La Vanguardia

Els Gallots, en plena acción

- CUADERNO BARCELONÉS

Un grupo de pintores, organizado­s en grupo, hicieron su aparición en la plaza Catalunya. Al principio nadie reparó en ellos. La atención se centró tan pronto como procediero­n a tender un rollo larguísimo.

Acto seguido, todos ellos actuaron con una cierta coordinaci­ón para estampar una acción pictórica, basada en el gesto y la improvisac­ión.

Al principio, los mirones eran contados; al poco, ya se había arracimado una considerab­le multitud. Los comentario­s eran para todos los gustos, aunque dominaban los jocosos e incluso los maliciosos.

Sucedió el 26 de septiembre de 1960. Era una actuación popular y reivindica­tiva de un grupo artístico de creación muy reciente: Els Gallots.

Eran de Sabadell y militaban para dar a conocer sus postulados estéticos. Lo integraban Antoni Angle, Llorenç Balsach, Joan Bermúdez, Alfons Borrell, Manuel Duque, Josep Llorens, Joaquim Montserrat y Lluís Vila.

El acto fundaciona­l se había realizado en agosto de aquel mismo año, en Cerdanyola; y el nombre había sido escogido entre seis propuestas.

Postulaban que sus pretension­es no se ceñían a ningún gesto individual, ni debían ser confundida­s con una caligrafía determinad­a, tampoco como pintura en sí misma y mucho menos como una estratagem­a para buscar promoción. Propugnaba­n la ruptura ideológica e incluso con el lenguaje abstracto tradiciona­l. Aseguraban que iban tras el cambio de actitud frente a los valores artísticos y sociales que hasta entonces se considerab­an definidore­s de la obra de arte.

No era la primera vez que salían a la palestra. Ya habían actuado en la calle Casp o en la plaza Urquinaona; en ésta, el dinámico Angle había echado mano de dos gallinas que, previament­e PIJOAN, RECUPERADO La primera vez que escuché hablar un poco largo y tendido sobre Josep Pijoan fue en una de las tertulias que se improvisab­an en la revista Destino; corría 1963 y Pla contó las grandezas y aristas del personaje. No me había enterado de su dimensión enorme hasta que he leído la biografía contenida y bien sintetizad­a Josep Pijoan, de Pol Pijoan y Pere Maragall (edita Galerada). Hago hincapié en que untadas sus patas en pintura, utilizó a modo de pinceles para dejar la impronta sobre el lienzo.

Els Gallots estaban influidos por el estilo de Pollock: acción y gestualida­d siempre improvisad­as.

La prensa ignoró aquellos hechos noticiosos, pese a que habían escogido un escenario con el eco deseado, como eran Barcelona y su centro neurálgico, por vez primera en un libro de semejante perfil se aborda a fondo el motivo que le obligó a largarse de una Barcelona que se le había vuelto hostil. Me refiero a la locura de amor que trenzó con Teresa Mestre, quien abandonó a su marido y a sus tres hijos para ir a vivir con Pijoan, también asediado y encima por motivos políticos y profesiona­les. Este hecho esencial había sido orillado por quienes ya habían escrito sobre él: la plaza Catalunya. Recibieron el apoyo explícito, aunque más moral que nada, de un conocido galerista de largo recorrido: Xifré Morros.

Asistí al acontecimi­ento por pura casualidad. Su actuación era seguida por un público numeroso y con curiosidad creciente. Me quedé un buen rato para ver en qué cristaliza­ba todo ello. Era una sorpresa y sin precedente­s.

Els Gallots dieron poca guerra como grupo. Y de todos ellos, Alfons Borell fue el único que destacó y que, leal al informalis­mo, aún sigue con tenacidad y honradez su camino. Es un pintor que siempre he admirado.

Habían escogido un escenario con un buen eco que proyectara su actuación

PÉREZ DE ROZAS / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

Gaziel, Jardí y Pla. No lo habían hecho por respeto a su vida privada, ni para esquivar el chismorreo, ya que había marcado su vida y la había modelado de otra forma bien distinta; se trataba de observanci­a puritana, omnipresen­te en determinad­os círculos sociales. Pese a la prudencia y objetivida­d de esta biografía, se impone la figura gigante de Pijoan, un gigante formidable e imprescind­ible y que sin embargo perdimos.

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La actuación en la plaza Catalunya causó expectació­n
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