La Vanguardia

¡Opinad...!

- Imma Monsó

Era el lunes pasado en el Ateneu, en el ciclo “Amb ulls de dona” coordinado por M. Àngels Cabré. Isabel Coixet iba a depararnos un par de horas de deliciosa charla. “Un día de estos tendré que ver alguna película de esta chica”, dijo mi vecina a su acompañant­e. Siempre me ha parecido raro que la gente vaya a ver a escritores cuyos libros no lee y a cineastas cuyas películas no ve, y suelo tratar de imaginar qué motivo les impulsa a ello. En este caso imaginé que quizá la señora venía atraída por el reciente y polémico artículo donde Coixet declaraba que el independen­tismo le da mucha pereza. Pero la entrevista­dora, Maricel Chavarría, tuvo la entereza de destinar el 97% del tiempo al tema del cine y reservar sólo un 3% al soberano tema (¡y eso en un día histórico para la República Catalana!)... Así que la pregunta a Coixet sobre el artículo en cuestión se hizo esperar. Pero cuando llegó, mi sospecha se confirmó: la vecina (hasta entonces impasible mientras la cineasta hablaba con inteligenc­ia y gracia de su relación con el cine) inclinó el tronco hacia delante en un gesto de extrema devoción. No bien Coixet empezó a emitir opiniones sobre políticos independen­tistas (era el día en que Forcadell se cubrió de gloria con su imparcial discurso de apertura del Parlament), mi vecina ya no pudo contener su alborozo. “¡Muy buena esta!” (murmuraba a gritos), como si estuviera en un torneo de lanzamient­o de martillo, e incluso efectuó un conato de aplauso que, por pudor, no culminó. Dios, ¡qué emocionada estaba!: ojalá que cuando decida ver la primera película de Coixet se emocione al menos la mitad de lo que vibró con sus opiniones políticas. Porque ese es el problema: el problema no es que la cineasta, al dar su opinión, pierda unos espectador­es y gane otros. El problema es que los pierda o los gane por razones tan totalmente ajenas al hecho artístico. Corren malos tiempos para el arte cuando al artista se le recibe y valora más como opinador que como creador. Yo no dejaré de leer a algunos autores catalanes que considero muy valiosos por el hecho de que hayan expresado su adhesión a la catalana patria: aunque no comparta sus opiniones, aunque las patrias me la bufen y las identidade­s colectivas me provoquen alergia, no dejaré de leerlos. Por lo mismo, si no me gustara el cine de Coixet, me limitaría a leer su artículo de opinión y a adherirme a lo que dice en él. Pero dudo que esta actitud sea extrapolab­le a la mayoría. En tiempos de visceral-maniqueísm­o, un autor es de los tuyos o es de los otros. Para el artista es un malentendi­do que lo sigan por sus opiniones y no por sus creaciones. Pero para el público es aún más perjudicia­l, pues supone un reduccioni­smo penoso de la recepción de la obra, uno de los muchos empobrecim­ientos que está provocando todo este embrollo.

¿Venía (la mujer) atraída sólo por las opiniones políticas de Isabel Coixet sobre el soberanism­o?

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