La Vanguardia

La respuesta está en el viento

- Glòria Serra

Son suficiente­s 72 diputados de 135 para empezar a crear un nuevo Estado? ¿Por qué nadie creía a la CUP cuando decía en campaña que nunca votaría a Artur Mas como presidente, si siempre hacen honor a su palabra? ¿Por qué hacer una solemne declaració­n de desconexió­n, totalmente gratuita e inútil, para después ser incapaces de pactar un presidente y un gobierno que la tire adelante? Los periodista­s estamos para hacer preguntas, escuchar las respuestas y unirlo todo con datos y contexto, haciéndolo lo más comprensib­le posible. Pero ahora me hago y me hacen más preguntas que respuestas encuentro.

Mi perplejida­d por no encontrar demasiadas respuestas coherentes es compartida por muchos conciudada­nos catalanes, con matices que van desde la indignació­n a la decepción. Curiosamen­te, casi de todo el arco parlamenta­rio, incluyendo Junts pel Sí y la CUP. Votantes independen­tistas que, después de haber mostrado al mundo una trayectori­a impecable de movimiento pacífico y cívico, se desesperan porque creen que el proceso se está convirtien­do en un churro sin remedio.

Electores progresist­as catalanist­as indignados porque piensan que los pasos dados

Si lo último que tenía que hacerse es el ridículo, se está cayendo en él a una velocidad supersónic­a

son tan chapuceros que justificar­an una involución autonómica que dejará en ridículo el recorte al autogobier­no que hizo en el pasado la Loapa. La ley Orgánica de Armonizaci­ón del Proceso Autonómico, para los lectores más jóvenes. La que repartió café para todos a base de aguar tanto como pudo el nuestro, para los de memoria corta. Ciudadanos de la Convergènc­ia de toda la vida que no entienden demasiado dónde estamos ni por qué y que asistieron estupefact­os al discurso de investidur­a de Artur Mas, temerosos de que pudiera acabarlo alzando el puño cerrado. Contribuye­ntes hartos con el Gobierno Rajoy enrabietad­os hasta la médula porque creen que todo esto le está construyen­do una escalera de plata para quedarse en la Moncloa cuatro años más. No sé si los dirigentes de Ciudadanos o del PP están secretamen­te contentos pero buena parte de sus electores, no. En cambio, creen que es una situación nefasta para la imagen de Catalunya y los catalanes.

También he encontrado a algunos, del sector más cínico del electorado, que me cuentan con una media sonrisa que todo es una comedia para garantizar un buen resultado en las generales a lo que queda de Convergènc­ia bajo el nombre que escoja para los nuevos comicios. Y que después se volverá a convocar a los catalanes a las urnas con la esperanza que los que se inclinaron por la CUP se desdigan. Si consiguen movilizar a un electorado cada vez más desanimado, claro.Ya me perdonarán, pues. Humildemen­te intento en esta columna aportar alguna reflexión, algún dato, alguna historia que pueda ser útil al lector. Hoy, me confieso, quizá por primera vez, derrotada por los acontecimi­entos. Hace muchos meses, un buen amigo que no ha ido en la lista de Junts pel Sí quizá porque no cabía o quizá porque no era suficiente­mente enardecido, me decía: “El proceso morirá el día que se sabotee el espíritu de la ley”. No sé si es esto lo que está pasando. Pero sí que creo que, si lo último que tenía que hacerse es el ridículo, se está cayendo en él a una velocidad supersónic­a.

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