Los escombros de Ángela
Pinturas que se han liberado del marco y se desparraman por el suelo, esculturas martilleadas y colgadas de la pared como cuadros, lienzos arrugados y fantasmagóricos que tratan en vano de cruzar una puerta abierta, telas que se secan después de sobrevivir al naufragio. Los efectos de los desastres naturales y el drama de los refugiados son sólo dos de las heridas que se ven en la muestra Escombros, que ayer se inauguró en La Panera. El centro de arte contemporáneo de Lleida presenta una selección de obras de Ángela de la Cruz (A Coruña, 1965), una de las grandes artistas españolas... menos conocidas en España. El título de la muestra no invita al optimismo y sin embargo, la artista gallega afincada en Londres consigue hacer reír un poco con piezas que ya no son ni pintura ni escultura, antisimbiosis que en su día le valió la nominación al prestigioso premio Turner. Desde su silla de ruedas, en la que se mueve desde que sufrió un infarto cerebral que la dejó meses en coma, la artista recibió el martes a La Vanguardia para comentar las piezas de la muestra. “Muchos de los trabajos son producto de mis sentimientos. Este de ahí, Burst, refleja la impotencia que sentí al saber que había muerto un amigo”, comenta señalando una caja de aluminio pintada en blanco a punto de estallar. En la muestra no faltan las sillas despanzurradas, recuerdo de las que ha ocupado en las salas de espera de los hospitales. Varias piezas tienen dos alturas concretas: “Las altas miden 1,56 metros, lo que mido cuando estoy de pie, las bajas 1,23, que es mi altura cuando voy en silla de ruedas”. Si visitan la exposición, pregunten por Mininothing (mininada) una pintuescultura de De la Cruz que está disimulada en la biblioteca del primer piso del centro de arte. “Colócala ahí, en lo alto, al lado de la viga… parece un chicle gigante mascado”, ríe.