La Vanguardia

La estrategia por fases de Justicia

El Ejecutivo del PP sólo prevé suspender la autonomía si antes fallan el TC y la vía penal

- JOSÉ MARÍA BRUNET Madrid

El Gobierno tiene preparada una actuación por fases para hacer frente y frustrar la iniciativa soberanist­a de desconexió­n con el Estado. La estrategia –de acuerdo con los dictámenes elaborados en los laboratori­os jurídicos del Ejecutivo– prevé actuacione­s ante el Tribunal Constituci­onal (TC), luego en vía penal y sólo en último término la aplicación del artículo 155 de la Constituci­ón, que permite acordar la suspensión total o parcial de la autonomía.

La primera fase se inició de hecho meses atrás, con la preparació­n de la reforma del Tribunal Constituci­onal (TC) para darle competenci­as en materia de ejecución de sus resolucion­es. Ese será el primer dique, el recurso de inconstitu­cionalidad, preparado por la Abogacía del Estado y presentado por el presidente del Gobierno, en cuanto el Parlament apruebe, si lo hace, la iniciativa de Junts pel Sí y la CUP en favor de la república catalana. Lo previsible –por el contenido de la propuesta y por los antecedent­es invocables– es que el TC anule la declaració­n.

A partir de ahí se habrán acabado las detonacion­es de advertenci­a y se estará en un escenario de fuego jurídico real. Quienes desoigan o desobedezc­an la resolución del Constituci­onal podrían ser suspendido­s en sus funciones, si ejercen cargo público, y además podrían ser objeto de querella ante los tribunales. La primera decisión correspond­ería al propio TC, cuya reforma se ha llevado a cabo precisamen­te para darle competenci­as coercitiva­s que impidan el incumplimi­ento de sus resolucion­es. El Constituci­onal nunca reclamó esas atribucion­es y su ampliación generó reservas en el seno de la propia institució­n. Pero la evolución de los acontecimi­entos, el tenor literal de las propuestas soberanist­as y la convergenc­ia de puntos de vista entre los dos grandes partidos estatales, junto a otras fuerzas constituci­onalistas ahora minoritari­as, permite prever que su aplicación por el TC no hallaría fuertes frenos en esta institució­n.

La cuestión es en qué grado se aplicaría. La suspensión de Artur Mas como presidente de la Generalita­t resulta, en este sentido, poco probable en primera instancia. Pero al TC le cabe recabar la actuación de las institucio­nes del Estado para el cumplimien­to de sus resolucion­es. Y el Gobierno atendería esos requerimie­ntos a la velocidad del rayo. Estaríamos, en suma, ante una especie de suspensión “light” de la autonomía.

La estrategia elaborada contempla la hipótesis de la intervenci­ón de la Fiscalía General del Estado en el ámbito penal en paralelo o tras la actuación del Constituci­onal. Ahora ya no habría debates internos ni tensiones con los fiscales del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC). La Fiscalía del Estado se ha reorganiza­do desde la querella sobre el 9-N y, si hay materia por supuestos actos de desobedien­cia, actuará en consecuenc­ia y sin consultas previas con los fiscales de Catalunya.

Como “última ratio” jurídico constituci­onal, al Gobierno siempre le queda el artículo 155 de la Constituci­ón. Justicia y la Abogacía

La Fiscalía se ha reorganiza­do y si cree que hay desobedien­cia actuará sin debates con los fiscales catalanes

del Estado no ven problema alguno en que las Cámaras hayan sido disueltas. Dicho precepto de la Carta Magna prevé la participac­ión del Senado en el proceso de suspensión de la autonomía, y los informes preparados por el Ejecutivo estiman que la Diputación Permanente de la Cámara Alta asumiría esas funciones sin reproche legal posible.

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