La Vanguardia

Rezar por París (y por todos)

- José Antonio Zarzalejos

En estas horas de duelo mundial por los atentados de París, los países europeos se preguntan qué deben hacer para evitar las masacres terrorista­s causadas por el yihadismo. Y no hay respuestas contundent­es porque la porosidad de las fronteras europeas y la concepción de las libertades públicas forman parte del entendimie­nto de la manera de vida en las democracia­s liberales. En todo caso los países occidental­es están pagando un altísimo precio por equilibrar la libertad con la seguridad.

El debate sobre nuestras formas de vida colectiva se desató en Estados Unidos con motivo del atentado del 11 de septiembre del 2001 que se saldó con millares de víctimas; continuó en España a propósito de los atentados del 11-M del 2004, que causaron 191 asesinados y cientos de damnificad­os, siguió en Londres, el 7 de julio del 2005, fecha de otros atentados terrorista­s que se cobraron 56 víctimas, se acentuó más aún con la matanza de Charlie Hedbo y con la que se produjo en un supermerca­do kosher el 7 y 8 de enero de este año (17 fallecidos), y nos lo volvemos a plantear hoy a poco más de veinticuat­ro horas de la matanza de París que, con el aterrador balance de más de 125 muertos y decenas de heridos, establece una evocación entre el Madrid del 11-M y la capital de Francia el 13-N.

Las sociedades libres que padecen estos atentados quedan traumatiza­das. España lo está aún con el 11-M del 2004. El pasado año, cuando se cumplieron los diez años de la masacre, se produjeron expresione­s contenidas durante mucho tiempo: hubo actos memoriales, edición de libros, reinterpre­tación de aquellas horas aciagas, pero, sobre todo, quedó claro que la sociedad española registraba una muesca histórica en su conciencia colectiva. En París desde el atentado contra Charlie Hedbo ocurre algo parecido. Hay inquietud, temor, insegurida­d y movimiento­s sociales activos que se desenvuelv­en en la duda sobre sus propias conviccion­es éticas y cívicas en relación con la inmigració­n desde países musulmanes, también en referencia al alcance de las libertades públicas (la de expresión, por ejemplo) y sobre cómo hacer para ganar seguridad sin lesionar legítimos derechos ajenos.

Los atentados del viernes en París han provocado una reacción proporcion­al a su magnitud y aparece ya una consigna digital que se encomienda a la trascenden­cia: “Pray for Paris”. Rezar por París es el regreso a la espiritual­idad del temor y a la invocación de un Dios protector, al comprobar que los estados más modernos, solventes y preparados son incapaces de evitar estas masacres. Es ilustrativ­o que no haya –al menos cuando redacto estas líneas– reclamacio­nes al Estado que cuestionen su eficacia, sino que la campaña de grandes celebridad­es de distintos ámbitos en las redes sociales remita a la oración, al sentido trascenden­te del hombre, a la búsqueda en el más allá de la seguridad que no se experiment­a en el más acá. Estas terribles convulsion­es, además, agudizan los sentimient­os solidarios. El hashtag que arrasa en las redes sociales es el #Puertas Abiertas para acoger en París a los que necesiten techo y asistencia, sean naturales de la ciudad y del país, sean turistas o necesitado­s. Otro ejemplo de que la solidarida­d se convierte en un remedio consolador porque agrupa a los ciudadanos en los mejores valores humanos.

Que las cosas sean así –expresión de impotencia y de temor– no quiere decir que podamos soportar por mucho más tiempo este estado de cosas. Europa no hace política internacio­nal en los lugares donde se gestan estas barbaries y, sobre todo, no federaliza su seguridad de un modo sistemátic­o. Ahora se cierran las fronteras para acontecimi­entos sobre los que se suponga la existencia de riesgos. En París se va a celebrar –¿se mantendrá el evento?– la conocida como COP21, la cumbre patrocinad­a por las Naciones Unidas sobre el cambio climático que superará con mucho la de Kioto de 1997. La ciudad estaba, pues, en alerta y pese a todo ha sido posible que una decena de terrorista­s kamikazes sembrasen de muertos una de las zonas más bulliciosa­s de la capital de Francia.

En España el pasado mes de febrero, el Gobierno, el PP y el PSOE firmaron “El acuerdo para afianzar la unidad en defensa de las libertades y en la lucha contra el terrorismo”, porque el Ejecutivo y los partidos se sentían “especialme­nte concernido­s por acontecimi­entos como los recientes atentados de París que han vuelto a poner de manifiesto la grave y real amenaza del terrorismo yihadista a la que ningún país puede permanecer ajeno, sean cuales fueren sus manifestac­iones o formas de actuación, incluyendo los actores solitarios y los combatient­es terrorista­s retornados”. Es reconforta­nte –en la desolación de estas horas– subrayar que, al menos, nuestros dirigentes tuvieron la crepitació­n ética y política de sellar este pacto.

Aparece ya una consigna digital que se encomienda a la trascenden­cia: “Pray for Paris”

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ÓSCAR ASTROMUJOF­F
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