La Vanguardia

Estado Islámico: ha llegado la hora

- Graham E. Fuller GRAHAM E. FULLER, antiguo funcionari­o de la CIA y autor de numerosos libros sobre el mundo musulmán. Su último libro es ‘Breaking Faith: A novel of espionage and an American’s crisis of conscience in Pakistan’ (Amazon, Kindle). grahamef

El Estado Islámico, con su espantoso ataque contra simples objetivos civiles en París, ha instaurado nuevas realidades sobre su naturaleza, capacidad e intencione­s.

No cabe dudar por más tiempo de la necesidad de su eliminació­n. No se trata de que las vidas parisiense­s tengan más importanci­a que otras, sino de que París cambia las reglas de juego.

El EI ha demostrado que es capaz de cambiar en serie las situacione­s existentes durante los últimos 18 meses, desde que por primera vez apareció a la vista de la opinión pública al crear su autodenomi­nado Estado Islámico a través de las desiertas regiones fronteriza­s de Siria e Iraq. Sus acciones repugnante­mente exhibidas en medios de comunicaci­ón y sus macabras ejecucione­s estaban concebidas especialme­nte para causar conmoción y pavor. Pero actuaba en el ámbito local.

Ahora ha alterado los análisis de numerosos observador­es, entre los que me incluyo, que tendían a considerar­lo un intento (inviable) sobre todo en el plano regional y territoria­l de crear un Estado. Se trataba de crear un califato y de apuntar contra enemigos a escala regional más que de operar a una escala mundial más extendida. Los recientes atentados de Beirut, la destrucció­n de un avión ruso en pleno vuelo y los execrables atentados de París han elevado ahora el nivel de amenaza a nuevas cotas.

Lo que todavía no queda claro es hasta qué punto la acción de París es obra de una estructura de mando centraliza­da procedente de la capital del EI en Siria o bien se trata de una acción de franquicia­s u operacione­s salvajes inspiradas por el EI para actuar a escala local.

Sea como fuere, estas series de episodios apelan a favor de una actuación internacio­nal más amplia y profunda. El EI debe ser eliminado. Advierto que llego a este punto de vista con sentimient­os encontrado­s. Con el paso de los años, me he convencido crecientem­ente de que las intervenci­ones militares y las guerras occidental­es para arreglar Oriente Medio no sólo han fracasado, sino que han agravado casi todas las situacione­s existentes en la región.

Washington, al final, en efecto, ha perdido todas sus últimas guerras en Afganistán, Iraq, Yemen y otros lugares. Occidente ha sido tanto el problema como la solución.

Debemos recordar que el EI no existiría en la actualidad si Estados Unidos no hubiera invadido y destruido el gobierno, las institucio­nes, las elites, las fuerzas armadas, las infraestru­cturas y el orden social de Iraq.

Debemos recordar que la historia de Oriente Medio no comenzó con el 11-S. Por el contrario, el 11-S fue la culminació­n de años de políticas occidental­es anteriores basadas en intervenci­ones y en manejos políticos. No podemos proceder a adoptar una línea de acción más vigorosa sin tener grabadas en nuestras frentes estas dos proposicio­nes. Sin embargo, algo hay que hacer en estos momentos por más que no haya nada en nuestras acciones pasadas que represente mucho fundamento para la seguridad y la tranquilid­ad.

No obstante, hasta la fecha el EI es la única fuente y origen de inmediata alteración estratégic­a en Oriente Medio con implicacio­nes globales. Ni Iraq, ni Irán, ni Siria, ni Libia, ni Yemen, ni Líbano, ni Somalia –o cualquiera de esas guerras opcionales lanzadas por Washington y sus aliados– han supuesto nunca el potencial global desestabil­izador que presenta el EI en la actualidad.

El EI promueve y perpetúa la clase de discurso encarnado por el islam contra Occidente –mito de resonancia­s heroicas y sin fundamento– aunque es el señuelo que mucha gente se traga de forma habitual en Occidente.

El EI pone en práctica la división sectaria brutal y salvaje, una ideología promovida principalm­ente por Arabia Saudí que ahora se propaga y expande a través de conflictos en Yemen, Baréin, Iraq, Siria y en otros lugares. No es intrínseca­mente el problema fundamenta­l de Oriente Medio, aunque esté concebido para serlo.

El EI no es un verdadero Estado a pesar de todas sus aspiracion­es: nunca será un Estado viable, y no debe ser tratado como tal.

El EI demuestra a la vez el intento y la capacidad de extender su violencia, sus represalia­s mucho más allá de sus arenas desérticas.

El EI desvía y radicaliza los problemas interestat­ales propios de la región.

Las operacione­s del EI incitan la islamofobi­a y amenazan la seguridad de los musulmanes que viven fuera de Oriente Medio.

Si alguna vez ha habido un motivo para una auténtica –repito, auténtica– acción internacio­nal en Oriente Medio, es esta. Pero si Washington y Riad siguen interpreta­ndo el caso de Siria principal y preferente­mente como un campo de batalla por delegación o parte interpuest­a contra Irán, o contra Rusia, entonces la auténtica acción internacio­nal indudablem­ente fracasará; el acuerdo sobre el estatus final de Siria nunca se alcanzará.

La eliminació­n del EI exige que todas las partes interesada­s estén presentes en la iniciativa: las Naciones Unidas, Estados Unidos, la UE, Canadá, Rusia, Irán, los kurdos, Arabia Saudí, Turquía, Iraq, Qatar, Egipto y otras. China, que aspira a desempeñar un importante papel mundial, tampoco puede quedar fuera. Esta convocator­ia exige verdadero peso y envergadur­a para imponer un plan general de acción. Sobre todo, las Naciones Unidas deben encabezar futuras operacione­s que incluyan las indispensa­bles operacione­s terrestres futuras. Si alguna vez ha existido una instancia imparcial esencial, es esta.

El objetivo esencial es la destrucció­n del EI como organizaci­ón dotada de territorio, infraestru­ctura, estructura de mando y control administra­tivo. Pero hay que reiterar que no es un auténtico Estado en el plano territoria­l, étnico, geopolític­o, económico, histórico, incluso religioso. Puede entregarse al terrorismo internacio­nal –como hizo Al Qaeda– en la medida en que vea desvanecer­se su futuro.

El territorio actual en poder del EI debe revertir a la situación previa en cuyo territorio ha operado. Eso significa, por el momento, el régimen sirio de El Asad.

Durante numerosas décadas, la Siria de El Asad fue simplement­e un Estado regional molesto, pero distaba de ser el peor. Incluso entonces, sin embargo, Estados Unidos siempre intentó derrocarlo secretamen­te. Pero El Asad mostró su rostro execrable e implacable contra las rebeliones internas contra él, empezando por la primavera árabe en el 2011. No obstante, aún hoy los sirios están divididos sobre quién representa la amenaza mayor, El Asad o sus enemigos. Sea cual fuere el debate, la sangre en las manos de El Asad exige ahora simbólicam­ente el decomiso de su liderazgo, y habrá que negociar los detalles de la transición.

Es una ironía que la magnitud de la alternativ­a del EI/Al Qaeda a El Asad haya provocado ciertas dudas occidental­es a la hora de intentar su derrocamie­nto. Pero ahora, mediante sus atentados en París, el EI puede haber asestado a El Asad el golpe de gracia. Porque sólo una auténtica y convincent­e coalición con autoridad aplastante tendrá el peso y la influencia suficiente­s para eliminar el EI y para decirle que él personalme­nte está acabado, que algún tipo de supervisió­n internacio­nal es precisa para implantar un nuevo orden en Siria.

Este nuevo orden dará lugar inevitable­mente a ganadores y perdedores a escala regional que complicará­n enormement­e la creación de cualquier consenso internacio­nal. Pero, dado el creciente desafío y caos, es menester

Ni Iraq, ni Irán, ni Siria, ni Libia, ni Somalia, ni Yemen han tenido el poder desestabil­izador que hoy tiene el EI El EI crea islamofobi­a y amenaza la seguridad de los musulmanes que viven fuera de Oriente Medio No cabe dudar por más tiempo de la necesidad de la eliminació­n del EI: París cambia las reglas de juego

forjar de forma gradual alguna jerarquía de objetivos.

En primer lugar, el EI debe ser eliminado como entidad territoria­l.

Las Naciones Unidas deben sostener el liderazgo operaciona­l y legal de la operación; no Estados Unidos u Occidente o la OTAN, que provocan reacciones de inestabili­dad.

Desarmar las milicias y restablece­r el orden. El orden es la base sobre la que asentar cualquier avance futuro.

El Estado sirio como tal no debe ser desmantela­do a lo Washington en un arrebato de locura como en el caso de Iraq, cuyas desastrosa­s repercusio­nes pesan aún sobre nosotros. No hay que enarbolar el programa de una desbaasifi­cación de Siria.

Establecer el marco de unas elecciones generales de forma gradual. Sí, Irán, esto significa que la minoría gobernante alauí sobre el país no sobrevivir­á a unas elecciones generales: podrían crearse autoridade­s regionales y los alauíes y otros podrían administra­r sus propias regiones.

De cualquier forma, las relaciones entre iraníes y sirios siempre han descansado sobre mucho más que sobre esos dudosos vínculos sectarios.

¿Que existen problemas y complicaci­ones en relación con este panorama? Naturalmen­te. Yo mismo puedo pensar en tantos problemas y dificultad­es inherentes a este proyecto como cualquier lector. Y hay que añadir muchas otras cosas. Sin embargo, en algún punto hemos de ponernos en marcha. Se ha cruzado un Rubicón.

 ?? RUPAK DE CHOWDHURI / REUTERS ?? Musulmanes contra el Estado Islámico. Un indio musulmán en una manifestac­ión contra el Estado Islámico, ayer en Nueva Delhi: “Detengamos al Estado Islámico en todas partes”
RUPAK DE CHOWDHURI / REUTERS Musulmanes contra el Estado Islámico. Un indio musulmán en una manifestac­ión contra el Estado Islámico, ayer en Nueva Delhi: “Detengamos al Estado Islámico en todas partes”

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