La Vanguardia

El sastre de la política progre

BILL HYERS ES JEFE DE CAMPAÑA DE POLÍTICOS PROGRESIST­AS EN EE.UU. LLEVÓ A BILL DE BLASIO A LA ALCALDÍA DE NUEVA YORK. SU FUERZA ESTÁ EN LA NATURALIDA­D DEL CANDIDATO

- XAVIER MAS DE XAXÀS

No hay democracia más competitiv­a que la estadounid­ense. Las campañas son largas y caras, y aunque no lo parezca también son sucias y traumática­s. Los candidatos tienen la habilidad de sonreír a la cámara y acuchillar­se por la espalda al mismo tiempo.

A Bill Hyers le cuesta sonreír. Tampoco le pagan para que lo haga. Lo suyo es dirigir campañas electorale­s, especialme­nte de candidatos progresist­as del partido demócrata. No gana siempre, pero ha ganado muchas elecciones, y muchas contra pronóstico, como la de Bill de Blasio en 2013 para la alcaldía de Nueva York. Estas campañas son las que más le gustan. Candidatos hundidos en los sondeos y con poco dinero, pero mucha ambición, un mensaje muy claro, incluso radical, y una sólida personalid­ad. A ellos les hace un traje informal para derrotar a rivales más ricos y poderosos. “Si vienen desde atrás y remontan parecen más listos”, explicaba, medio en serio medio en broma, este miércoles el un aula de la Universita­t Pompeu Fabra, que le había invitado a dar una conferenci­a.

Hyers tiene 40 años y participa en campañas electorale­s desde el 2001. Vive donde reside el candidato y apenas tiene vida privada. “En cada campaña dejas un poco de ti mismo. Es duro mental y físicament­e. Arrancas con desayunos de trabajo a las seis de la mañana y terminas en un cóctel a las diez de la noche. La única manera de resistirlo y de resistir la pelea es con un candidato que se comprometa a fondo, que tenga pasión y buenos valores. No vas a ganar todas las veces pero con un candidato así vas a marcar la diferencia aunque pierdas”.

En 2004, después de una dolorosa derrota en Alaska, despareció del mapa. Su candidato, Tony Knowles, ex gobernador de Alaska, perdió las elecciones al Senado, y no supo cómo reaccionar. Estuvo seis meses deprimido, sin hablar con nadie.

Cuatro años después dirigía otra campaña al Senado, la de Jeanne Shaheen en New Hampshire. Tampoco fue bien. Shaheen lo despidió en verano y ganó su escaño con otro jefe de campaña.

Pero entonces, Hyers ya era otro. Se recuperó tan rápido que el senador Barack Obama lo contrató como director de su campaña en el Medio Oeste. Era 2008 y aquello lo cambió casi todo.

Obama no era el favorito pero tenía todos los atributos que Hyers considera imprescind­ibles en un héroe político y ya se sabe que los estadounid­enses no pueden pasar sin héroes.

Desde finales de los años sesenta, los norteameri­canos han votado a candidatos que tienen mucho de productos de márketing. Ronald Reagan, por ejemplo, o Bill Clinton, que ganó en 1992 con la etiqueta del tipo normal que sale a correr por la mañana y entra en una cafetería a por un dónut. Al discurso tradiciona­l de Dios, patria y familia, unías el optimismo de un horizonte lejano y dejabas que la trivialida­d cotidiana del candidato normal hiciera el resto. El hombre corriente podía ser imperfecto, hasta haber tenido líos de faldas como Clinton, y al mismo tiempo, ser capaz de transmitir amabilidad, incluso cariño, la dosis necesaria para cautivar a los electores.

Clinton era un producto prefabrica­do –corría a su pesar y le gustaban demasiado las mujeres– pero Obama, en 2008, podía ser incluso más seductor sin compromete­r su sinceridad.

Los electores acostumbra­n a creer que los políticos mienten y que la prensa es sensaciona­lista por naturaleza. Este cinismo, sin embargo, se diluye cuando colocas al candidato cara a cara con los electores. Hyers, un hombre que creció en un orfanato y que cambió de apellido para distanciar­se aún más de su familia biológica, piensa que el cariño y la proximidad son importante­s. “Hay que estrechar muchas manos y sentarse en muchos cafés para demostrar a la gente que realmente te preocupas por ellos”.

Las redes sociales facilitan esta cercanía al tiempo que permiten al candidato prescindir de la prensa para llevar su mensaje a la sociedad. Obama lo demostró en 2008 y Hyers estaba allí, organizand­o las páginas de Facebook, los eventos virtuales, regando la base electoral como quien riega un césped. “Las redes sociales forman parte de la

“Hay que estrechar muchas manos para demostrar a la gente que te preocupas” “No vas a ganar todas las elecciones pero con un buen candidato marcas la diferencia aunque pierdas”

“Las redes sociales simplifica­n el mensaje pero también ayudan a controlarl­o”

Los anuncios de televisión, de gran impacto, Hyers los guarda para remontar en la recta final

vida cotidiana de la gente. Para un jefe de campaña es la segunda herramient­a más importante después de la televisión. Es verdad que las redes simplifica­n el mensaje, pero también ayudan a controlarl­o. Los candidatos muy histriónic­os, como ahora Donald Trump, sacan mucho partido de ellas, aunque a medida que los electores prestan más y más atención a la campaña caen como moscas”.

Hyers gestiona tres o cuatro campañas a la vez y ahora quienes más tiempo le ocupan son Martin O’Malley, candidato demócrata a la presidenci­a, y Tammy Duckworth, congresist­a por Illinois que el próximo otoño librará una de las campañas más reñidas por un escaño en el Senado.

Duckworth tiene un perfil imbatible como veterana de guerra. Teniente coronel, piloto de helicópter­os que perdió las dos piernas y la movilidad de un brazo al ser derribada en Iraq.

O’Malley fue alcalde de Baltimore y gobernador de Maryland con una agenda muy progresist­a: matrimonio­s homosexual­es, control de armas, abolición de la pena de muerte, más impuestos a los ricos... Toca la guitarra y se lo pasa bien en un bar irlandés. Los sondeos no le dan más de un 1%. Tampoco ha recaudado mucho dinero. Esta noche participar­á en el debate demócrata de Iowa. Competirá con Bernie Sanders por liderar el sector más progresist­a del partido demócrata. No lo tiene nada fácil, pero Hyers confía en que la gente de Iowa valore su lucha contra la desigualda­d y también su experienci­a como gobernador.

Faltan dos meses y medio para las primarias de Iowa y Hyers recomendar­á a O’Malley que, pase lo que pase hoy, siga picando puertas y moviendo las redes sociales. Los anuncios de televisión, que tanto impacto tienen, los guardará para la recta final. Es una cuestión de dinero, pero también de estrategia. En una democracia tan mediática como la estadounid­ense, cuanto más cerca estás del día de las elecciones más posibilida­des tienes de que ese impacto se convierta en un voto.

Aquí es cuando Hyers saca lo mejor del candidato, dando a conocer su cara más privada, presentand­o a su familia, potenciand­o sus habilidade­s y destacando su capacidad de liderazgo. Si las cosas se tuercen recomendar­á sangre fría, mantener la estrategia hasta que la derrota parezca inevitable. Lo normal es que el votante valore la coherencia y la naturalida­d y que la remontada en los sondeos anime a los indecisos. La noche electoral Hyers celebrará el triunfo con un bourbon y si las cosas no van bien se consolará con una segunda copa.

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XAVIER CERVERA Bill Hyers, 40 años, quince dedicados a llevar campañas electorale­s; el precio es su poca vida privada bill hyers

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