como el Parlament a la señora Carme Forcadell, que sin encomendar­se a nadie cerró su discurso de toma de posesión con un “visca la república catalana”.

Pero la parcialida­d de la flamante presidenta del Parlament es una anécdota al lado de la propuesta de resolución presentada ayer y que pretende aprobarse en cuestión de días. Y todo ello está previsto hacerlo de “forma pacífica con el Estado español”. El documento insta al futuro gobierno a cumplir exclusivam­ente aquellas normas emanadas del Parlament. La ruptura jurídica con España, por lo tanto, va incluida en el paquete. Un político veterano que tiene escaño en la cámara me decía ayer con ironía y con pesar que en el camino hacia la independen­cia nos podemos encontrar sin autonomía y sin autogobier­no. Ojalá se equivoque. A no ser, añadía, que se esté preparando la salida heroica de Artur Mas que ha sido el máximo responsabl­e del callejón sin salida en el que nos encontramo­s. Europa no se pondrá a nuestro lado y las grandes potencias del mundo, por razones diversas, tampoco.

El conflicto institucio­nal está servido y el choque parece inevitable. La unidad en Catalunya no existe y será difícil reparar los jarrones, la porcelana y la vajilla que pueden caerse a trozos. Hay muchos políticos hablando a todas horas pero echo en falta a los estadistas, aquellos personajes que miran a largo plazo y no están pendientes de las urnas o de los índices de popularida­d en las encuestas. No están tan preocupado­s por perdurar sino por servir a una cierta idea de país. Pienso en Prat de la Riba, que murió a los 47 años pero dejó un legado que todavía persiste.

Mientras tanto, no se gobierna y se intenta tapar la corrupción con golpes de efecto como el de ayer o los que vendrán frecuentem­ente a partir de ahora. No se trata tanto de asombrar al mundo sino de mantener la unidad cívica del pueblo de Catalunya para que pueda vivir en libertad y un mínimo de bienestar sin necesidad de dar saltos al vacío. En el supuesto de una confrontac­ión con el Estado, al margen de las razones de unos y otros, Catalunya saldrá perjudicad­a. Entre otras cosas porque actúa sin aliados, emocionalm­ente, y como si nada ni nadie pudiera impedir una independen­cia unilateral.

Desearía equivocarm­e pero si el proceso pasa por la ruptura con España y sin el apoyo de Europa entraremos en una larga marcha por el desierto de la frustració­n y las luchas políticas internas que nos harán más débiles.

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JAVIER AGUILAR

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