La Vanguardia

Eva y el pecado original

- Rafael Ramos

Todavía es demasiado pronto para enterrar a Mourinho, porque su Chelsea está vivo en la Champions y en la FA Cup, cosas más raras se han visto, y ya se sabe –es un decir– que mal bicho nunca muere. Mou está tocado, pero no hundido, por lo menos mientras Pep Guardiola (la gran obsesión de Roman Abramovich) no diga sí al banquillo de Stamford Bridge.

Pero tocado y nervioso, qué duda cabe, como demuestra su pérdida de autocontro­l, ya sea con el árbitro Jonathan Moss en el partido de la Boleyn Ground, o con un chaval a quien pegó un empujón en una calle de Knightsbri­dge porque le estaba filmando con su móvil. El horno no está para bollos.

Puede que Mourinho y el Chelsea todavía resuciten, vaya usted a saber, pero la liga la tienen perdida. Las terceras temporadas nunca se le han dado bien al portugués, porque –según la teoría en boga– a esas alturas los jugadores ya están hartos del clima de constante tensión que crea. Esta vez cometió el error de tomarla con la doctora Eva Carneiro, que era muy popular entre la plantilla y a la que echó la culpa del empate en la primera jornada contra el Swansea por saltar al campo en el tiempo de descuento. Tampoco fue buena idea señalar con el dedo a una serie de jugadores que no estaban funcionand­o, o sentar en el banquillo al capitán John Terry. Ya sea porque están en baja forma, el verano ha sido corto o le han perdido el respeto, lo cierto es que Cesc, Matic, Oscar, Hazard o Ivanovic son irreconoci­bles. Y Falcao, un capricho de Mou, es un desastre.

Dijo que había cambiado, y que el special one se había convertido en el happy one. Pero a fecha de hoy no es ni especial ni feliz. Si no consigue reparar su varita mágica en Londres, hará las maletas rumbo a París y el PSG. Porque siempre hay una salida...

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