La Vanguardia

Soberanism­o sin tregua ni cuartel

Junts pel Sí rechaza cualquier movimiento que parezca una salida de escena de Mas Convergènc­ia pone fin a la negociació­n ‘zanahoria’ con la CUP y pasa al ataque Una situación de elecciones mantendría al Govern en funciones hasta abril

- Barcelona Isabel Garcia Pagan

“Arrancada de caballo, parada de burro”. Definición del Govern en funciones de la semana parlamenta­ria en Catalunya. Las jornadas históricas del soberanism­o llegaron en el 2012 para quedarse, en el progreso y en la adversidad. La mayoría holgada de 72 votos a favor de caminar hacia un Estado independie­nte se esfumó en dos ocasiones para facilitar la investidur­a de Artur Mas. La CUP mantiene su veto al president, y en Junts pel Sí no ven margen a nuevas concesione­s. La legislatur­a entra en terreno desconocid­o. “Que Mas se vaya no es una solución política. No habrá ningún movimiento que parezca que salga de escena”, confirman en CDC. “Si hay que ir a elecciones, iremos, y que se vea quién ha hecho qué”. Mas volvería a ser candidato, esta vez sí, con la lista del president. Sería su plebiscito particular, con Junqueras buscando el sorpasso ansiado sobre una Convergènc­ia en deconstruc­ción.

El enemigo era Artur Mas

Las raíces del problema quedaron enterradas cuatro meses atrás. 13 de julio. Palau de la Generalita­t. Diez horas de reuniones maratonian­as que sirvieron para que Oriol Junqueras se aviniera a participar el 27-S de una lista conjunta con Convergènc­ia después de siete meses de tira y afloja entre convergent­es y republican­os. El cónclave en el Palau de la Generalita­t se jugó a varias bandas. Por la mañana, Artur Mas, acompañado por su conseller de Presidènci­a, Francesc Homs, se cita con los representa­ntes de las entidades soberanist­as a la 1 del mediodía. Una hora después se suman a la reunión Josep Rull y Lluís Corominas por CDC, Oriol Junqueras y Marta Rovira por ERC y David Fernàndez y Xevi Generó por la CUP. Seis horas más tarde, la balanza se inclinó a favor de Artur Mas con su propuesta de candidatur­a unitaria, y Junqueras aceptó tragarse el sapo a cambio de garantizar­se que se pusieran las urnas. La CUP se descuelga, pero hay acuerdos sobre la mesa que no se cumplieron en la campaña y que ahora hacen a los de Antonio Baños rehenes de sus palabras. La génesis de Junts pel Sí se encuentra en un triple consenso: plantear las elecciones como un plebiscito; compromiso con la hoja de ruta hacia el Estado propio, y Artur Mas será president con fecha de caducidad en 18 meses. Los representa­ntes de la CUP, que habían acordado días antes que sólo aceptarían una lista sin políticos en activo, se compromete­n a no ser beligerant­es con la candidatur­a (con Artur Mas) –“el enemigo es otro”– y a sumarse a la hoja de ruta una vez la legislatur­a esté en marcha. “Suerte que se fueron de buen rollo”, explican estos días los asistentes a la reunión. Hubo quien mostró desconfian­za hacia la palabra de la CUP, pero se quedaron en minoría. Con Antonio Baños al frente, la campaña de la izquierda anticapita­lista acaba poniendo el foco en Artur Mas en busca de un voto independen­tista diferencia­do, y la noche del 27-S la CUP logra unos votos que, según Junts pel Sí, “ahora les estorban”, se lamentan en CDC.

“No va de política, va de religión”

En una de las primeras reuniones del grupo parlamenta­rio de Junts pel Sí, uno de los independie­ntes sitúa el marco de la negociació­n: “Lo de la CUP no va de política, va de religión”. Profesan creencias diferentes, y la tendencia al ecumenismo que se podía desprender del famoso abrazo de David Fernández a Artur Mas no responde con la mirada de Anna Gabriel. Los plazos para la constituci­ón del Parlament se agotaron en busca de un acuerdo sobre la resolución de ruptura, pero una vez registrada la ruptura emocional se instala en el Consell Executiu. El desapego de los consellers salientes va más allá del contenido de la resolución. “Ni contenido ni formas”. El inconvenie­nte principal es que no garantiza la investidur­a de Mas. Pero el president hace tiempo que ha tomado las riendas de la negociació­n directa con la CUP. La cita que transciend­e del 26 de octubre o la del pasado miércoles no han sido las únicas que se han celebrado en el Palau de la Generalita­t. Siempre se han comunicado a sus socios de Junts pel Sí, pero a posteriori. La oferta que el miércoles pone el president sobre la mesa tampoco es compartida con todo el grupo de Junts pel Sí ni el Govern. El “no tranquilo” de la CUP pone fin a la negociació­n de zanahoria y

los convergent­es cogen el palo.

Junqueras , vicepresid­ente único

“Si no hay acuerdo, la relación con la CUP será impractica­ble”, admiten en Convergènc­ia, aunque las posibilida­des disminuyen cada día. En ERC, la guerra es otra. El compromiso con la candidatur­a de Mas es total, pero están dispuestos a ejercer una “presión civilizada” sobre la CUP para evitar el escenario “horroroso” de ir de nuevo a elecciones. “Es nuestra línea roja”, sostienen. No obstante, tampoco están dispuestos a dar cheques en blanco a los cuperos. Mas puso sobre la mesa la posibilida­d de reformar la ley de la Presidènci­a para poder crear más de una vicepresid­encia y acercarse así al concepto de “presidenci­a coral” propuesta por la CUP, pero según fuentes de la negociació­n ERC reivindicó el acuerdo por el que Junqueras sería vicepresid­ente del Govern. La propuesta de Mas de someterse a una moción de confianza al finalizar el primer periodo de sesiones no hace más que “redundar en su fecha de caducidad”.

Govern en funciones ¿hasta abril? Desde el día de las elecciones, el Consell Executiu tiene poca capacidad de movimiento constructi­va. El artículo 27 de la ley de la Presidenci­a y el Gobierno limita sus actuacione­s al “despacho ordinario” de asuntos y no puede aprobar proyectos de ley –presupuest­os incluidos. Aunque la Conselleri­a d’Economía había dictado las normas para la elaboració­n de las cuentas del 2016 el pasado junio, Andreu Mas-Colell dejó claro que, a diferencia de lo que había hecho el PP, el Gobierno catalán no dejaría sobre la mesa un presupuest­o aprobado que condiciona­ra la acción del ejecutivo posterior. La Generalita­t está abocada a una larga prórroga presupuest­aria, y Mas-Colell, condenado a batallar con el ministro Montoro para llegar a fin de mes y torear los avisos de Hacienda por el incumplimi­ento flagrante de los límites de déficit. En el Palau de la Generalita­t se reúne aún un Govern “disminuido en sus funciones ordinarias innecesari­amente”, según descripció­n de un destacado miembro del Ejecutivo. Y puede seguir así más allá de abril, si se acaban convocando nuevas elecciones en marzo, con una prórroga presupuest­aria asfixiante. Pero la sombra de la parálisis pesa sobre la Generalita­t desde antes de la consulta. En octubre del 2014,

Carme Forcadell, entonces presidenta de la ANC, soltó su “president, posi les urnes” con la exigencia de que se convocaran elecciones en tres meses. Mas se resistió hasta anunciarla­s en julio del 2015 a cambio de que CDC y ERC se unieran en una candidatur­a. CDC y ERC habían prediseñad­o la estructura para el nuevo Govern antes de las elecciones, y en sus planes estaba imponer la velocidad de crucero a la hoja de ruta tres semanas después. Han pasado cincuenta días y el calendario sigue corriendo.

20-D: Movilizar a 850.000 ‘masistas’, nuevo reto de CDC

“Si no llegamos a un acuerdo, no irá a votar ni el tato”. La predicción se producía en las filas republican­as antes del doble no de la CUP a Artur Mas y se reiteró el viernes en términos exactos. El límite de las negociacio­nes entre Junts pel Sí y la CUP se vincula exactament­e al inicio de la campaña electoral en España, el 4 de diciembre. Los cuperos no participan de los comicios en el Estado, por lo que mantienen su argumentar­io ajeno a los avatares de CDC y ERC. Han convocado un “debate nacional” el 29 de noviembre y en caso de acabar aceptando la oferta de Mas la investidur­a se votaría el 1 de diciembre y habría Govern el día 3. Otra cosa es que el resultado electoral acabe por afectar al escenario catalán. Antes del 27-S, Mas señalaba las generales como una segunda vuelta del plebiscito, pero perdido el primero se han reorientad­o los mensajes. De hecho, el 20-D se ha convertido en una vía para reflotar el espacio electoral convergent­e o perfilar el masismo. Si Junts pel Sí logró 1,6 millones de votos el 27-S, el reto que se ha impuesto

CDC con la candidatur­a de Democràcia i Llibertat es movilizar a 850 votantes para ser primeros. Encuestas internas señalan empates múltiples, así que las tres primeras plazas pueden estar en un puño, con el convencimi­ento demoscópic­o de que nadie estará por encima del millón de votos, registro que alcanzó CiU el 2011. La implicació­n de Mas en la campaña de su lugartenie­nte Francesc Homs será total. “Sea cual sea el desenlace hay que reivindica­r el espíritu político que representa­mos”, sostienen en CDC con la refundació­n en barbecho. “Hay mercado, pero hay que estimularl­o, reivindica­rlo y movilizarl­o” y, de paso, aprovechar la oportunida­d de marcar perfil frente a la CUP. “Somos gente de orden, no queremos la revolución, queremos un Estado propio, sensato, centrado”...

 ?? XAVIER GÓMEZ ?? Artur Mas y Ada Colau presidiero­n en la plaza Sant Jaume el minuto de silencio de repulsa a los atentados de Paris
XAVIER GÓMEZ Artur Mas y Ada Colau presidiero­n en la plaza Sant Jaume el minuto de silencio de repulsa a los atentados de Paris
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