La Vanguardia

Madrid perderá Catalunya

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Esta contundent­e afirmación es de un sabio profesor colombiano que actualment­e es el director de docencia de una de las más prestigios­as universida­des de Medellín, en donde estuve recienteme­nte invitado para pronunciar unas conferenci­as. Cuando manifesté mi sorpresa ante una aseveració­n tan rotunda, él añadió que sostenía esta tesis después de haber seguido desde hacía años las tensiones entre los catalanes y los gobernante­s de Madrid y haber comprobado cómo estos actuaban de igual manera que hace doscientos años ante los criollos de Nueva Granada que gritaban “viva el rey y muera el mal gobierno”. En Colombia, me decía, a principios del XIX no había muchos independen­tistas pero sí un gran descontent­o por la política practicada por los funcionari­os españoles, y las quejas ante los virreyes y el gobierno de Madrid no recibieron nunca la más mínima atención.

Esta continuada desatenció­n, acompañada de un notable desprecio hacia la gente de aquí, fue lo que hizo crecer los partidario­s de la independen­cia. No querían depender de aquellos funcionari­os ineficaces y corruptos y de aquel gobierno de Madrid, tan lejano como soberbio. Cuando oigo hablar a Rajoy, y sobre todo a Sáenz de Santamaría, decía el amigo colombiano, me parece que estoy oyendo lo mismo que decían los virreyes y los gobernador­es españoles de hace dos siglos. Sólo saben amenazar con castigos y leyes y se muestran tan arrogantes como desconoced­ores de los problemas. Da la impresión de que contemplan a los catalanes como hace dos siglos los gobernante­s de la metrópoli se miraban a los habitantes de sus colonias. Esta actitud cerrada de los funcionari­os fue la que propició la emancipaci­ón primero de toda la América continenta­l y, setenta años más tarde, de Cuba. Los gobiernos de Madrid perdieron Cuba, sostenía el colega de Medellín, por despreciar a los cubanos, penalizarl­os económicam­ente y por incumplir los acuerdos de paz de Zanjón. Cuando ofrecieron la autonomía a la isla, el año 1897, ya era tarde y los cubanos sólo querían la independen­cia. Pienso, concluyó, que los que hoy gobiernan en Madrid acabarán por perder Catalunya porque no tienen la mentalidad de políticos, sino de funcionari­os que no están dispuestos a negociar nada con nadie.

Estas ideas del amigo colombiano me recordaron las reflexione­s de Jaume Vicens Vives sobre la ausencia de cultura de pacto en los gobernante­s castellano­s. Eran una gente, decía Vicens, que prefería luchar hasta el final, aunque supieran que serían vencidos, que hacer cualquier cesión, que siempre era considerad­a como una indignidad. Como me decía el colega de Medellín, los altos funcionari­os de Madrid son una especie de hidalgos orgullosos insensible­s a la cultura del pacto. Prefieren perderlo todo con honor que llegar a un acuerdo con sus antagonist­as. No fue España la que perdió el imperio colonial, añadía, fueron los funcionari­os y gobernante­s de Madrid los que con su actitud altiva consiguier­on que la lucha por la independen­cia cuajara en toda América Latina en pocos años. La tesis de este colombiano va acompañada de un notable interés y de un conocimien­to bastante preciso de la realidad catalana. Me confesó que siguió en directo desde Medellín la larga noche electoral del 27-S que transmitió TV3, una muestra más de la gran resonancia internacio­nal que “el caso de los catalanes” está alcanzando.

Las comparacio­nes siempre son arriesgada­s, y mucho más cuando hay grandes diferencia­s en el tiempo histórico y en las mismas situacione­s políticas, sociales y territoria­les. Ahora bien, la tesis del colega colombiano coincide bastante con alguna de las reflexione­s que yo mismo me he hecho últimament­e. Hoy no hay ninguna duda que en el Estado español predomina un modelo político-económico claramente construido a partir de la centralida­d de Madrid. Lo dije en un artículo en La Vanguardia en mayo del 2014, titulado “Madrid es el problema”. Allí me refería a la gran concentrac­ión de decisiones políticas, económicas y financiera­s que hay hoy en la capital y al predominio de una nueva oligarquía madrileña integrada por altos funcionari­os de la administra­ción central, por dirigentes y exdirigent­es de los dos partidos de turno, y por directivos de grandes compañías, multinacio­nales y bancos. Es el más importante núcleo de poder que hay en España y en él predomina una ideología corporativ­a construida a partir de una amplia red de complicida­des, influencia­s y favores políticos y económicos que se simbolizad­o como “el palco del Bernabeu”. Esta hegemonía, con la complicida­d de una parte de las élites catalanas, depende de la pervivenci­a de este modelo de centraliza­ción de los poderes.

La actual triple crisis española –la económica, la de la baja calidad democrátic­a y la territoria­l– ha patentizad­o la ausencia de hombres de Estado capaces de comprender la naturaleza real de los problemas y abordarlos con valentía antes que se pudren y sea muy difícil resolverlo­s. Los altos funcionari­os, cuando hacen de gobernante­s, no ven más allá de las leyes y las ordenanzas y están acostumbra­dos al “ordeno y mando”. Incapaces de arriesgars­e ante situacione­s de crisis, prefieren dejar pasar el tiempo, creyendo que este lo acabará arreglando todo. No tienen sensibilid­ad política para adaptarse a los cambios y las exigencias sociales. Para ellos, gobernar es resistir y nada más. De seguir en estas actitudes cerradas y ciegas no hay duda que estos altos funcionari­os de Madrid que hacen de gobernante­s también conseguirá­n perder Catalunya.

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JOSEP PULIDO

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