La Vanguardia

Jean-Claude Grumberg

Jean-Claude Grumberg reflexiona sobre la cuestión judía tras ser ovacionado por el público barcelonés por su obra ‘Ser-ho o no’

- JUSTO BARRANCO Barcelona

AUTOR TEATRAL

El dramaturgo francés JeanClaude Grumberg fue ovacionado el viernes por el público que acudió al Lliure a ver su obra Ser-ho o no, una reflexión con humor sobre la cuestión judía dirigida y protagoniz­ada por Josep Maria Flotats.

Apenas salidos de la entrevista, la jefa de prensa del Teatre Lliure informa a Jean-Claude Grumberg de que ha habido un atentado en su ciudad, en París. Son las diez y media de la noche del viernes. La entrevista ha tenido lugar tras la representa­ción de Ser-ho o no ,yelrecuent­o entonces es de 18 muertos. Sereno, Grumberg reflexiona: “¿Ve de lo que hablábamos?”. Hablábamos, como habla la obra con la que Josep Maria Flotats ha agotado todas las entradas, de qué significa ser judío, de identidad, de Israel, de antisemiti­smo y de los problemas que nuevamente puede suponer ser judío en la Francia de hoy tras los atentados de Charlie Hebdo y el supermerca­do kosher, que han hecho que algunos de sus compatriot­as piensen en emigrar a Israel.

“Hay gente en Francia –dice Grumberg– que vive en barrios donde la vida se ha convertido en difícil. Luego, puedes tener niños en una escuela judía en París vigilada por militares con metralleta­s. Y la perspectiv­a del Frente Nacional no es brillante... Pero, ¿dónde ir? En Israel hay también muchas metralleta­s. Fui en Jerusalén a una obra que evocaba la guerra desde un punto de vista antimilita­rista. En la primera fila del teatro había militares con metralleta­s. Fui al director del teatro y le pregunté cómo era posible. Y me dijo: ‘¿Dónde quiere que los ponga, en el guardarrop­a?’”.

Grumberg prosigue con su habitual humor: “Es un país militariza­do. Es como Suiza, pero los vecinos no son los mismos. Para los judíos no es un destino magnífico”. Y, ríe, dice que su personaje, el protagonis­ta de Ser-ho o no, cuyo subtítulo es Per acabar amb la qüestió jueva, “no va a Israel ni a Nueva York, lo he salvado”. Lo ha dejado en el París en el que él nació y desde donde los nazis deportaron a su padre a los campos de concentrac­ión. El París en el que él acabaría por azares del destino siendo actor, escritor y un premiado dramaturgo en cuyas obras, con humor y mucha autobiogra­fía, aborda con asiduidad el desastre del Holocausto y cómo vivir tras él. Obras como El taller, que le catapultó en 1979, en la que los empleados de un taller de confección –sus padres lo fueron– recuerdan sus vidas durante la ocupación nazi.

En Ser-ho o no la cuestión judía está también con humor, de nuevo a partir de una anécdota real: un vecino que hace 30 años interrogab­a a Grumberg en la escalera sobre qué era ser judío porque su mujer tenía curiosidad. “¿Qué es ser judío? Algo natural, estoy sorprendid­o de que haya gente que no lo sea”, ríe. “No, yo nací en una época donde incluso los que no querían serlo lo volvían a ser. No era como el antisemiti­smo de los reyes de España, donde bastaba convertirs­e para escapar a la exclusión, lo mismo que en Francia. Lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial fue que los nazis introdujer­on una nueva dimensión, ya no era importante convertirs­e o no, sino que desde el momento en que tus padres eran judíos eras judío, y sometido a la suerte común. En la guerra, mi padre fue deportado, mi madre se tuvo que quedar en París, mi hermano de ocho años tuvo que ser responsabl­e de mí, un niño de tres o cuatro años. Él sufrió más la situación. Nos detuvieron una vez en París a mi hermano, mi madre y a mí y nos llevaron a comisaría. Los camiones estaban llenos y el comisario decidió devolverno­s. Mi hermano lo vio y es consciente de que estuvimos a dos dedos de subir. Yo no tengo el recuerdo, y eso me ha permitido escribir. La gente que ha vivido esas cosas siente mucho más dolor”. Y, añade, “ser judío es una cultura, pero también es no traicionar la tradición de los que eligieron por razones religiosas seguir siendo judíos. De los que se les dio la opción de convertirs­e y prefiriero­n seguir judíos. Incluso si no soy religioso, soy descendien­te de esta gente para la que el judaísmo era importante. Josep Maria nos ha hecho visitar el museo de los tesoros del arte románico catalán. Es una expresión de amor. El hecho religioso que hoy es casi insoportab­le ha llevado durante siglos, incluso si ha empujado también a extremismo­s lamentable­s, a actos de belleza y amor. Nos queda esto. El cristianis­mo ha dado obras maestras. También la judía. Y nosotros somos los herederos”.

Otra cosa es que la herencia global sea compleja. Grumberg señala que hoy todo Oriente Medio está en convulsión y si antes se decía que era Israel la que lo provocaba porque trataba mal a los palestinos, ahora se ve que la cosa es mucho más compleja. Y dice que no se sabe cómo va a acabar, porque “es evidente que Israel va a encontrars­e en una situación terrible porque lo único que puede unir al mundo árabe es la oposición a Israel: no es la suerte de los palestinos lo que les preocupa o se habría arreglado”.

El autor reflexiona que el islam fue creado tras las otras dos grandes religiones monoteísta­s y ahora hay “un problema de autor”. “Hay tres libros, el Antiguo Testamento, el Nuevo y el Corán, que deben contar más o menos la misma cosa. El original es el Antiguo Testamento. Y ya antes de quemar a los judíos se intentó quemar sus libros. Hay una suerte de exclusivid­ad literaria. Hacen falta grandes juristas para arreglar estos problemas. La situación de los palestinos no es buena y la de los israelíes, tampoco; no puedes vivir en un país en pie de guerra. Pero ¿cómo arreglar el problema? ¿Quién va hacer la psicoterap­ia?”.

A él, cuenta, es el humor lo que le ha permitido escribir. “Me di cuenta de que cuando contaba una historia la gente reía sin buscarlo yo. Es un modo de expresión que habita el mundo judío. El humor es el arma suprema de los débiles, los pequeños”. Un humor que conquistó al Lliure el viernes. Cuando durante los aplausos Flotats invitó a Grumberg a subir al escenario, parte del público acabó ovacionand­o al autor en pie. “En un país donde los judíos están ausentes por razones históricas, interpreta­r esta obra aquí justamente y sentir esa adhesión del público, esa escucha, me ha emocionado mucho”, concluye Grumberg.

“Yo nací en una época donde incluso los que no querían ser judíos lo volvían a ser”

“El humor es el arma suprema de los débiles, los pequeños”, afirma Grumberg

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JORDI PLAY Josep Maria Flotats y Jean-Claude Grumberg el viernes por la noche en el Lliure de Gràcia

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