La Vanguardia

Sanseacabó

Juan Tallón narra los últimos momentos de vida de cuatro poetas

- XAVI AYÉN Barcelona

Vayan cayendo: Cesare Pavese, Gabriel Ferrater, Alejandra Pizarnik y Anne Sexton. Poetas muertos. Poetas brillantes. ¿Qué hicieron en sus últimas horas? Juan Tallón (Ourense, 1975) lo cuenta en Fin de poema (Alrevés), que define como “una novela sobre la caída a pique de cuatro poetas, no trata el suicidio sino las horas previas al suicidio, porque la muerte tiene una serie de trámites que hay que cumpliment­ar. Más que una novela, es una caja negra: registra las acciones que ejecutan los personajes en unos momentos que podemos intuir angustioso­s”.

Si en su anterior obra Libros peligrosos hacía un recorrido por el contenido de un centenar de novelas que le habían impactado –delicioso libro de viajes por la ficción– ahora se centra en las vidas de autores que le han marcado. Pero ¿qué tenían en común? “Un incendio en su interior”. Es decir, “todos ellos experiment­aron la desesperac­ión, un vacío que no admite matices”. Una segunda cosa: “Su suicidio es la obra de una vida, estuvieron trabajando en él como material narrativo, escribiero­n sobre el tema en sus poemas o diarios. No fue algo repentino, sino amasado durante años”. Y una tercera coincidenc­ia: “Son cuatro obras tremendas, narradas desde el fondo, se caen y escriben desde abajo de todo”. Los excesos y adicciones –con predominan­cia del alcohol– serían un cuarto rasgo común.

En efecto, en el libro no se habla de suicidios, qué cosa, “porque no me interesa, doy sólo unas pinceladas que casi se borran”. Lo que le interesa a Tallón es que “ese último día de sus vidas hicieron cosas comunes” que cobran otra dimensión. No se trataba siquiera “de adivinar las razones, sino de concentrar­me en el silencio interior que debían de estar sintiendo”.

Da importanci­a a los detalles: el Cougar rojo de Anne Sexton –que se compró con el dinero del Pulitzer–, el bar El Mesón que frecuentab­a Gabriel Ferrater -cuando pedía una ginebra doble quería decir cuádruple–, las fiestas de Pizarnik –ese Octavio Paz achispado...–, las plazas y aquel hotel de Turín donde Pavese dijo adiós... Tallón respeta los hechos reales pero “dado que sus últimas horas son territorio no conocido, ahí fue necesario utilizar las armas de la ficción”.

El libro fue escrito en gallego en el 2013 y ha sido traducido al castellano por el propio Tallón, quien ante la debacle de la industria editorial en gallego ha cambiado de lengua hace justamente dos años. “No hagan caso –advierte con melancolía– a los que piden equilibrar lenguas en la educación, porque el castellano tiene tanta fuerza que al final se lo come todo si el otro idioma no goza de una discrimina­ción positiva”. Lo cual, de todos modos, parece tomárselo a la gallega: “Tenemos una extraña capacidad para resistir la adversidad sin enfadarnos, nos sentimos cómodos en la resignació­n y decimos: ‘Bueno, entre palo y palo descansa la espalda’”. En cualquier caso, el hecho de que ahora se esté descubrien­do su voz hace que le hayan calificado de “joven promesa”, lo que “cumplidos los cuarenta años siempre suena bien”.

“Cesare Pavese, Gabriel Ferrater, Alejandra Pizarnik y Anne Sexton tenían un incendio en su interior”

 ?? PEDRO MADUEÑO ?? Juan Tallón, a finales del año pasado, fotografia­do en la sede de una editorial de Barcelona
PEDRO MADUEÑO Juan Tallón, a finales del año pasado, fotografia­do en la sede de una editorial de Barcelona

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