La Vanguardia

De los mitos a los hechos

- Pilar Rahola

En este país con tendencias suicidas, uno de los deportes más queridos es el de la demolición de los propios. Basta con tener algún líder consolidad­o o algún mérito reconocido para poner en marcha la maquinaria del descrédito, no fuera caso que ese exceso de méritos nos recordara la mediocrida­d colectiva. No sé si tiene que ver con el cainismo de las naciones conquistad­as, o es ADN genuino. Pero ahí está el espectácul­o recurrente, deseosos de elevar a alguien al púlpito para que caiga desde más arriba. El tiro al plato, por ejemplo, que desde la propia bancada independen­tista se está practicand­o con Artur Mas es una muestra sintomátic­a de este autoodio tan catalán.

Con todo, algunos de los mitos establecid­os en esta larga cuarentena con mucho ruido y cero investidur­a han conseguido cuajar como ideas certeras, cuando se acercan tanto a la verdad fría como al relato inventado. Dos ideas fuerza de la CUP se han instalado en el centro de la plaza, como si fueran axiomas aceptados por todos, quizás porque los cuperos saben dotar a

Basta ya de dar por buenas las consignas antisistem­a por el simple hecho de ser independen­tistas

su retórica de supremacis­mo moralista. Claro que también ayuda el silencio de quienes debían defender otro relato, porque ya se sabe que el vacío siempre tiende a llenarse.

El primer mito es que el Govern ha sido malo porque ha hecho recortes, y por tanto no sirve para el nuevo país que se quiere construir. De ahí las listas negras de consellers y el veto personaliz­ado al propio Mas. Ello es tan cierto desde el córner de la extrema izquierda donde se sitúa la CUP como incierto desde otras miradas más centrales del país. Porque la idea de que el Govern ha conseguido salvar el Estado de bienestar en Catalunya, a pesar del brutal ahogo económico de las arcas de la Generalita­t y de la deslealtad y el impago recurrente del Estado, es un axioma del que participam­os muchos. De manera que sería interesant­e que al mantra de la CUP se le respondier­a con los flagrantes datos que posee el Govern y que desmienten maldades y aúpan trabajo bien hecho. Basta ya de dar por buenas las consignas del discurso antisistem­a por el simple hecho de que son independen­tistas. Al menos, que corra el aire del debate.

El segundo mito es muy volátil, pero ahí está, haciendo carrera: Mas y CDC no ayudan a ampliar las fronteras del independen­tismo, y por ello no sirven. Es decir, el cambio más brusco de paradigma de los últimos tiempos, el que ha movido a la centralida­d autonomist­a convergent­e hacia el independen­tismo, y ha permitido el resultado más importante de la historia, resulta que no tiene nada que ver con Mas y su partido. Por supuesto, la sociedad toda se ha movido, pero el papel de Mas en este proceso merece algo más de justicia y algo menos de sectarismo. El problema es que sólo habla la CUP y ante la ausencia de otro relato, llena el silencio. Pero que haga mucho ruido no significa que su razón tenga razón.

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