Bajo los tilos
CUANDO son dos los que han de cabalgar en un caballo, uno de ellos tiene que ir atrás. La frase de William Shakespeare viene al dedillo cuando se escucha a Jordi Sànchez, presidente de la ANC, convocar una manifestación el domingo para reclamar que la CUP sume sus escaños a los de Junts pel Sí a fin de investir a Artur Mas. Poco ha tardado Oriol Junqueras, presidente de ERC, en calificar de error la concentración, porque la sociedad civil no debería hacer presión sobre una fuerza política, ya que entonces pierde su transversalidad. Es una manera de decirle a la ANC que no quiera llevar las riendas del caballo, sino que se limite a ir a la grupa, no sea que acaben todos descabalgados.
Sobran nervios y falta juicio en esta hora. Los mismos que desean ayudar a Mas para que repita en la Generalitat pueden acabar complicándole la vida. La CUP está en las antípodas de CDC. Con ambas formaciones podría establecerse el juego de las ocho diferencias, como el de Laplace en el diario. Aunque sería más exacto buscar las ochocientas desemejanzas políticas entre Anna Gabriel y Artur Mas. Todavía hay quien mantiene una remota esperanza de alcanzar un acuerdo, después de que el president en funciones haya puesto sobre la mesa más concesiones de las aconsejables sin éxito. La CUP es una formación con vida e ideas propias que no parece que vaya a ceder por más que la presionen. Repitió en campaña que no daría sus votos a Mas y no se ha movido de su aserto. En el soberanismo, el desánimo empieza a desplazar a la preocupación.
Lo único bueno de la manifestación de la ANC es que se ha convocado en el paseo de los Til·lers del parque de la Ciutadella. El personal tendrá al menos la oportunidad de coger unas hojas de los árboles para prepararse una infusión y calmar los ánimos.