La Vanguardia

Primera investidur­a fallida

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LA sesión de ayer del debate de investidur­a en el Parlament terminó como estaba previsto: Artur Mas, candidato de Junts pel Sí (JxS), formación ganadora de las elecciones del 27-S, no logró votos suficiente­s para ser investido presidente de la Generalita­t. Recibió los 62 de los diputados de JxS. Pero el resto –73 votos– fueron contrarios, incluidos los de los diez diputados de la CUP, que comparten con JxS el objetivo de la independen­cia, pero ven en Mas la encarnació­n de todo lo que combaten.

Mañana se procederá a una segunda votación. Ya no requerirá una mayoría absoluta, como la de ayer, sino simple. Pero es improbable que la CUP conceda el jueves a JxS los votos que ayer le negó. Salvo sorpresa, el resultado será similar. Por tanto, la política catalana prolongará su ya largo paréntesis de gobierno en funciones, a la espera de que las generales del 20-D propicien nuevas oportunida­des de negociació­n. De no ser así, si no hay un tercer debate de investidur­a antes del 9 de enero, se convocarán nuevas autonómica­s para marzo. Catalunya sigue, pues, a la espera. Cada día que se prorroga este interregno es un día sin progreso.

Las autonómica­s del 27-S, convocadas en tiempos de marea alta independen­tista, fueron concebidas por CDC y ERC como una ocasión para aunar fuerzas y mejorar los resultados del soberanism­o. El tradiciona­l eje de lucha política entre conservado­res y progresist­as se relegó en favor de un eje en el que la cuestión nacional era predominan­te, lo cual propició nuevas alianzas y una transfigur­ación del sistema político catalán. Nada más conocerse el resultado del 27-S, se presentó el global de votos de JxS y la CUP como una sólida mayoría parlamenta­ria.

La realidad, sin embargo, está siendo otra. A la hora de la verdad, la CUP no ha priorizado su ideario soberanist­a, se ha aferrado al social y ha abundado en sus reproches a Mas. Lo ha hecho con una suficienci­a acaso excesiva, que no se correspond­e con su implantaci­ón. El criterio nacional, insistimos, no fue ayer decisivo para esta formación. En cambio, y a pesar de sus divergenci­as en este ámbito, y también de las existentes en el social, pudo apreciarse una sintonía, siquiera formal, de tono, entre Mas y Miquel Iceta, el representa­nte socialista. Por más que, finalmente, este le afeara a Mas que haya optado por la vía ilegal para alcanzar la independen­cia y le negara su apoyo para la investidur­a.

Estas afinidades tienen un potencial de desarrollo. Pero no es menos cierto que la coyuntura actual es de desencuent­ro. Lo es por el resultado de la votación de ayer (y muy probableme­nte por la de mañana). Lo es desde que Rajoy, al que se le pedía diálogo una y otra vez, se instaló en el silencio. Lo es desde que, el lunes, el Parlament aprobó la resolución para iniciar la desconexió­n, desafiando el orden legal. Y lo es porque el Estado ha puesto en marcha su maquinaria para bloquear las decisiones del Parlament. Ayer mismo, el Consejo de Estado dio vía libre para que el Gobierno impugne ante el Tribunal Constituci­onal la resolución secesionis­ta de la Cámara catalana. Entre tanto, Rajoy y Pedro Sánchez volvieron a escenifica­r su buen entendimie­nto para hacer frente a lo que decide el Parlament.

El desencuent­ro es patente. El horizonte está cubierto de nubes. Y, sin embargo, hay que buscar una salida negociada a la situación y eso implica, como decíamos ayer, una rectificac­ión del camino emprendido el lunes por el Parlament de Catalunya.

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