La credibilidad del gobernante

JOHN Kenneth Galbraith escribió hace treinta años La anatomía del poder, donde establecía que la credibilidad del gobernante depende de que los demás le consideren poderoso. El economista partía de la idea de Max Weber de que el poder es la posibilidad de imponer la voluntad de uno sobre la conducta de otras personas, para establecer que la voluntad del mandatario se manifiesta mediante la sanción, la recompensa o la persuasión.

La imagen de Mariano Rajoy con Pedro Sánchez en la Moncloa pretende visualizar, veinticuatro horas después de que Junts pel Sí y la CUP dieran a conocer la propuesta conjunta que presentarán al Parlament próximamente, que el poder no va a permitir los planes independentistas en Catalunya. El jefe del Gobierno y el de la oposición almorzaron con “la voluntad de pactar medidas y actuaciones conjuntas”, según el comunicado oficial. Más allá de la letra de la nota, Rajoy y Sánchez enviaron el mensaje de que se tomarán las medidas necesarias para salvaguardar el marco legal, sin que eso se convierta en materia electoral. Estamos en el ámbito del poder como sanción o de la persuasión por otros medios. La intención es sumar al acuerdo a Albert Rivera, de Ciudadanos, descartando a Pablo Iglesias, de Podemos, que se considera que tiene ideas propias sobre la soberanía. La foto en los jardines monclovitas recuerda que no hay vacío de poder tras la disolución de las Cámaras y que se está atento a cada movimiento del independentismo. Todo eso en un clima caldeado en Madrid, con continuas apelaciones en la prensa a la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Afortunadamente, Rajoy es un hombre que no se precipita y maneja los tiempos.

Galbraith sugería que una parte del uso del poder depende de mantenerlo oculto. La imagen busca imponer más que amedrentar. Pero sobre todo pretende avisar de que liarse la manta a la cabeza puede abrigar el rostro, pero también impedir ver la que se avecina.