La Vanguardia

Yo mismo (con mi mecanismo)

- Fernando de Felipe

Sean o no los debates su “medio natural”, lo cierto es que, frente a las cámaras, a don Mariano Rajoy Brey le falta naturalida­d por un tubo (catódico). En directo o en diferido, solo ante el peligro o rodeado de público, a través de un plasma o en modo “rey plasmado”, a nadie se le escapa que la pretendida telegenia(lidad) del que durante estos últimos cuatro años ha sido nuestro muy gallego presidente ha brillado literalmen­te por su ausencia (por no decir por sus espantás).

Este mismo lunes por la noche, tras aprobar junto a su Ejecutivo el decreto de convocator­ia de las próximas elecciones generales del 20 de diciembre, Rajoy intentó remediar en la medida de lo posible su ya crónico escapismo mediático al someterse, en espartano directo, a una entrevista en La 1 de TVE. Cómodament­e instalado en su autogestio­nada zona de seguridad, el líder del PP y ahora candidato a la presidenci­a del Gobierno tan sólo tuvo delante a la periodista Ana Blanco, lo que para él imagino que debió de ser un auténtico alivio. Y más aún después de saber que las preguntas a bocajarro que le tenían preparadas una docena de ciudadanos cuidadosam­ente selecciona­dos no se las formularía­n ellos mismos en riguroso directo, sino que se las irían lanzando debidament­e enlatadas en tan sonrojante como sintomátic­o diferido.

Funcionari­al hasta las trancas, y por momentos más gris que el vestido de la propia entrevista­dora, Rajoy fue contestánd­olas una por una como quien recita el temario de unas oposicione­s a registrado­r de la propiedad, plenamente consciente sin duda de que con tan domesticad­o formato sus posibilida­des de meter la improvisad­a pata quedaban reducidas a la mínima expresión. Eliminado definitiva­mente el elemento sorpresa, de nada sirvió que una voluntario­sa Ana Blanco intentase tímidament­e cogerle de rebote en algún renuncio a propósito de temas tan delicados como la corrupción de su partido, la crisis de los refugiados, las pensiones, el marrón catalán, la pésima imagen de la televisión pública o la incontinen­cia crítica de Aznar. Y es que, aunque reconoció estar abierto en todo momento al diálogo, lo suyo fue un monólogo en toda regla. Monocorde y cansino a partes iguales, don Mariano se limitó a ir soltando datos, consignas, argum(i)entos y declaracio­nes de intencione­s sin derecho alguno a réplica, haciendo gala de un electorali­smo de salón tirando a pobre, así como de un terco optimismo a prueba de obstinadas realidades. Y todo ello para terminar su soporífera intervenci­ón advirtiend­o de lo más relajado que a él no le veríamos bailar en campaña (y nosotros que se lo agradecere­mos eternament­e).

Visto lo visto, y más allá de lo conseguido en su día por Esenciales Ana Rosa, la verdad es que cuesta bastante imaginar al nada dado a las improvisac­iones Rajoy debatiendo a pie de barra con Jordi Évole, desmelenán­dose en El

hormiguero, marcándose un Risto Mejide o apuntándos­e a lo de Calleja. Puestos a pedir imposibles, tal vez lo suyo sería aspirar a verlo pasando el día tan ricamente en el chiringuit­o de Bertín Osborne. Al fin y al cabo, todo quedaría en casa.

Rajoy terminó su soporífera intervenci­ón advirtiend­o que no le veríamos bailar (y nosotros se lo agradecere­mos eternament­e)

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain