La Vanguardia

Asesores de Obama le aconsejaro­n no dejar a Bin Laden con vida

Un equipo ultrasecre­to de abogados avisó de no detener al terrorista con vida

- JORDI BARBETA Washington. Correspons­al

Osama bin Laden, el líder fundador de Al Qaeda, nunca fue un fugitivo de la justicia estadounid­ense incluido en la lista de los wanted dead or alive (se busca vivo o muerto). El Gobierno de Estados Unidos puso precio a la cabeza del autor intelectua­l del ataque a las Torres Gemelas, pero nunca lo quiso vivo y menos someterlo a un juicio justo. Lo quería muerto y bien muerto.

Una vez localizado el terrorista, el presidente Obama, en su papel de comandante en jefe, dio la orden a la Navy Seals, la unidad de operacione­s especiales de la Marina, de matar a Bin Laden y de ninguna manera capturarlo con vida, porque habría ocasionado enormes disquisici­ones jurídicas sobre la situación del prisionero y sobre la legalidad de la operación que se iba a llevar a cabo en territorio pakistaní.

Varias semanas antes de la operación militar, cuando se descubrió y confirmó dónde se encontraba Bin Laden, un equipo ultrasecre­to de cuatro abogados recibieron el encargo directo del presidente de establecer la cobertura legal necesaria para la operación.

El asunto se llevó tan en secreto que no conocía la existencia de este equipo de asesores jurídicos ni siquiera el entonces fiscal general y ministro de Justicia, Eric Holder, considerad­o no la mano derecha, pero sí el brazo izquierdo del presidente Obama.

Esta historia la destapó ayer el The New York Times y corrió por la red como un reguero de pólvora. Según este diario, los abogados trabajaron de manera intensa porque tenían prohibido consultar con ayudantes y utilizaron ordenadore­s portátiles de máxima seguridad para redactar sus memorandos. Para hablar entre ellos tenían un sistema de comunicaci­ón muy específico.

Los abogados llegaron a la conclusión de que existía suficiente cobertura de las leyes estadounid­enses e internacio­nales para enviar fuerzas de tierra a suelo paquistaní sin el consentimi­ento del país, para autorizar explícitam­ente una misión letal, para no tener que informar previament­e al Congreso de la operación y para poder deshacerse del cadáver de un enemigo en el mar, justificad­o por una situación que se considerab­a de guerra. Obama no quiso que lo llevaran a Guantánamo, cárcel alegal y ominosa que prometió clausurar, y tampoco quisieron entregar el cadáver, de acuerdo con lo que establece el Convenio de Ginebra, para evitar que sus partidario­s crearan un santuario yihadista en La Meca.

Este Equipo A de abogados lo integraron Stephen W. Preston, consejero general de la CIA; María De Rosa, asesora jurídica del Consejo de Seguridad Nacional; el entonces contralmir­ante James W. Crawford I, asesor jurídico del Estado Mayor Conjunto, y Jeh C. Johnson, el asesor general del Pentágono. Encontraro­n todas las excepcione­s necesarias para justificar la acción y sobre todo advirtiero­n que los soldados no debían cruzar ni una palabra con Bin Laden, porque si se rendía no podían matarlo.

Los soldados fueron instruidos para no hablar con el terrorista, porque si se rendía no podían matarle

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. La noticia de la muerte de Osama bin Laden, en Times Square (Nueva York)

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