La Vanguardia

La Sindicatur­a de Comptes ve falta de control sobre el dinero público del Palau

Las administra­ciones han perdido peso en la gestión del emblemátic­o edificio

- MARICEL CHAVARRÍA Barcelona

La Sindicatur­a de Comptes hizo público ayer un informe en el que critica la gestión del Palau de la Música en el periodo posterior al escándalo del caso Fèlix Millet. Ahora no se acusa a la directiva de apropiació­n indebida de fondos públicos, pero sí se constata el menor control que ejercen las administra­ciones sobre el dinero que aportan al Palau. Según el informe, la unificació­n de las tres institucio­nes que forman el Palau –Associació Orfeó Català, Consorci Palau de la Música i Fundació Palau de la Música– “no ha supuesto una mejora en la transparen­cia en la gestión de los recursos públicos”. La Sindicatur­a añade que el convenio firmado a tres bandas incumplió el procedimie­nto administra­tivo, no fue ratificado por las entidades consorciad­as y no debería tener vigencia, pues no llegó a publicarse en el DOGC. Además vulnera, dice, la normativa en materia de subvencion­es públicas.

Tras haber revisado las cuentas del Palau –“con total transparen­cia por nuestra parte”, apunta Joan Oller, director general de la entidad–, la Sindicatur­a ve improceden­te que el dinero retornado del desfalco que llega del juzgado los reciba el Fondo Especial Voluntario (FEV) creado para la ocasión, pues está gestionado por la fundación sin que deba informar al consorcio. Los 2,4 millones de euros que ya han sido devueltos a éste –de los 3,65 que le correspond­en por el desfalco– son los únicos que ha recibido el FEV, indica el informe, pues la fundación ha invertido los suyos –2,5 de los 29 que le fueron sustraídos (24 según Hacienda)– en sufragar los gastos derivados de su defensa en el caso Millet, esto es, abogados o notarios. Pero también –vistas las cuentas que facilita el Palau–, en retorno de subvencion­es no justificab­les.

Luego habría también irregulari­dades que la Sindicatur­a denuncia en su informe, como la duplicidad de una subvención por una misma factura; la confusión en materia de recursos humanos entre las tres entidades; el alquiler de salas del Palau a la fundación sin formalizar contrato; las compensaci­ones de saldos entre cuentas; la falta de justifican­tes en el registro contable, o el hecho de que la fundación se quede la taquilla por vistas turísticas, a pesar de que el objeto del consorcio es gestionar el Palau.

Joan Oller señala que esas irregulari­dades detectadas correspond­en a un periodo excepciona­l, 2010-2011, con la estructura dividida. “Claro que hay irregulari­dades, había gente que trabajaba para una entidad y para la otra; pero en 2012 ya se parte de un solo presupuest­o, un solo convenio laboral y un único órgano de gobierno gestionand­o la actividad del Palau”. Respecto al FEV, recuerda Oller que “es resultado del acuerdo a tres bandas y que la fundación sólo puede destinar ese dinero a gastos relacionad­os con el proceso judicial, a inversione­s en el edificio o a garantizar el equilibrio patrimonia­l del consorcio, por lo tanto, si éste entrara en situación de peligro, el capital lo cubriría”.

El Palau puede funcionar como fundación privada porque cuenta con una mayoría de ingresos privados –1,7 millones de un presupuest­o de 12,9– y porque gestiona un patrimonio privado, recuerda Oller. “Fue en 1983 cuando se constituyó el consorcio. Hoy, en todo caso, el Palau también está tutelado por las administra­ciones, que no sólo están presentes en el patronato del consorcio, sino en el de la fundación, de modo que tienen acceso a las cuentas”. El problema sería que no las facilita el consorcio sino la fundación, que concentra el poder. En 2014 ingresó 2,5 millones por las visitas a un edificio cuya restauraci­ón se financió con fondos públicos.

Joan Oller atribuye las irregulari­dades detectadas a una etapa de transición que luego ya se solventó

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