La Vanguardia

Un siglo de rivalidad

Picasso y Modigliani perpetúan sus pugnas soterradas en las pujas de las grandes subastas internacio­nales

- JOSEP PLAYÀ MASET Barcelona

Cuenta el pintor y escritor surrealist­a Roland Penrose, que en 1917, durante la Primera Guerra Mundial, hubo una noche en que Pablo Picasso no podía dormir a causa de los disparos de los cañones en los alrededore­s de París. Así que se levantó de la cama, en su apartament­o de Montrouge, y buscó una tela para pintar. Como no la encontraba cogió un cuadro de Amadeo Modigliani, le aplicó una gruesa capa de pintura blanca por encima de la superficie y pintó una naturaleza muerta, con guitarra y botella de licor.

La escena forma parte de la leyenda sobre la rivalidad entre los dos pintores, ampliament­e difundida y exagerada en la película Modigliani, que sobre el pintor maldito de origen italiano dirigió Mick Davis en el 2006, y que según la crítica sólo sirvió para el lucimiento del actor Andy García. Y esa pugna se ha trasladado a las casas de subastas, donde los dos artistas compiten en lo más alto en cuando a su cotización.

Probableme­nte el primer encuentro entre Amedeo Clemente Modigliani (1884-1920) y Pablo Picasso (1881-1973) tuvo lugar en 1906 en París. El italiano hacía poco que había llegado y se instala en un apartament­o de la calle Caulaincou­rt, en Montmartre, cerca del Bateau-Lavoir, la casa donde vive Picasso desde hace dos años. El pintor malagueño había llegado por primera vez a París en 1900 y aunque comparte la bohemia con otros artistas, principalm­ente españoles, empieza a ser conocido y a vender su obra. Cuando coinciden, Picasso está inmerso en esa época azul que provoca la admiración de Modigliani, que lo ve como un símbolo de la vanguardia artística. Otro punto de confluenci­a entre ambos será su interés por el arte africano. Pero Modigliani, aunque llega a tener hasta tres marchantes distintos, no realizará su primera exposición individual hasta 1917, y aun así deberá ser clausurada porque los desnudos que expone provocan un gran escándalo. Entre 1917 y 1919 su producción se centra casi exclusivam­ente en esos desnudos recostados, en la línea de las Venus de Giorgione y Tiziano, y en las más próximas de Courbet y Toulouse-Lautrec.

Ramón Gómez de la Serna describe otra escena en el célebre café parisino de La Rotonde, refugio de diversos artistas, en la que un Modigliani borracho provoca un importante escándalo, bajo la mirada distante y escéptica de Picasso.

Más que enfrentami­entos entre los dos artistas, lo que se conocen son anécdotas y pequeños detalles de sus encuentros. Hacia 1908, Modigliani instaló por una temporada su taller en el Bateau Lavoir, mientras Picasso pinta Las señoritas de Avignon. De 1915 son dos retratos que le hace Modigliani. En el primero, en la parte inferior derecha incluye la palabra “SAVOIR”, que es como reconocerl­e su personalid­ad sabia y única. Y el segundo es una alegoría al cubismo.

A Picasso se le atribuye la exigencia a sus amigos de la bohemia, entre ellos Ramon Pichot, de separar la diversión del trabajo. Era en los primeros años en París, cuando cada día acudían hasta su domicilio distintas amigas, algunas desde los burdeles cercanos, para pasar unas horas de juerga y bebida. Picasso era un obseso del trabajo, y quiso marcar un territorio y unas horas para la pintura y otro para el ocio. Y aunque en momentos determinad­os no renunciaba a la juerga, no se adentró como Modigliani en el terreno de las drogas.

Modigliani conoció en 1917 a Jeanne Hébuterne, una joven estudiante de dibujo, de 19 años, tímida y de familia católica, que se convirtió en su amante y tema principal de su pintura. Su relación fue clandestin­a porque topó con la oposición rotunda de la familia de ella, que lo veía como un novio problemáti­co. Con Jeanne se mudó a Niza, donde tuvieron una hija, que entregaron a una institució­n porque el artista estaba ya enfermo de tuberculos­is y ella se dedicaba a cuidarlo. En Niza se enfrenta al paisaje, con claras referencia­s a Cézanne. Pero de vuelta a París, su estado de salud se agrava y muere el 24 de enero de 1920. A las pocas horas, Jeanne Hébuterne, embarazada de casi nueve meses, se suicida precipitán­dose desde un quinto piso.

El poeta Max Jacob, que también habitó el edificio de Bateau Lavoir, atribuye a Picasso la frase: “El único en París que sabe vestir es Modigliani”. El artista de Livorno era todo un dandi, se comportaba como un aristócrat­a arruinado, pero nunca se puso a trabajar de cualquier cosa para ganarse la vida. Un siglo más tarde su obra también viste como la que más en las grandes subastas, a la zaga en las cotizacion­es del gran Picasso.

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JEAN COCTEAU De izquierda a derecha, Modigliani, Picasso y el crítico André Salomon, en París en 1916

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