El enigma Ben Barka
Hace 50 años que el desaparecido opositor marroquí fue secuestrado en París
Como cada 29 de octubre desde hace muchos años, un grupo de personas se reunirán hoy junto a la Brasserie Lipp, en el boulevard Saint Germain, con carteles y megáfonos. Allí estarán Bachir, Rhita y sus hijos respectivos, y el abogado Maurice Buttin, entre otros, para recordar a su padre, abuelo o cliente: el dirigente socialista de la oposición marroquí Mehdi ben Barka (1920-1965). Junto al emblemático restaurante en el que Apollinaire y Verlaine escribieron algunos versos, lugar de cita para Saint-Exupéry, Mitterrand, Semprún o Yves Montand, en pleno corazón del París guapo y literario, Ben Barka fue secuestrado el 29 de octubre de 1965. Fue la última vez que se le vio.
Dos policías abordaron a Ben Barka enseñándole sus placas e invitándole a subir a un Peugeot 304, en el que también subieron un agente de los servicios secretos franceses y un personaje de los bajos fondos, Georges Boucheseiche. Se sabe que llevaron a Ben Barka hasta la casa de Boucheseiche en Fontenay-le-Vicomte, al sur de París. Se supone que allí lo asesinaron, pero no se sabe cómo. Cincuenta años después, se ignora qué hicieron con su cadáver. El secreto de Estado continúa rodeando aquel asunto en el que se produjo “una convergencia de diversos intereses para poner fin a las actividades de mi padre”, dice Bachir ben Barka, el hijo mayor.
Se abrieron dos procesos, en 1966 y 1967, “en los que fueron juzgados sus secuestradores, pero nunca pudo responderse a las cuestiones de fondo, porque siempre se tropezó con la razón de Estado”, explica Bachir, matemático del Instituto Universitario de Tecnología de Belfort, junto a la frontera suiza.
El general De Gaulle, que había recibido en dos ocasiones a Ben Barka, se mostró contrariado, prometió una investigación minuciosa y cuatro meses después de la desaparición rechazó toda implicación “del contraespionaje y la policía francesa como tal y en su conjunto”, fórmula que deja ciertos espacios de ambigüedad.
“En 1975, ante la perspectiva de un cierre del caso por prescripción, presentamos una segunda denuncia por el asesinato de mi padre, por lo que el caso continúa judicialmente abierto medio siglo después de los hechos”, explica Bachir, de 64 años. Hasta la muerte del rey Hasan II, en 1999, la familia Ben Barka no pudo volver a su país. El obstruccionismo de Marruecos y de los servicios secretos franceses perdura descaradamente hasta hoy.
Para Bachir, los protagonistas de aquel crimen de Estado fueron “en primer lugar, el ministro del Interior marroquí, un agente de los servicios secretos franceses, una serie de truhanes encargados de ejecutar el trabajo sucio y agentes de los servicios secretos de Estados Unidos e Israel”. Respecto al patrocinador, el abogado de la familia, Maurice Buttin, es concluyente: Hasan II.
En Iraq y Egipto, las monarquías habían sido derrocadas por movimientos nacionalistas-progresistas semejantes a los que en Marruecos propugnaban una monarquía parlamentaria con poco poder ejecutivo. En el contexto de los movimientos antiim-
SECRETO DE ESTADO El hijo del opositor habla de convergencia de intereses para silenciarlo
EL GENERAL DE GAULLE El presidente francés negó la implicación “del contraespionaje y la policía como tal”
perialistas, el rey de Marruecos era un fiel peón de Estados Unidos y Francia.
En el caso hay dos hipótesis: que Hasan II quisiera llevar a la fuerza a Marruecos a su principal opositor y que éste hubiera muerto accidentalmente a mano de los bandidos a los que había recurrido su ministro del Interior, el general Mohamed Ufkir, y su jefe de policía Ahmed Dlimi –ambos en París aquellos días– con la ayuda de los servicios secretos franceses, o bien que se tratara de una operación directamente encaminada a matarlo. Ben Barka había sufrido un atentado en Marruecos –una colisión de tráfico–, que dejó sus cervicales muy delicadas. Sin menoscabo de la hipótesis de una ejecución, el maltrato de sus secuestradores y eventuales interrogadores pudo matarlo accidentalmente.
Los actores del caso tuvieron un destino inequívoco. De los gángsters franceses implicados, algunos de los cuales habían colaborado con la Gestapo y luego activos como miembros de la policía secreta –el GAL gaullista contra la OAS–, tres, entre ellos Georges Boucheseiche, fueron asesinados en su exilio marroquí por los servicios secretos de ese país en 1974. Otro peón, Georges Figon, se suicidó con disparos por la espalda en 1966. Oufkir murió en agosto de 1972 a raíz de su intentona golpista contra Hasan II. El jefe de la policía, Ahmed Dlimi, fue eliminado por el rey en 1983 mediante un accidente de tráfico.
Respecto a Ben Barka, sus problemas no se derivaban sólo, ni sobre todo, de sus proyectos reformistas para Marruecos. Los sesenta fueron años de ebullición. Ben Barka presidía el Comité Preparatorio de la Conferencia Tricontinental, el ensayo coordinador que se celebró en La Habana en enero de 1966, tres meses después de su asesinato. Había sido uno de los artífices de la complicada unión de lo que se llamaba “campo antiimperialista”. Ahí se sitúa su eliminación, en el gran panteón de los adversarios del imperio.
El camerunés Felix-Roland Moumié fue envenenado en 1960; el congoleño Patrice Lumumba, asesinado en 1961; el togolés Sylvanus Olympio, en 1963. En 1965 cayeron el primer ministro iraní, Ali Mansur (enero), el líder de los afroamericanos Malcom X (febrero), y el viceministro de Defensa guatemalteco, Ernesto Molina (mayo). Siguieron el Che en 1967, Luther King en 1968, Amílcar Cabral en 1973... La lista es larga.