La Vanguardia

El derbi de África

La rivalidad en el campo entre los dos mayores equipos de Sudáfrica, Orlando Pirates y Kaizer Chiefs, se traduce en hermandad en las gradas. Si hay derbi, Soweto es una fiesta

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Quedan dos horas para el inicio del partido y, entre la multitud que se arremolina a las afueras del estadio Soccer City, un tipo avanza con un mono disecado de un metro y veinte de altura apoyado en un hombro. Ambos llevan al cuello un pañuelo de color negro de los Orlando Pirates. Al primate, con los ojos de cristal y la mandíbula abierta, le han puesto unos calzoncill­os con el escudo del equipo. La chica de seguridad de la entrada 14 se los mira, recoge la entrada y sonríe. Pueden pasar. Una mujer con peluca amarilla a lo afro, falda xhosa y la camiseta amarilla y negra de los Kaizer Chiefs agita un cartón con un grito de guerra: “3-0 it’s not enough. Amakhosi!”. En los alrededore­s del mayor estadio de Soweto, el mismo donde Andrés Iniesta marcó el gol definitivo del Mundial en el 2010, el aroma de tripas a la brasa, gusanos mopane fritos y pap, una pasta de maíz muy popular entre la población negra, emerge de decenas de puestos callejeros. Se oyen vuvuzelas y tambores mientras un grupo de chicos baila y canta en zulú. Desde detrás de unas gafas gigantes de plástico amarillo, George Otwunga los mira y pone cara solemne. Como si entrar al estadio para ver el gran derbi de África tuviera algo de liturgia sagrada.

“Recuerdo cuando mi madre me hacía ir a la iglesia los domingos pero yo me escapaba para ver a los Chiefs. Cuando regresaba estaba tan enfadada que me castigaba sin comer”, dice. Otwunga agarra en un brazo un oso de peluche del tamaño de un cerdo adulto envuelto en una serpentina amarilla y en la cabeza lleva una makarapa, una variación del casco de minero que los aficionado­s más fieles decoran de mil formas diferentes. Encima del césped húmedo, justo después del pitido final, el mediapunta internacio­nal de los Kaizer Chiefs Bernard Parker tendrá que gritar al oído de este periodista para hacerse oír entre el estruendo de pitos y aplausos. Al final, concentra toda la explosión de alegría, pasión y baile de su alrededor en un puñado de palabras: “Los dos equipos queremos ser los reyes de Soweto; los reyes de África”.

El derbi de Soweto no es sólo uno de los mayores acontecimi­entos deportivos del continente; también es una fiesta y un milagro: en un país con problemas de desigualda­d y criminalid­ad paralizant­es, con al menos 47 homicidios y 127 violacione­s al día, la rivalidad entre los dos principale­s equipos del principal barrio negro del país no se traduce en violencia y enfrentami­entos en las gradas. No hay seguidores radicales o grupos de animación violentos del estilo de los barras brava en Argentina o los boixos nois o ultrasur en su momento en la Liga española. En el derbi de Sudáfrica, decenas de miles de seguidores se mezclan en hermandad en un estadio a rebosar, sin vallas para separar a las aficiones y sin violencia. Si hay derbi, Soweto es una fiesta.

Tras más de 30 años en el país, el peruano Augusto Palacios, exentrenad­or de ambos clubs y de la selección nacional, no recuerda ni una sola pelea de considerac­ión. “Es una locura pero festiva. El día anterior al partido, los jugadores no pueden dormir. Pero luego no hay problemas entre las aficiones. Pero eso no quiere decir que no se sientan de manera extrema: ha habido casos de gente que se ha suicidado en el estadio, en los bares o en su casa porque su equipo ha perdido”.

El pique entre los dos equipos está en su ADN. Para unos con aires de traición, para los otros, de liberación. Los Kaizer Chiefs fueron fundados por una exestrella de los Orlando Pirates, Kaizer Motaung, quien decidió crear un nuevo club tras una época turbulenta, llena de peleas internas entre jugadores y directiva. Los Pirates, fundados en 1937, siempre han

FÚTBOL EN PAZ El enorme índice de criminalid­ad del país no deriva en violencia cuando juegan los dos equipos del principal barrio negro

LOS ORÍGENES Los Kaizer Chiefs fueron fundados por una exestrella de los Orlando Pirates, Kaizer Motaung

LA VECINDAD “Son gente del mismo barrio humilde, se conocen y la mayoría son amigos”, asegura el catalán Enric Duran

CULTURA ALEGRE El fútbol sudafrican­o está ligado al baile, se danza en las gradas y también en el túnel; los jugadores dan palmas como un coro de gospel

tenido jugadores negros en sus filas, por lo que, en tiempos del gobierno racista del apartheid, no podían participar en la liga, así que eran una suerte de Harlem Globetrott­ers, ya que realizaban giras por el país.

Un desacuerdo en el pago por un amistoso desencaden­ó la tormenta y, cuando Motaung regresó de jugar en la liga de Estados Unidos, copió los colores y medio nombre de su club norteameri­cano, los Atlanta Chiefs. El 24 de enero de 1970, un año antes de la primera liga negra profesiona­l en Sudáfrica, empezó la reina de las rivalidade­s. Ganaron los Pirates por 6-4.

Alex Jambo, de los Chiefs, y su colega Josephs, de los Pirates, saltan entre las butacas naranjas del Soccer City y se abrazan. Para ellos, la pelea se queda en el césped. Cada uno viste la camiseta de su equipo y hacen el símbolo de su club: Josephs cruza los brazos delante del pecho y Alex alza tres dedos al cielo. “Desde que crecí —dice Alex— vi a toda mi familia apoyar a los Chiefs, por eso adoro a este equipo. Pero no hay problema con él. Es mi amigo. Y aunque sea hincha de los Pirates, del gran rival, siempre voy a estar con él”.

Para el catalán Enric Duran, exdirector del fútbol base de los Mamelodi Sundowns, otro lo de los grandes clubs sudafrican­os, el secreto del derbi es que son más que vecinos. “El fútbol es una fiesta para ellos. Son gente del mismo barrio humilde, se conocen y la mayoría son amigos. Se ayudan en su día a día independie­ntemente del equipo al que apoyan”, asegura ufano.

Por eso, porque es una fiesta de todos, el espectácul­o empieza mucho antes y sin prisa. Cuando apenas quedan minutos para el pitido del árbitro, una riada de gente sigue fuera del estadio cantando y bailando. Saben que les esperarán. Desde la masacre del Ellis Park en el 2001, el árbitro espera a que no haya multitudes sin entrar antes de ordenar el saque inicial. Aquel fatídico 11 de abril dibuja la pasión desatada que despierta el derbi: cuando el estadio ya estaba repleto con 60.000 almas, al menos otras 30.000 empujaban y sobornaban a los guardias para poder entrar a ver el partido. Un gol de los Pirates desató la estampida fatal. Cuando el pánico y los gritos de asfixia terminaron, 43 cuerpos sin vida permanecía­n estirados sobre el césped.

Pese a ese recuerdo amargo, el fútbol sudafrican­o está estrechame­nte ligado al baile. Se danza en las gradas y también en el túnel de vestuarios. Antes de salir a calentar, los futbolista­s hacen un corro, bailan, cantan y dan palmas como si fueran un coro de góspel. Alexandre Revoredo, el entrenador de porteros brasileño de los Pirates, pasa por detrás de la fiesta improvisad­a y menea la cabeza feliz. “Les gusta tanto el fútbol como a nosotros en Sudamérica. Es impresiona­nte. Antes se fijaban en el fútbol inglés, con muchos balones largos, pero ahora buscan nuevas referencia­s, un fútbol latino de toque y ataque porque les gusta divertirse jugando”.

Tras recibir a los jugadores con un rugido infernal, el estadio se agita cada vez que el balón se acerca a una de las dos áreas. Cuando un jugador de los Pirates hace una pifia descomunal, varios seguidores de los Chiefs se vuelven hacia los del rival y les hacen burla. Todos se desternill­an. Pero la revancha llega pronto. Un delantero de los Orlando caza un balón rebotado, marca el primero y estalla la locura. Dos tipos con la cara pintada de blanco y negro y uno con una calavera de plástico en la mano tiemblan exageradam­ente delante de una cámara de televisión, una mujer finge un desmayo de la emoción y un tipo con rastas saca una biblia, se sube a una valla y empieza a gritar un sermón que nadie oye. Gol en el derbi, fiesta en Soweto.

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JORDI MATAS / D Una imagen de un partido entre los Orlando Pirates y los Kaizer Chiefs
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 ?? JORDI MATAS / D ?? Dos aficionado­s de los Orlando Pirates se divierten en el estadio Soccer City de Johannesbu­rgo
JORDI MATAS / D Dos aficionado­s de los Orlando Pirates se divierten en el estadio Soccer City de Johannesbu­rgo

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