La gran mitología estadounidense
La New York Historical Society dedica una exposición a los superhéroes de cómic como grandes embajadores de la ciudad
ALincoln no se le ha visto hacer ni una mueca. A la estatua de Lincoln, se entiende. Ni pestañear, y eso que ocupa un lugar privilegiado, en la escalinata exterior de la puerta principal de la New York Historical Society.
En las salas de este templo regio de la sabiduría, rubricado por la magnanimidad del admirado presidente dando la bienvenida, vestido con levita y chistera de bronce, se han acomodado por una temporada unos personajes muy raros, desde el punto de vista lincolniano y de la ciencia contrastada, capaces de volar, de trepar y saltar por los rascacielos o de reducir sin una magulladura a toda una tropa de malhechores.
Incluso se sirven de un vehículo muy extraño si se compara con los coches de caballos de aquella época. Dentro del recinto han aparcado el Batmobile 3, modelo de 1966, uno de los tres que utilizó Batman en la serie de televisión y cuyo diseñador, George Barris, falleció el pasado día 5.
“No, no he oído ni una sola crítica. Pienso que la gente entiende que tratamos de observar a los superhéroes como figuras icónicas, como una reflexión de nuestra cultura artística”.
Lo dice Debra Schmidt Bach, responsable de la exposición Superheroes in Gotham, junto a Nina Nazionale, que se desarrolla en la Historical Society.
Su presencia, en una institución de este calado intelectual, se halla más que justificada, insiste Bach. “Son figuras históricas, absolutamente”, ratifica.
Se han tomado un respiro en sus peripecias y hasta febrero se exhiben en este recinto con vistas a Central Park. En toda esta tribu se observa un lugar común. Según el dossier oficial, esta exhibición “considera la importancia de Nueva York como fuerza creativa detrás de esta singular mitología estadounidense”. Clark Kent, álter ego de Superman, vive en Metrópolis y trabaja de reportero en The Daily Planet, lo que no deja de ser una “cobertura” de Nueva York y del edificio The News Building, en la calle 42, entre la Segunda y la Tercera avenidas.
Batman (Bruce Wayne) empezó sus rescates en la Gran Manzana, aunque luego la rebautizaron como Gotham. El Capitán América –Steve Rogers– se forjó entre Brooklyn y Manhattan. Peter Parker, Spider-man, se crió en Queens, distrito del que también procede la familia de Tony Stark, el reputado Iron Man. Sólo Wonder Woman –nacida Diana Prince en esta misma ciudad– no tiene su base operativa en esta urbe.
“La historia de los superhéroes es una historia de Nueva York. Hoy se encuentran por todos los rincones pero nacieron y crecieron aquí”, subraya Bach.
“Fueron creados sobre todo por neoyorquinos –añade– y promovidos por una industria que disponía de sus cuarteles en Nueva York. A estos factores se suma, además, que esta ciudad se convierte en el fondo de inspiración para este tipo de aventuras y de las preocupaciones que motivan sus intervenciones”.
La exposición arranca desde la cuna de estos embajadores universales. Su formación y trazos de su carácter se ilustran mediante piezas denominadas de coleccionista, desde la primera portada de Action Comics en la que debutó Superman en junio de 1938, gracias al trazo Joe Shuster, al primer relato de Spider-man dibujado por Steve Ditko en Amazing Fantasy, en 1962.
En un panorama de leyenda, la mirada capta de inmediato la presencia del maniquí vestido con la capa roja, las mallas azules y la insignia rojo amarilla del justiciero de Metrópolis. Estas piezas del vestuario, procedentes de la época de la arqueología televisiva, son la que lucía George Reeves en la serie Las aventuras de Superman, que se estrenó en 1952. En los episodios iniciales, sin embargo, el traje combinaba los colores gris, tostado y marrón debido a que se emitía en blanco y negro.
Tras la presentación de los protagonistas, la muestra se centra en la fuerza creativa de los padres fundadores de estas narraciones ilustradas. Muchos de esos artistas eran jóvenes judíos, con algunas excepciones de italianos y protestantes, que residían en el Bronx, el Lower East Side de Manhattan o Brooklyn. A finales de los años 30 y principios de los 40 fundaron su propio universo.
“En ese tiempo –sostiene Bach– ni las más importantes editoras de diarios o semanarios de prestigio en Nueva York ni las grandes firmas de publicidad contrataban a judíos”.
Su imaginación logró cobijo en los pulp magazines (publicaciones baratas de historietas) o en las revistas de segunda fila dedicadas al cine o al entretenimiento. “Estos espacios se convirtieron en los refugios naturales para sus trabajos”, remarca.
La atracción por los superhéroes está más que justificada en el momento de su irrupción. Como señala la comisaria, Estados Unidos luchaba por salir de la gran depresión y en el horizonte irrumpían el fascismo, el antisemitismo y la guerra. En este contexto se produce uno de los factores demográficos determinantes, con la migración de las áreas rurales a las ciudades. Esta situación comporta inseguridad para los recién llegados, asustados por la magnitud del escenario.
De hecho, la exposición incide en que los superhéroes y sus álter egos no dejaban de ser como cualquier ciudadano de a pie. Clark Kent era un reportero humilde (nombre y adjetivo casi siempre incompatibles en este oficio), Bruce Wayne se quedó huérfano y se transformó en un solitario tras ver cómo asesinaban a sus padres en una calle oscura. Peter Parker, que vivía con sus tíos, representa al chico tímido y empollón.
Cuentan que, en un reflejo de esa conexión con la realidad, Jerry Siegel creó el personaje de Superman –se exhibe su máquina de escribir, una Royal de 1938– al año siguiente de que su padre muriera en un robo en Cleveland.
Todos son hijos de su tiempo. Capitán América, definido como patriota e idealista, vio la luz en 1941. A su otro yo no lo aceptaron en el ejército por su endeblez. Se tomó un suero y mutó en un guerrero fuerte y habilidoso. En la Historical Society se muestra, entre otros, el Captain America número 15, de junio de 1942. Lleva impreso un consejo: “Queremos que compres menos revistas de cómics, sí, aunque esto signifique que bajen nuestras ventas. Si compras cuatro magazines al mes, llévate sólo tres y el dinero del cuarto mándalo a la fundación Captain America para las fuerzas armadas”.
A lo largo del recorrido por las salas se certifica el cambio de look por el que han pasado estos personajes, sensación similar a la que cualquier ciudadano experimenta si revisa sus álbumes de fotos. Uno de los primeros capítulos en televisión de Superman mezcla los personajes humanos con el dibujo animado, del que echa mano para recrear los vuelos. Carecían de la tecnología de los efectos especiales.
“Las películas han cambiado –apostilla Bach–, pero hay algo inmutable, eterno. Sus características básicas son las mismas. Existen todavía para ayudar a la gente. Nos muestran a la humanidad que nos podemos ayudar los unos a los otros cuando nos equivocamos. Siguen tratando de hacer la vida más fácil y mejor”.
En otras ciudades tal vez no, pero en Nueva York son los superhéroes del barrio.
Entre los superhéroes se da la coincidencia de que la mayoría nació en torno a edificios neoyorquinos Los autores son casi todos judíos que hallaron cobijo en publicaciones de segunda de la ciudad