La Vanguardia

“Vive le Québec libre!”

Robert Lepage aterriza en el Lliure con ‘887’, un repaso a su infancia, cuando nació el movimiento soberanist­a quebequés

- JUSTO BARRANCO Barcelona

El dramaturgo Robert Lepage presenta en Barcelona una obra que parece elegida a propósito para el momento político que vive Catalunya: 887, una pieza que aborda los años sesenta, el momento en el que brotan los movimiento­s obreros independen­tistas en Quebec.

El quebequés Robert Lepage, uno de los directores de referencia del teatro global de las últimas décadas, aterriza esta tarde en Barcelona. Y lo hace con una obra que parece elegida a propósito para el momento político que vive Catalunya: 887 ,un solo que se verá hoy y mañana en el Teatre Lliure de Montjuïc y que aborda el siempre movedizo tema de la memoria. En este caso la infancia del creador durante los años sesenta... justo el momento en el que brotan con fuerza los movimiento­s obreros independen­tistas en su Quebec natal. Un país en el que a los francófono­s canadiense­s, como antes a los esclavos de las plantacion­es estadounid­enses, se les instaba a “speak white”, a hablar blanco. Hablar en cristiano. Un momento convulso en el que los movimiento­s soberanist­as de izquierda, como rememora la obra, recurren incluso al secuestro y el asesinato y que supuso el inicio de un cambio radical en el país que llevaría a dos referéndum­s independen­tistas.

La pregunta a Lepage, que comparece ante la prensa barcelones­a en el Lliure, es inevitable. La obra es su visión del conflicto desde los ojos de un niño. Un niño, por cierto, para el que su padre taxista, siempre fuera de casa, es un héroe enorme. Un niño con una abuela con alzheimer y unos vecinos variopinto­s a los que el director y único actor repasa uno a uno con tecnología fascinante en la gran maqueta del edificio donde creció –en el 887 de la avenida Murray en Québec City– que preside la escena. Unos recuerdos que ha recuperado repasando fotos con su hermana y llorando mucho. Pero, ¿qué piensa Lepage hoy a los 57 años de la situación actual en Quebec? Responde, reconoce, de manera “ambivalent­e pero no neutral”.

“Soy un soberanist­a de ocasión. Cuando estoy en Quebec soy quebequés y encuentro que no tengo absolutame­nte nada que ver con el resto del Canadá, para mí es otro país. Pero también soy un artista que viajo mucho y cuando estoy en el extranjero estoy obligado a admitir que hay una identidad canadiense y que yo formo parte de ella. Es una paradoja difícil de vivir porque no logro definir qué es, sólo sé que hay algo probableme­nte en mi personalid­ad o mi identidad que pese a mí es muy canadiense. Y con eso es lo que tienes que crear. No somos todos una sola cosa, podemos ser varias cosas”, señala. Dicho lo cual, dispara sin ninguna ambivalenc­ia: “Creo que un Quebec independie­nte, soberano, es una buena idea, y probableme­nte si hubiera un referéndum mañana votaría sí. Pero mi nacionalis­mo no está cerrado sobre sí mismo, creo mucho en el potencial del Canadá inglés”.

Y admite que aunque el ejercicio sobre la memoria –sobre muchas memorias, personales y colectivas– que es 887 no pretendía ser político, en él hay política. Y entre otras cosas las generacion­es actuales, que muchas veces lo ignoran completame­nte, podrán descubrir cuál fue la infancia del movimiento nacional quebequés, de su voluntad de autodeterm­inación. “La gente olvida que estos movimiento­s nacieron sobre todo como una lucha de clase obrera y luego ya entraron cuestiones culturales y de otro tipo”, dice.

Y recuerda cómo de complicada es la cuestión de la identidad. En la primera mitad del siglo XX los francófono­s vivieron bajo la opresión de los anglófonos: la obra comienza porque Lepage tiene que leer en un festival el largo poema de Michèle Lalonde Speak white, todo un himno para el movimiento soberanist­a quebequés, y no sabe cómo memorizarl­o. Aunque los francófono­s también tenían sus ventajas, advierte, y lucharon en la Segunda Guerra Mundial bajo la bandera de la reina. Luego, cuando llega la revolución tranquila hecha por grupos de intelectua­les, de economista­s, en los sesenta, no hay un acuerdo con la generación anterior, a la que se le pide ir contra la bandera por la que lucharon y quedan desorienta­dos.

De hecho cuenta que su padre, con poca educación, tenía como único tesoro ser bilingüe por haber luchado en la Marina. “Era lo único que me podía dar pero en los sesenta se nos empujaba a no aprender inglés contra el imperialis­mo anglófono. Pero él quería que lo aprendiera, porque me haría comprender a los otros y no me iba a hacer ser inglés”. Se resistió pero su padre insistió. “Quizá si no me hubiera empujado, no habría tenido la curiosidad más tarde de ir a actuar a Alemania, Italia o España, de interesarm­e en el otro”, reflexiona.

En cuanto al Canadá actual, destaca que hoy hay en el Quebec dos tendencias en el movimiento soberanist­a: unos con un proyecto de futuro y otros que quieren recrear el pasado y ajustar cuentas, lo que es imposible. Y, por supuesto, habla del nuevo presidente de Canadá, el quebequés Justin Trudeau, que, en la esquizofre­nia típica de su país, habla mejor inglés que francés, y que, como no esperaba ganar, señala, ha prometido la luna. Pero que, reconoce, supone un respiro tras diez años de gobierno del conservado­r Harper, que les sacó incluso del protocolo de Kioto para apoyar al lobby petrolífer­o del país.

“En Quebec me siento sólo quebequés, pero al estar fuera veo una identidad canadiense”

“La gente olvida que el movimiento nacional quebequés nace de la lucha obrera” “Trudeau es un respiro tras diez años de Harper, que nos sacó hasta de Kioto”

 ?? ÉRICK LABBÉ ?? Robert Lepage en una escena del montaje 887, que hoy se puede ver en el Lliure de Montjuïc
ÉRICK LABBÉ Robert Lepage en una escena del montaje 887, que hoy se puede ver en el Lliure de Montjuïc

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