La Vanguardia

La lengua en el campo

- Juan B. Martínez

El fútbol no sólo se juega con los pies y con la cabeza. Hay que sumarle los pulmones, el corazón... y la lengua. Es moneda común en casi todos los partidos que cuando se produce una decisión controvert­ida el colegiado se vea rodeado por una maraña de jugadores levantando los brazos y diciéndole que se ha equivocado. Se suele argumentar que los futbolista­s viven el juego con las revolucion­es al máximo y que eso les hace saltar como un resorte, de la misma manera que el aficionado se remueve en su butaca y hasta algunos periodista­s en la tribuna de prensa. Pero no sólo lo hacen como un acto reflejo, sino también para intentar conseguir que en la jugada siguiente el colegiado juzgue a favor de sus intereses.

Todo seguidor que aplaude la sanción a un jugador rival por insultar o protestar defiende que su equipo también ha de contar con futbolista­s capaces de intimidar dialéctica­mente al encargado de impartir la ley. Los hay en el Madrid, con capítulo aparte para Sergio Ramos. Existen en el Atlético, donde Godín es un claro ejemplo. Y el Barça no se escapa de este capítulo ni mucho menos, con Alves, Busquets, Alba o Mascherano en constante conversaci­ón con los árbitros. Al argentino se le fue la mano, es decir la boca el pasado domingo. No siempre se juzga con el mismo rasero ni los colegiados se toman con la misma flema los comentario­s que se les realizan, pero lo cierto es que al Jefecito el juez de línea lo cazó. Ya se verá si la sanción es mayor o menor, si se considera justa o injusta o si llega al clásico o no. Pero un jugador con la experienci­a de Mascherano, en un partido en el Camp Nou en el que el Barça iba ganando

El Barça está bajo la lupa por el contexto y sus jugadores deben ser inteligent­es

y con la precarieda­d de efectivos que padece su equipo, debía de haber mantenido la calma. No se trataba de un penalti señalado en contra. No era un gol mal anulado. El impagable gladiador argentino discutía una acción sin mayor trascenden­cia en la línea medular. Es hasta comprensib­le que el arbitraje de Del Cerro Grande, repleto de errores, pueda fastidiar a los futbolista­s pero que te expulsen por algo así le tendría que pasar a Munir o a Sandro, no a un veterano. Y ya llueve sobre mojado porque una cuestión parecida le ocurrió a Piqué en la Supercopa. Es posible que los jugadores pensaran que no les expulsaría­n por sus galones, pero ocurrió lo contrario.

El Barça sabe que está bajo la lupa por el contexto que le toca vivir. Por lo tanto, ha de extremar las precaucion­es y ser más inteligent­e que los demás, ir con pies de plomo y no dar ni un solo motivo para que te hagan daño. Y eso ya no depende de ningún árbitro ni de ningún comité. Depende de los futbolista­s.

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